Estaba llevando a su hijo a una reunión en el centro de Manhattan cuando sonó el teléfono. Como todos, al ver un número desconocido, suele no contestar. Una llamada perdida desde Chicago. Cuando llegó a casa, encuentra en su correo electrónico un mensaje muy escueto, diciendo que lo iban a llamar de la Fundación MacArthur. Esta vez sí atinó a contestar.
Al otro lado de la línea le contestaron siete voces de un comité consultivo. Le comenzaron a leer un guion, donde le anunciaron que había sido seleccionado para recibir una de las becas más prestigiosas en Estados Unidos. Se trata de un reconocimiento al que no se puede postular o competir abiertamente. Sus candidatos son propuestos por un jurado definido por el anonimato, y evaluados por un comité de selección igualmente desconocido. Y al ser entregado, no existe ninguna condición. Daniel Alarcón recuerda que se desbarató en su sitio, atinando solo a reír nerviosamente de todas aquellas palabras elegantes dirigidas hacia su trabajo. Para él se trataba de una situación absurda. “Una risa muy poco profesional, debo de confesar”, nos cuenta vía telefónica. “Pensaba que debía ser un chiste”.
Pero no lo era. El comunicado oficial de la prestigiosa Fundación MacArthur acaba de anunciar oficialmente el nombre del escritor peruano en su lista de beneficiarios, reconociendo con 650.000 dólares su personal exploración de “los lazos sociales, culturales y lingüísticos que conectan a las personas en América Latina y las comunidades de habla hispana en todo el continente americano”. En efecto, para Alarcón, trabajar y escribir en español, resulta una opción política. “Cuando presentamos la idea de “Radio Ambulante”, su podcast de crónicas radiales a diferentes personas, muchos nos felicitaban pero luego inquirían por qué no lo hacíamos en Inglés. Y nosotros teníamos que explicar que nuestra opción de trabajar en español era importante, pues hay historias que son intraducibles, que se viven, se entienden y se sienten en su idioma original. Más que política, la nuestra era una opción estética, pero que en la medida que el ambiente anti migrante y anti latino se agudizaba en el país, su sola existencia en la radio Pública en Estados Unidos se convirtió en algo político”, explica el habitual redactor del New Yorker.
Alarcón busca un lugar donde sentarse en el campus de la Universidad de Nueva York para atender esta llamada. Hace seis semanas, el lugar estaba completamente vacío, pero ahora, tras levantar las prohibiciones de la pandemia, pareciera que alguien hubiera echado a andar un motor invisible. Si en semestre pasado dictó sus clases de periodismo en medio del desierto, ahora no encuentra un lugar donde sentarse. Nos cuenta que el día está soleado en la Gran Manzana, ya nadie usa mascarillas y, por momentos, las sirenas de la policía o de los bomberos interrumpen la conversación. Son señales de que la vida ha regresado. La última vez que estuvo en Lima fue en enero del 2020, y ya quiere regresar a celebrar el premio con la familia y los amigos.
¿Cómo es ese desafío desde el español, idioma que, a pesar de su fuerza social, sigue siendo invisible para el establishment cultural estadounidense?
He vivido una suerte de invisibilidad cultural aquí en Nueva York. En la misma facultad donde dicto clases, si bien todos son muy amigables, se preguntan qué hago aquí. En ese sentido, un premio como este resuelve esas dudas, lo siento como una validación muy importante. Estoy muy agradecido. Trabajar en español para una comunidad latinoamericana, me hacía casi inelegible para un reconocimiento como éste. Que nadie se iba a dar cuenta del empeño y la calidad que podíamos en cada episodio de Radio Ambulante.
Pienso en ganadores anteriores como David Foster Wallace y Cormac McCarthy, por mencionar solo un par de nombres del prestigioso listado de la beca de la Fundación MacArthur. Todos escritores canónicos. ¿Cómo te sientes dentro de esta lista?
Me siento súper orgulloso. Me muero de la felicidad. Vivo días de mucha emoción. Lo que tiene de especial esta beca es que apuestan por jóvenes. A los 44 años, soy viejo para ser futbolista, pero joven para ser escritor. Una de las cosas chéveres de la beca es que identifica talentos en su desarrollo. Con esta validación, siento que podría hacer muchas más cosas. Tengo la suerte de trabajar en cosas que me gustan, y eso ya es suficiente privilegio. Y que encima de esa suerte me llegue este reconocimiento es increíble.
La beca de la Fundación MacArthur, es conocida popularmente como Genius. Hablemos del concepto tan romántico de la genialidad: ¿Dónde radica el genio? ¿O qué se debe hacer para crear esa ilusión en los demás?
