Mario Vargas Llosa en una visita a Arequipa este 2023.
Mario Vargas Llosa en una visita a Arequipa este 2023.
/ HEINER APARICIO

El mundo era distinto cuando recibió la llamada que cambió su vida, el 7 de octubre del 2010. Gabriel García Márquez vivía, Carmen Balcells también, Sergio Markarián todavía era el DT de la Selección, el Rey de España era otro. Desde Nueva York, horas antes de empezar su cátedra de Filosofía de la Literatura, recibió la noticia. Perú celebró, España celebró, la familia del ganador del Premio Nobel de Literatura celebró. Él, soñador, esperaba que la atención del mundo no sea tan alta, ni permanente.

“Voy a seguir escribiendo hasta el último día de mi vida”, juró entonces en conferencia de prensa desde el Instituto Cervantes de Nueva York. “Lo que sí va a cambiar es mi vida diaria y espero que solo temporalmente. Hoy no esperaba estar rodeado de tantos periodistas, pero voy a tratar de sobrevivir”, añadió. No es exagerado afirmar que su elección tomó por sorpresa al mundo, incluso las apuestas se movían a favor del estadounidense Cormac McCarthy, quien finalmente falleció en 2023 sin llevarse jamás la medalla.

Dos meses después del anuncio, el 10 de diciembre del 2010, Vargas Llosa recibió el premio entre el lujo y los protocolos de la Academia Sueca. Tres días antes, el galardonado peruano dio su discurso de aceptación, el cual condensó su vida familiar, ideario político y pasión por la literatura; etapas que nunca han estado del todo separadas, sí superpuestas. En Perú mientras tanto, la alegría por el reconocimiento al escritor corrió en paralelo a las preocupaciones políticas; cada vez faltaba menos tiempo para las elecciones presidenciales del 2011.

Es en el marco de esas elecciones donde se institucionalizó, en la práctica, convertir en noticia la postura política del primer Nobel peruano. En 2011 Vargas Llosa dijo que votaría “sin alegría” a favor de Ollanta Humala, que ganó la segunda vuelta ante Keiko Fujimori; en 2016 respaldó a Pedro Pablo Kuczynsky, que también venció a Fujimori; y en 2021 apoyó a Fujimori, que perdió contra Pedro Castillo. El escritor, candidato a la presidencia en 1990 y presidente de la Fundación Internacional para la Libertad, es considerado una voz autorizada en la defensa de la democracia.

Desde que ganó el premio, Vargas Llosa mantuvo una constante producción ensayística, con obras como “La civilización del espectáculo” (2012) y “La llamada de la tribu” (2018), y de ficción, con las cinco novelas “El sueño del celta” (2010), “El héroe discreto” (2013), “Cinco esquinas” (2016), “Tiempos recios” (2019) y “Le dedico mi silencio” (2023), que será su novela final, aunque no su última obra. Ese honor está reservado a un ensayo sobre el filósofo francés Jean-Paul Sartre, una influencia clave de sus años formativos.

En lo personal, estos años no han sido menos intensos. Allí está la separación de Patricia Llosa y posterior relación con la socialité española Isabel Preysler; vínculo que atrajo a la prensa del corazón en múltiples ocasiones, desde su inicio en 2015, pero en especial cuando finalizó, a inicios del 2023. En esas superposiciones de etapas, la novela final tiene una dedicatoria escueta: A Patricia. Tampoco se puede dejar de mencionar la influencia del peruano en ficciones, como prueba la novela “Los genios” de Jaime Bayly, donde se examina la desavenencia que tuvo con García Márquez, y la anunciada serie “La agencia del Boom”, que contará cómo se creó el llamado Boom Latinoamericano, que puso al peruano en el mapa literario. Ya no habrá más novelas, pero la vida del Nobel es un trabajo en trabajo en progreso donde no hay lugar para la página en blanco.

DATO

Este viernes El Comercio compartirá gratis el primer capítulo de la novela. Para leerlo solo ingresa a elcomercio.pe/luces.

Contenido sugerido

Contenido GEC