Ángel Navarro Quevedo

En un contexto social y político marcado por conflictos y crisis económica, el encontró en el país un terreno fértil para expresarse desde la protesta y la resistencia. Durante finales del siglo pasado surgieron las primeras bandas peruanas influenciadas por el heavy metal británico y el thrash estadounidense. Estas influencias extranjeras no solo proporcionaron el estilo y la actitud contestataria que caracterizan al género, sino que también se adaptaron a las vivencias y diversas realidades de las bandas nacionales.

La expansión del metal a distintas partes del país permitió la creación de escenas propias en lugares como Cusco, Arequipa, Tacna y Puno. Cada ciudad desarrolló un estilo característico, reflejo de las particularidades de su entorno y su idiosincrasia. En Puno, por ejemplo, el metal no solo absorbió influencias externas, sino que también se nutrió de las tradiciones locales, creando una mezcla singular entre las raíces andinas y la agresividad de los géneros más extremos del metal.

Banda Profecía durante una tocada en los eventos de música metal en el sur del país donde el movimiento de los headbangers fue incrementando progresivamente.
Banda Profecía durante una tocada en los eventos de música metal en el sur del país donde el movimiento de los headbangers fue incrementando progresivamente.

“El metal en Puno fue siempre un espacio de resistencia y afirmación cultural, un lugar donde se fusionaron muchas cosas”, menciona Christian Reynoso, periodista y escritor que vivió en primera persona los inicios de este movimiento. Su reciente libro, “Levántate y pelea. Metal en Puno y el sur peruano (1994-2004)”, explora los primeros diez años de esta escena, que comenzó a tomar forma en los años 90.

En los inicios de la escena puneña, varias bandas locales contribuyeron a definir su identidad, experimentando con diferentes estilos del metal, desde el hardcore hasta el death metal. Aunque muchas de estas agrupaciones no lograron grabar material, fueron fundamentales en la consolidación del movimiento. “Era interesante ver cómo estas bandas locales buscaban un sonido propio, experimentando con letras y temáticas que reflejaban sus vivencias en el altiplano. No solo hablamos de letras y sonidos, sino de la creación de una identidad propia”, comenta Reynoso sobre el metal como una forma de expresión para los jóvenes de la región, quienes encontraron en él un espacio para canalizar sus frustraciones y sueños.

Portada del libro sobre la historia del metal en el sur del país "Levántate y pelea" de Christian Reynoso
Portada del libro sobre la historia del metal en el sur del país "Levántate y pelea" de Christian Reynoso

El primer festival de metal

El 25 de junio de 1994, la escena metal de Puno dio un paso importante con la realización del primer concierto de metal en la ciudad, denominado “Gran Devastación”. Este evento, que tuvo lugar en la Casa de Pizarro, un local humilde y periférico, marcó el inicio de la consolidación del movimiento. En ese concierto participaron bandas como Fosa Común, una agrupación de death metal proveniente de Arequipa, y la banda local Hostia.

Este primer festival fue organizado por un grupo de amigos llamados “Posesión Satanic”, quienes ya venían escuchando y promoviendo el metal en la región. Con el tiempo, la Casa de Pizarro se convertiría en un lugar icónico para la escena metal de Puno, siendo el punto de encuentro de conciertos y reuniones de metaleros que cobraba cada vez más fuerza.

Cartel de uno de los primeros grandes eventos de metal en el sur que se remonta al 10 de junio de 1995 en Puno.
Cartel de uno de los primeros grandes eventos de metal en el sur que se remonta al 10 de junio de 1995 en Puno.

Sin embargo, ser metalero en Puno durante esa época no era tarea fácil. Muchos jóvenes enfrentaron prejuicios y estigmas de la sociedad, que los veía como rebeldes peligrosos y, en algunos casos, los asociaban con el satanismo. “Era común que la gente nos mirara con desconfianza, como si fuéramos ‘adoradores del diablo’ simplemente por escuchar metal y vestir de negro”, recuerda Reynoso. Esta percepción errónea, que se intensificaba en una ciudad de tradiciones profundamente arraigadas, dificultó en gran medida la aceptación de la cultura metal en el ámbito público.

A pesar de estas barreras, el primer concierto demostró que el metal había llegado a Puno para quedarse. El evento no solo fue un éxito en términos de asistencia, sino que también marcó el inicio de una comunidad unida por su amor a la música, que se mantendría a lo largo de los años. Reynoso destaca cómo el concierto significó un momento de reivindicación: “Aquel concierto demostró que, a pesar de los prejuicios, el metal en Puno era un espacio para expresarnos sin miedos ni tabúes”.

Al calor del baile

El metal en Puno se diferencia de otras escenas regionales no solo por su estilo musical particular, sino también por su vínculo con las tradiciones culturales locales. Aunque sus seguidores escuchaban y admiraban la música de bandas extranjeras, el metal puneño fue adoptando características propias, reflejando la dualidad cultural de sus integrantes. Esta escena no solo fue un espacio musical, sino también un espacio de resistencia cultural, donde los jóvenes conectaban con sus raíces altiplánicas sin renunciar a su fascinación por la agresividad y rebeldía del metal.

Uno de los elementos más distintivos del metal en Puno es su conexión con la tradición de la Diablada, una danza que se celebra en la Fiesta de la Candelaria, evento emblemático de la región. Curiosamente, muchos metaleros de Puno participaban en esta fiesta como bailarines, fusionando el metal con los elementos visuales y simbólicos de esta danza.

Agrupación de metal Misterium quienes tienen temas como "Requiem", "Dinero y poder", "Misterio", entre otras canciones.
Agrupación de metal Misterium quienes tienen temas como "Requiem", "Dinero y poder", "Misterio", entre otras canciones.

Los trajes de diablos, coloridos y elaborados, cobraban una nueva vida cuando eran llevados por estos jóvenes, quienes veían en la Diablada una expresión de fuerza y desafío que encajaba perfectamente con el espíritu del metal. Como señala Reynoso, “ver a metaleros bailando en la Candelaria era algo único; la energía y la pasión que mostraban reflejaban esa dualidad entre la modernidad y lo tradicional”.

A pesar del crecimiento que vivió el movimiento metalero en Puno durante la última década del siglo XX, la escena comenzó a experimentar un declive en los años 2000. Las dificultades económicas, la falta de apoyo institucional y la competencia con otros géneros musicales populares contribuyeron a esta disminución. La producción de conciertos y grabaciones comenzó a mermar debido a los altos costos de organización, sumado al hecho de que muchos de los integrantes de las bandas y organizadores emigraron a otras ciudades en busca de oportunidades.

Por otro lado, el auge de la tecnología y la llegada de internet también contribuyeron al aislamiento de la escena en Puno. Mientras otras ciudades del país conectaban sus movimientos subterráneos a través de redes sociales y espacios virtuales, la comunidad metalera puneña se enfrentó a la dispersión. “Sin embargo, hoy las cosas parecen cambiar, hay de todo, pues como siempre las cosas pasan por etapas, pero siempre es momento de levantarse y pelear”, concluye Reynoso en alusión al nombre de su libro.

Sobre el libro
"Levántate y pelea"

Autor: Reynoso, Christian

Editorial: Ediciones Altazor S.R.L.

Publicado:2024-09-19

Número de páginas:252

Tamaño:16x24cm.

Precio: S/49