Es buena pregunta. Creo que las cosas que hago bien, es porque disfruto al hacerlas. Una parte importante de la genialidad, si se puede llamar así, es trabajar en algo que te gusta. Y he tenido la suerte de hacerlo.
Esta es una buena noticia que tiene que ver con el reconocimiento literario. Algo muy distinto a lo que sucede aquí, cuando el Ministerio de Cultura “desinvita” a escritores a participar de la Feria de Guadalajara, diciendo que eran escritores privilegiados que podían costearse el pasaje. ¿Qué piensas de este maltrato?
Tengo que decir que no conozco ningún escritor que estaría en desacuerdo con la idea de organizar una presencia peruana diversa en términos geográficos, estéticos y culturales que represente realmente lo que es el Perú. Sabemos que siempre hay argollitas en estas cosas, pero desinvitar a escritores que ya estaban preparados para ir es una torpeza, para decirlo de forma generosa. Si a mí me hubieran invitado y luego desinvitado estaría absolutamente furioso, obviamente, es una cachetada que nadie se merece. En mi caso particular no me gustan las ferias, me causan cierta ansiedad, incluso antes de la pandemia. Pero no se trata de las ferias sino lo que sucede alrededor de ellas: las oportunidades y los contactos profesionales que los escritores van a perder. Ofrecérselos y luego quitárselos es una cachetada.
Ciertamente el discurso de reivindicación regionalista del gobierno frente al centralismo limeño es comprensible. Pero cómo lograr que una reivindicación no se convierta en un peligroso revanchismo.
¿Me estás pidiendo que resuelva los problemas del Perú? (ríe)
Una pregunta para un escritor reconocido con la beca MacArthur…
Es que el revanchismo también se da desde Lima hacia provincias. El hecho de que en Lima ganara un candidato cómo Rafael López Aliaga, con un discurso que se podría interpretar como revanchista frente a las provincias, coqueteando con el racismo, es obvio que se genere una reacción en la otra dirección. Pedirle a un político como Castillo, un gobierno que tiene que consolidar su poder, que no utilice los recursos que tiene a mano es difícil, porque obviamente una de sus herramientas es la polarización. Para salir de este problema se requiere de una grandeza y una visión de Estado diferente, algo que no vemos en nuestros políticos de cualquier partido.
¿Cuánto de nuestra crisis política puede reflejarse o recibe influencias de lo que sucede en Estados Unidos?
Es muy interesante. Cuando hablo con amigos peruanos y latinoamericanos que no viven en Estados Unidos no se dan cuenta de la dimensión de la crisis política que se vive aquí. Polarización, desencanto por las instituciones, un gobierno desprestigiado por cuatro años de abuso y maltrato, culminando esto con la insurrección del 6 de enero en el Capitolio. Hay quienes dicen, y yo estoy de acuerdo, que estos eventos eran un presagio más que un final. Eso es lo que yo temo. Sin duda, para muchos populistas latinoamericanos, tantos Bolsonaros en potencia, las tácticas de Trump son vistas absolutamente traducibles a la realidad de cada país. Hacer de los medios el enemigo, desprestigiar cada investigación o reporte negativo con ‘fake news’, son tácticas que funcionan. Si no funcionaran, Trump no habría sido presidente. Y desafortunadamente, también funcionan en contextos latinoamericanos. Ver que el presidente de los Estados Unidos puede romper todas las reglas de la política convencional es como darle luz verde a prácticas sucias que anteriormente la gente no hacía por pudor. Vamos a ver más de eso.
Déjame hacerte la pregunta menos elegante: ¿qué harás con los 650.000 dólares de la beca?
Una broma que les he hecho a mis primos era que pensaba comprar un pequeño club de fútbol como la “U” (ríe). Pero más allá del chiste, realmente quiero tomarme un tiempo para pensarlo bien. Lo que me da esta beca es tiempo para hacer proyectos locos. Lo que busca la beca es que seas creativo, que hagas lo que quieres hacer. Que lo tomes como una inversión en tu creatividad. Hacer retos audaces. Y pienso tomarme eso muy a pecho y pensar bien los proyectos creativos que quiero hacer. No pienso comprarme ni un helicóptero ni un auto nuevo. No tengo esos gustos. Pero te confieso la compra más pituca que me hice tras recibir la noticia: tres pares de zapatillas. De colores estrambóticos e histéricos, verdes, amarillas y azules. Así son mis ganas de celebrar.
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