¿Cuánto es capaz de decir Eddie Palmieri desde un piano? Bastaba verlo en el escenario para entender que cuando sus dedos bailoteaban sobre las negras y blancas, nos hablaba en todos los idiomas, desafiando los límites de la lengua y el entendimiento de los símbolos; era desafío para la palabra escrita y para la transmisión oral. En su juventud, su forma de tocar era una danza por sí misma: no solo sus yemas le extraían sonidos al teclado, sino sus manos en toda extensión, sus brazos, sus codos, su pecho, su peso y alma enteras aporreaban el instrumento para sacarle música como quien intentaba liberar almas estremeciendo fuerte la tierra.
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Todo comenzó en aquel momento clave cuando, antes de cumplir los quince años –en los albores de la década del 50- su madre doña Isabel lo convenciera para que deje el timbal y se decidiera a tocar el piano. Quizás se perdió a un émulo de Tito Puente, pero se ganó a un pianista único y eterno.
Hoy, la edad, la destreza y el temple hacen que Palmieri no necesite ya aquellos grandes aspavientos para ser visto como un sumo sacerdote de la salsa cuyo único evangelio es hacer disfrutar. Hoy se mueve con elegancia y precisión. Cada palabra es sagrada. Cada canción, también. Le han llegado los días en que la rumba se calma y hay espacio para contar la vida como si se estuviera alrededor de una fogata en un tranquilo atardecer. Eduardo Livia llegó en ese preciso momento para ejercer el papel de trovador.
“Maestro, con tantas historias que usted ha vivido ¿no ha pensado en escribir un libro sobre su vida?”, le preguntó al artista durante un almuerzo en Lima. Aunque le dijo que en Puerto Rico ya había alguien que se estaba encargando del tema, la sobremesa los llevó por otras rutas y recuerdos. Livia recordó una información inédita.
-¿Y tú cómo sabes eso? – inquirió el pianista.
-Bueno, uno aprende fácil aquello que le gusta, lo que ama –le dijo Livia.
-¿Sabes una cosa? Tú deberías escribir el libro mío. Es lo que tienes que hacer… “Mi amigo Palmieri”
-Mi tocayo…
-“Mi tocayo y yo”, me gusta ese título… Trabájalo.
-Sería un honor…
-En lo que pueda ayudarte, lo haré. Tu hermana Norma y tú son nuestra “familia de Perú”. Mi hijo y yo siempre hablamos de ustedes. ¡Salud!
“Ese fue el momento, la chispa que encendió el motor para empezar a escribir el libro”, recuerda hoy Livia.
Y, precisamente, cuando uno espera preguntarle “¿Por qué Palmieri?”, descubre que la introducción del propio libro responde a esa pregunta. Livia, también. “Es uno de los artistas más trascendentales de la música afrocaribeña, dueño de una de las discografías más excitantes de la salsa –nos dice-. Fue el primer músico latino que se ganó un Grammy y ya ha recibido diez. No solo eso. El año 2013 fue nombrado NEA Jazz Master, el más alto honor que los Estados Unidos otorga a un músico de jazz. Solo cuatro latinos han recibido esa distinción (N. de R: entre ellos, Paquito D’Rivera, Ray Barretto y Cándido Camero). Fue el primer salsero que llevó su música a las cárceles y, también, a las universidades. Es un pionero que, más de una vez, fue a contracorriente. Mentor de nuevas generaciones. Un vanguardista musical y portavoz político, social y cultural de nuestros pueblos. Un humanista. Y como pianista es muy especial. Sus disonancias son célebres, sus montunos insuperables y sus solos son únicos. Si te atrapa, nunca saldrás del embeleso”.
Echando pa’lante
Livia nos recuerda que, musicalmente, la carrera de Eddie Palmieri ha tenido muchos momentos decisivos: cuando forma su primera banda, La Perfecta, a finales de 1961; los 70, cuando se convierte en líder del movimiento salsero sin ser parte del imperio Fania; o cuando abraza el jazz, desde mediados de los 80, lo que le abrió las puertas de Europa y el mundo entero.
Pero al contemplar los hitos de su carrera es indispensable reconocer que lo social también ha tenido espacio en su obra. Esto gracias, principalmente, a un músico poco conocido, Bob Bianco, quien no solo lo introdujo en el método musical de Schillinger, sino que le enseñó Economía Política en la Henry George School. Para convencerlo, Bianco le dijo: “Si estudias conmigo, te garantizo que nunca volverás a leer el periódico de la misma manera”. Ese fue el germen para que Palmieri “se enamorara de la humanidad” y compusiera temas como “Justicia” o “La Libertad, Lógico” y que grabara discos como “Harlem River Drive” (1971). “A principios de los 70, Eddie tomó conciencia sobre la situación que las minorías latinas y afroamericanas enfrentaban en Norteamérica e identificó las condiciones preexistentes: el hambre, el racismo, la pobreza y la guerra”, cuenta Livia, quien realizó un exhaustivo trabajo de investigación.
