Pensando en todos los atributos que podríamos destacar de Ricardo González Vigil –crítico, poeta, editor, antologador, docente, etc.–, quizá la palabra agradecimiento es la primera que se viene a la cabeza.
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Porque han sido varias las generaciones de lectores las que han formado su conocimiento de la literatura peruana gracias a sus textos, sus observaciones y su curaduría. En algunos casos de autores particulares (su conocimiento de la obra de César Vallejo es exhaustiva y siempre actualizada) y en otras ocasiones con una mirada panorámica que sabe aglutinar y encontrar matices o coincidencias para establecer lecturas siempre inteligentes, profundas más allá de las visiones superficiales.
Por eso es tan destacable la colección “Cuentos peruanos de la pandemia”, que González Vigil ha preparado en los últimos meses con premura, pero sin renunciar a la rigurosidad. Reúne aquí a 36 voces destacadas del relato corto contemporáneo de nuestro país, y lo hace siguiendo los parámetros de la situación de emergencia que nos afecta: una coyuntura claramente extraordinaria y desconcertante para todos. Y por esa razón –acaso más que cualquier otra antología que haya preparado con anterioridad–, esta luce especial y extraña, fascinante y cruda al mismo tiempo. Un documento imprescindible para entender el estado actual de nuestras letras, a través de un prisma que mezcla la realidad más brutal con la ficción.
Si bien es un conjunto de cuentos sumamente diverso en cuestión a los temas y el tono, quería invitarlo a hacer un ejercicio inverso: ¿es posible encontrar algún factor aglutinante o un rasgo constante o un punto en común que haya podido detectar al ir recibiendo los textos?
Conforman un mosaico amplio y representativo de nuestra heterogeneidad social y cultural. Percibo varios nexos entre los cuentos; aquí quisiera destacar tres que considero especialmente relevantes: 1. La confianza en el ciclo vitalizador de la naturaleza que poseen las cosmovisiones no occidentales, con sus convicciones mítico-mágicas, tanto la andina (Cecilia Granadino, Omar Aramayo y Óscar Colchado) como la amazónica (Roger Rumrrill y Walter Lingán) y la afrodescendiente (Octavio Santa Cruz). 2. La proyección distópica al futuro (Aramayo, Fernando Iwasaki, Tanya Tinjälä, Alexis Iparraguirre, Alejandro Neyra, Luisa Fernanda Lindo y Charlie Becerra). 3. La reelaboración metaliteraria de grandes narradores: Ribeyro en el caso de José Güich Rodríguez, Onetti en el de Sylvia Miranda, Bradbury en el de Daniel Salvo, Borges en el de Selenco Vega Jácome, y Orwell en el de Charlie Becerra; además de las propuestas de libros que habrían pronosticado la pandemia actual, en el de Stuart Flores.
En un contexto tan doloroso, cruel y atroz, todavía habrá quienes se pregunten qué puede aportar la literatura. Pienso, por ejemplo, en esos famosos versos de Vallejo: “Alguien va a un entierro sollozando/ ¿Cómo luego ingresar a la Academia?”. Mi pregunta sería: ¿cómo explicar la relevancia de un libro de ficciones en torno a algo tan crudamente real como la pandemia?
Lo que ocurre es que la ficción (ya sea realista, realmaravillosa, fantástica u onírico-simbolista) ahonda en las vivencias reales, trasciende la circunstancial y devela los niveles más perdurables del contexto histórico aportando los signos mayores de una época. Un ejemplo soberano, precisamente, es Vallejo, quien entona un himno a los Voluntarios de la Vida para que derroten a la Muerte. Subrayemos la afinidad con el mensaje central de las tragedias griegas: se representaban en conjuntos de cuatro obras, la primera terminaba mal; la segunda, pésimo; y la tercera, encontraba una salida para superar lo “doloroso, cruel y atroz” de la existencia, triunfo de la vida y la esperanza que era redondeado por el júbilo dionisíaco de la cuarta obra (el drama de sátiros). En ese conjunto resulta capital el rol del coro: canaliza la catarsis del espectador, transmitiendo la seguridad de que el destino sabe lo que hace y que no hay mal que por bien no venga. En esa línea, mi prólogo presenta a los autores seleccionados como un “coro de vida”.
Momentos históricos y trascendentes suelen marcar en buena parte la producción literaria de un país o una sociedad. Pienso, por ejemplo, en la literatura sobre el terrorismo y el conflicto en el Perú de los 80 y 90, que ha sido considerable. ¿Cree que esta situación vaya a crear una tendencia similar? ¿O son situaciones muy diferentes?
Sin duda, va a marcar nuestra creación literaria, porque afecta de modo integral la vida cotidiana de toda la población y está azotándonos con la crisis sanitaria, económica, política, pedagógica y de los lazos familiares y amicales más grave de que tengamos noticia desde el cataclismo con que la Conquista desarticuló el Tahuantinsuyo. Un factor sin parangón posible es el alcance mundial de la pandemia, inicio de una nueva época para la humanidad entera.
Lamentablemente, uno de los autores incluidos ya no está con nosotros. Hablo de Pedro Novoa, que también padeció el COVID-19 y luego falleció de un cáncer complicado por el descalabro del sistema de salud…
Tuve el privilegio de tratarlo en numerosos eventos culturales y apreciar su bonhomía, sólida formación literaria y eficiencia como gestor cultural. Los premios que ganó prueban elocuentemente la calidad fuera de lo común. Su prosa desaforada instala el vértigo verbal (con gran riqueza sintáctica y léxica) de un expresionismo que desnuda la “mitad animal” (abominable) del ser humano en el alienante orden social que padecemos.
Por último: este es un libro construido con el apoyo de su esposa y de su hijo, como bien señala en la presentación. Quisiera preguntarle por su experiencia personal en la crisis. ¿Cómo ha vivido el proceso en cuanto a la salud, la fuerza anímica y mental, y su pasión por la literatura? ¿Diría que un proyecto así es también una forma de resistencia?
Efectivamente, constituye una forma de resistencia. La pasión por la literatura y, en general, la lectura resulta vital (la vida interior de la sensibilidad, la inteligencia y el espíritu) para el trío familiar que vivimos juntos, y también para mi hija que reside en Holanda, pero siempre en contacto con nosotros.
“Cuentos peruanos de la pandemia”
Editor: Ricardo González Vigil
Páginas: 484
Editorial: Mascapaycha
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