En medio de una investigación que pondría en jaque al presidente de México, el dueño de la radio en la que trabaja Daniel Lizárraga lo llama a su oficina. Sonriendo, le dice: “Te pido de la manera más atenta que no saques ese reportaje. Vas a perjudicar a la empresa”. Sin embargo, el periodista continúa investigando los vínculos de Enrique Peña Nieto y su esposa con una empresa constructora. El panorama empeora. No permiten que lo publique y lo despiden junto con todo el equipo a su cargo. Él busca la manera de sacarlo a la luz. A pesar del remezón que provoca su trabajo, los demás medios le cierran las puertas. Él y su equipo terminan sin empleo.
Esta historia no pertenece a algún libro de ficción. Se trata de lo que vivieron Lizárraga, Carmen Aristegui y los reporteros Irving Huerta, Rafael Cabrera y Sebastián Barragán, tras revelar que el presidente Enrique Peña Nieto recibió como donación una vivienda de 7 millones de dólares en la zona más exclusiva del Distrito Federal para él y su esposa de parte de una constructora que se vio favorecida con millonarios contratos de obras públicas. “Es una situación difícil porque [gracias a esta investigación] nos han dado premios internacionales como el García Márquez, el nacional de periodismo en México, el del IPYS... y todos piensan que las ofertas de trabajo nos llueven. Pero no solo no llueven, sino que ni nublado está”, sostiene el periodista.
—Tras su despido de la radio MVS, esta investigación no se llega a emitir. ¿Por qué?
Nunca salió en la radio. Tenemos una versión de ese reportaje que se quedó enlatada. Ante la censura que nos cayó encima, tuvimos que buscar otras maneras de difundirlo.
—Finalmente lo hicieron a través de la página web de Carmen Aristegui, con quien trabajaban en la emisora.
Decidimos sacarlo en Aristegui Noticias después de lo que pasó con los directivos [de la radio]. No fue una censura de golpe y gritos en la mesa, sino prácticamente un pedido.
—Una suerte de “favor empresarial”...
“Mira que nos vas a dejar en una situación muy vulnerable”, fueron las palabras que usaron. Evidentemente nos costó mucho trabajo decidir qué hacer, sabíamos las complicaciones.
—¿Cómo replantearon sus carreras después de esto?
Estamos trabajando en Aristegui Noticias, pero es una página que se sostiene básicamente del bolsillo de Carmen. El dinero que nos da es significativo, pero para la mayoría de nosotros no es ni la mitad de lo que ganábamos. Eso nos tiene en problemas a cada uno.
—¿Con el PRI en el poder y el narcotráfico amenazando a los periodistas, dudaron en algún momento en seguir investigando un tema tan polémico?
Sí, hay un momento en el que lo pensamos. En México hemos vivido una dictadura perfecta, de un solo partido, como decía Vargas Llosa. Somos herederos de ella, que está echando raíces para quedarse. Uno de los pilares de ese sistema es el control de la prensa, pero un control sutil, que no te desaparece necesariamente. Este sistema nos ha aislado.
—¿Recibieron amenazas?
Obviamente tuvimos preocupación por nuestras familias. Pero no hubo amenazas directas ni veladas. Es la otra cara de la violencia: te alejan, te aíslan, te ponen en un rincón. Es otra manera de acabarte, en un sentido diferente.
—Tras la publicación del reportaje, la empresa relacionada a Peña Nieto fue separada de un proyecto importante para hacer un tren. ¿En qué momento se dieron cuenta de que provocarían tal remezón?
Es como cuando suena una alerta sísmica aquí en la Ciudad de México. Yo sabía que iba a temblar, pero no sabía la magnitud del temblor.
— ¿Qué consideraciones tuvieron durante la investigación con los datos que iban consiguiendo?
Lo que traté de hacer con los muchachos era que estuvieran absolutamente seguros de que está todo bien hecho, de manera que no nos pudieran desmentir nada. El Gobierno no ha podido tumbar el trabajo. A fin de cuentas, a lo que tenemos que aferrarnos es a eso. Todo lo que nos han hecho es personal, pero con nuestro trabajo no han podido.