Lo llaman el distrito artístico, cultural, bohemio. El distrito “del raro invierno, lelo y frágil”, como lo describió con belleza y locura Martín Adán en “La casa de cartón”. Pero Barranco parece una contradicción. Hasta el 2014, por ejemplo, no tenía una sola librería. Y tuvieron que ser un español y una española, Carlos Lorenzo y Ana Bustinduy, los que a punta de ganas y no poco riesgo abrieran un pequeño refugio de lectura. El nombre con el que lo bautizaron era preciso: La Libre.
Pero hoy el panorama es desolador. No tienen cumplidos ni tres años de funcionamiento, pero el proyecto comienza a temblar. Literalmente. La historia terrible comienza así: la casona de la avenida San Martín donde funciona La Libre fue dividida en dos, y una de las mitades vendida para que una constructora (el Grupo Edificando, paradójico nombre) comenzara con una demolición y el levantamiento de un edificio de departamentos, uno de los tantos que van tragándose Lima. Las obras, que comenzaron hace cuatro meses, fueron ocasionando problemas en el local contiguo, el de La Libre.
“Estos meses hemos estado aguantando, pero han aparecido grietas y más grietas –explica Lorenzo–, hasta que hace dos semanas hubo una especie de atoro y nos dimos cuenta de que no había tubería de desagüe, se había desintegrado. Esto ha producido que la casa sea declarada inhabitable”.
Lorenzo y Bustinduy, que además de manejar la librería vivían en el lugar, hoy por hoy duermen en un hotel. El plan por el que cruzaron el Atlántico ha quedado detenido por una monstruosa construcción que los amenaza con cemento y maquinaria pesada.
El preciado legado del estudio #Courret, hoy olvidado y puesto en alquiler ►https://t.co/CELtmfQ6nP pic.twitter.com/LGxm4AKHrH— Luces El Comercio (@Luces_ECpe) 4 de mayo de 2017
HISTORIA REPETIDA
Por increíble que parezca, lo que le ocurre a La Libre no es una novedad en Barranco. Allá por el 2009, el recordado El Cinematógrafo (ubicado en la calle Pérez Roca, a solo unas cuadras de distancia) fue testigo de cómo se levantaba una torre de viviendas justo a su lado. “Teníamos el Cañón del Colorado al costado”, recuerdan con triste humor Mario Rivas y Sonia Arispe, los fundadores del cineclub. Los trabajadores y asistentes del espacio cinéfilo tenían que soportar nubes de polvo, golpes de martillo y ruidos de taladro hasta que la situación se hizo insostenible. Las funciones tuvieron que ser canceladas.
Rivas y Arispe comenzaron un proceso judicial contra la empresa inmobiliaria bajo la figura legal del lucro cesante (daño patrimonial que provoca la pérdida de utilidades económicas a la víctima). Todo el embrollo incluyó reclamos ante la municipalidad, citaciones, medidas cautelares, y demás procedimientos engorrosos.
De los US$10.000 que pidieron como indemnización, solo recibieron US$2.000. Eso sin contar todo un año perdido por la pugna judicial. Tras ello, El Cinematógrafo optó por ceder su espacio al Laboratorio Creativo Domingo (hoy desaparecido también) y nunca más pudo retomar sus actividades.
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PROYECTO DESBARRANCADO
El Cinematógrafo era un espacio cultural, pero a la vez propiedad de sus gestores. A diferencia de ello, La Libre funcionaba en un predio alquilado, razón por la cual Lorenzo y Bustinduy no tienen demasiado margen de acción para reclamar por el lucro cesante que ocasiona la obra de construcción.
Por el momento, la obra está paralizada y hace unos días los dueños de la librería tuvieron una reunión con la Municipalidad de Barranco y representantes del Grupo Edificando para tratar de alcanzar algunos acuerdos. El avance, sin embargo, ha sido infructuoso. La constructora solo ha ofrecido un local de almacenamiento durante dos meses y la mudanza de los libros que siguen empolvándose dentro de local. Suena a triste consuelo.
Y aunque se entiende que el vínculo de alquiler (que había sido firmado hasta junio del 2018) queda resuelto por la imposibilidad de seguir habitando el inmueble, los propietarios no han devuelto el monto anticipado hasta junio de este año ni han cubierto los gastos de reparaciones que les corresponden como dueños, y que han sido desembolsados por Lorenzo y Bustinduy.
Con sus menos de tres años de vida, La Libre de Barranco no era solo una librería: era también una galería de arte, un centro de actividades culturales y había formado una biblioteca integrada por unos 700 socios. Un espacio que se había construido entre muchas personas, en colectivo, y que hoy se ve arrasado con prepotencia.
“Estamos en shock al no entender cómo un activo cultural así puede desaparecer de la noche al día con esta impunidad. Nos cuesta entender cómo no se previeron suficientemente los riesgos y cómo aún nadie asume los daños y la pérdida para el distrito”, dice Lorenzo. La rabia y la indignación son compartidas.
LA CASONA DE NELLY FONSECA
Pocos saben que la casona de la calle San Martín 144, donde funciona La Libre, guarda un viejo pasado literario. En su momento, vivió allí la poeta Nelly Fonseca Recavarren (1920-1963), enigmática mujer que a los 9 años quedó postrada en una silla de ruedas y luego cultivó una obra provocadora.
Además de su talento con el verso, sorprendía a la pacatería de su época con su imagen: Nelly solía vestir terno y corbata, y firmaba algunos textos como Carlos Alberto Recavarren. Que años después su casa pasara a llamarse La Libre de Barranco parece hacerle un muy preciso honor.
UN ESPACIO QUE RESISTE
Además de La Libre, Carlos Lorenzo y Ana Bustinduy administran la librería Escena Libre, en el Centro Cultural de la PUCP (Camino Real 1075, San Isidro ). Aunque especializada en artes escénicas, el espacio ofrece también un nutrido número de títulos de interés, en diversos géneros.
Escena Libre atiende de lunes a sábado de 10 a.m. a 10 p.m. y los domingos de 3 p.m. a 10 p.m. Pueden realizarse consultas y pedidos al correo escenalibrelibros@gmail.com
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