(Difusión)
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José Carlos Yrigoyen

Cuando Alberto Hidalgo publicó en 1937 “Diario de mi sentimiento”, sus enemigos dictaminaron que “Diario de mi resentimiento” hubiera sido un título más apropiado. Porque Hidalgo tenía muchísimos enemigos. Se los había ganado a pulso, hay que decirlo. Era un hombre sumamente temperamental, que carecía de filtros al emitir sus opiniones y que seleccionaba los adjetivos más viscerales y procaces al juzgar la obra de sus contemporáneos, sin ahorrarse ningún ad hominem que se le ocurriera en el trayecto. En este libro inclasificable, donde se entremezclan la crónica, la crítica literaria, el arte poético y el libelo, su autor acepta desde el principio su vocación y sus razones: “He sido, soy siempre, ante todo y sobre todo, un escritor beligerante. Me paso la vida preguntando contra qué o contra quién se puede escribir, pues entiendo esa manera como la más adecuada para escribir a favor de alguien o de algo” (p. 24).

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