Aunque, por supuesto, para un melómano como él escribir el libro fue una ardua pero grata experiencia. Tuvo como base dos entrevistas formales y dos charlas más con Palmieri –a quien trata de tú y se refiere a él con un muy familiar “Eddie”- además de decenas de entrevistas a músicos, cantantes, promotores y periodistas, realizadas durante casi seis meses. “Muchas fuentes fueron consultadas, de eso da fe la bibliografía de la obra –recuerda el autor-. Fueron varias las madrugadas invertidas, que me sirvieron para escuchar toda su discografía y convencerme de que se trata de un artista genial. Adicionalmente, tuve la chance de que el propio Palmieri y su manager, Edward Palmieri II, revisaran el manuscrito y me dieran valiosa retroalimentación. A ellos les estoy muy agradecido”. A pesar de que la versión original del libro iba a tener 400 páginas y nueve capítulos, la editorial priorizó solo seis capítulos. Livia espera pronto tener la oportunidad de que los otros tres vean también la luz.
Eduardo Livia se ha acercado, como muy pocos pueden, a las luces y las sombras de un artista inigualable, uno de los pianistas más brillantes que nos regaló la música latina. Aunque, muchas veces, algunos salen decepcionados de estos acercamientos, pues no siempre el ídolo lo es también fuera de los escenarios, Livia no sufrió este pesar, sino todo lo contrario. “Eddie Palmieri es un gran ser humano. Muy buen conversador y bromista. Es una ‘enciclopedia andante’ y está lleno de historias y anécdotas. Se nota que le gusta transmitir sus experiencias, que son la historia misma de la música afrocaribeña. He tenido la chance de estar, más de una vez, en los ensayos con su banda. Fue toda una experiencia. Sabe maximizar el talento de sus músicos, exigiéndolos, al mismo tiempo que les da confianza en un ambiente ameno. Los años le han dado sabiduría. Cuida mucho su alimentación y, en estos tiempos de pandemia, ha seguido todos los protocolos de seguridad”.
Sujétate la lengua
Han pasado poco más de 30 años desde que Eddie Palmieri, conocido también como ‘El Rompeteclas’ o ‘El Sol Mayor’, llegara por primera vez al Perú. Tierra salsera como pocas en el mundo, nuestro país tiene la capacidad de sorprender siempre hasta al más pintado. Cuando llegó para tocar en la Feria del Hogar, en agosto de 1990, le presentaron a Enzo Palmieri, cantautor que resultó ser su “primo peruano”, pues era descendiente de los mismos Palmieri que llegaron a Puerto Rico a mediados del siglo XIX, sus ancestros.
Pasaron muchos años en los que llegaron a Lima varias de las más grandes estrellas de la salsa, pero Palmieri no repetía. Entonces, el 2011, Eduardo viajó con su hermana Norma a Colombia, para poder verlo tocar. Regresó el 2015. Según nos cuenta, los “salseros duros” se sentían frustrados por no poder verlo en Lima. En aquella oportunidad se juntó un grupo de más de 20 que llegó a la tierra del café. “No tengo registro que otro músico de salsa haya motivado un viaje similar”, nos confía.
Pero grande fue su sorpresa cuando se anunció que Palmieri volvería a Lima en octubre del 2016. El Callao lo recibió con una estatua hecha en su honor. Eso lo emocionó mucho pues, cada vez que Eduardo hablaba con él, le preguntaba por ella. “Peruanos, cuídenme la estatua”, le decía con cariño. En el show de aquella primavera limeña se presentaron también músicos de otros géneros, como Alejandro Sanz o Jorge Drexler, amén del enorme Rubén Blades, pero Palmieri se llevó las palmas más entusiastas. Los entendidos sabían que no había muchas oportunidades de escucharlo en Lima.
En setiembre del 2019 regresó para el Festival Viva la Salsa. Su orquesta era la estelar entre otras ocho. Superó algunos problemas técnicos y volvió a deslumbrar. Todo estaba planeado para que volviera otra vez a nuestra capital para la segunda versión del festival, en junio del 2020, pero la pandemia nos privó de oírlo nuevamente. Por ahora. Eduardo también vio pospuesto su trabajo, pues pensaba lanzar su libro en la víspera de aquel concierto. Finalmente, lo ocurrido le permitió afinar mejor su investigación y, según dice, también hacer un mejor libro.
Le dio tiempo para recordar, por ejemplo, cómo se sintió el artista en su llegada al Perú del 2016. Palmieri se sorprendió mucho de la recepción que tuvo en el aeropuerto Jorge Chávez. “Decenas de salseros madrugamos allí para recibirlo. Llegó “en olor de multitud”. A eso se sumó el excelente trabajo de los productores de ese festival, que lo trataron muy bien”, recuerda Livia.
El 2019 fue, sin embargo, su visita más especial para él, pues fue la que lo motivó a escribir su biografía. “El día siguiente del almuerzo, fue la prueba de sonido del concierto. Fui con mi hermana Norma. Cuando nos vio, nos bromeó: “ustedes no duermen”. Horas más tarde era el concierto. Durante su primera canción, se paró para “pedir la clave” al público. Nosotros estábamos en primera fila y cuando nos ve, nos señala y nos hace un gesto con su cabeza y manos: “ustedes no duermen””, cuenta Livia con una sonrisa.
La voz del Caribe
“Si yo me muero, se jodió to` esto”, es una de las frases más recientes que se recuerda de Palmieri, dicha en referencia al futuro y actualidad de la música latina. Sus palabras, qué duda cabe, sacaron roncha. A ellas les agregó: “Es mejor ir a una farmacia y comprar una botella grande de Pepto Bismol y tomártela completa porque (la salsa actual) es un desastre”.
¿Qué opina su biógrafo? “Ocurre que Eddie es muy crítico de la situación actual de la salsa. Siente que la música ha perdido el sabor que tuvo décadas atrás y reconoce que los más jóvenes tienen talento pero que no todos “respetan el tambor”. Eso le hace decir frases como esa, que no siempre son bien recibidas por colegas o críticos. Opino que Palmieri tiene más de seis décadas de autoridad para dar su punto de vista”, responde, categórico.
Y es que más allá de sus cualidades como pianista, compositor, arreglista, productor y director musical, Eddie Palmieri es un ejemplo de superación personal, según palabras del autor de “La historia del Sol Mayor”. “No siempre tuvo “el viento a favor” y en varias etapas de su vida pasó apuros. Sin embargo, fue capaz de superar situaciones y trascender, aceptando que el estudio y la práctica “hacen al maestro”, reflexiona Livia.
Y agrega, por si no había quedado claro cuál es el lugar que merece entre los creadores de la música latina: “Palmieri es uno de los protagonistas máximos de la música latina. Con La Perfecta fue el primero que popularizó el sonido del trombón, que se convirtió en el instrumento de viento representativo de la salsa. Años después dejó el saco y corbata, apareció la barba y explotó un desborde sonoro pocas veces visto. Eddie tocaba el piano desbordado, jadeando, moviendo la cabeza hacia atrás y adelante, en trance, golpeando el teclado con brazos y codos. Era una fuerza de la naturaleza que marcó la vida de músicos más jóvenes”.
Considerando que hace poco partió Johnny Pacheco, otro de los grandes nombres de la música latina, cabe una reflexión sobre ambos, que además fueron muy amigos. Pacheco formó la Charanga Duboney junto a Charlie Palmieri (el hermano mayor de Eddie) y para 1961 ya era muy popular. “Los martes por la noche, Johnny hacía descargas en un local del Bronx, llamado Triton –cuenta Livia-. Una de esas noches, Eddie coincidió en esas descargas con el joven trombonista Barry Rogers, con quien formó La Perfecta. Años después, Pacheco contó dos veces con Palmieri como invitado especial de la Fania All Stars: en 1968 y en 1994. A pesar de eso, tenían enfoques diferentes: Johnny fue la cara de Fania Records, productor de decenas de artistas y fue multifacético en su sonido (charangas, conjunto, orquesta); Eddie tenía un estilo definido tanto en la salsa como en el jazz”.
Anota Livia en este, su primer libro –que es, también, un tributo a uno de sus ídolos- que “una forma de validar a un genio es cuando trasciende al paso del tiempo”. Palmieri, en estos días de cuarentenas obligadas, les dijo a sus amigos, con no poca ironía: “Con tanto tiempo encerrado, estoy aprendiendo a tocar el piano como es”.
Para el Sol Mayor, el tiempo –y el tempo- son –y seguirán siendo- sus mejores aliados.
CINCO DISCOS INDISPENSABLES DE EDDIE PALMIERI
(Recomendados por Eduardo Livia, autor de “La historia del Sol Mayor”)
“Sugar For You” (Tico, 1965). La Perfecta ya es la sensación de las noches bailables de New York y cuenta con un repertorio propio. En este álbum figura el tema “Azúcar”, registrado en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos como una de las grabaciones trascendentales del Siglo XX.
“Superimposition” (Tico, 1970). El lado A del álbum es uno de los más sabrosos de la historia de la salsa. El lado B es experimental y atrevido. Son las dos caras de un músico vanguardista y psicodélico.
“Sun of Latin Music” (Coco, 1974). El primer Grammy de toda la música latina, con un cantante sorprendente de apenas dieciséis años, Lalo Rodríguez. El “avant-garde” de la salsa.
“Eddie Palmieri” (Bárbaro, 1981). El “álbum blanco” que reúne a Palmieri con Cheo Feliciano e Ismael Quintana. “El Día Que Me Quieras”, “Ritmo Alegre”, “Páginas de Mujer”, “No Me Hagas Sufrir” y “Ven Ven”. Otra pieza maestra.
“Mi Luz Mayor” (Uprising, 2018) Dedicado a su difunta esposa, Iraida. Gilberto Santa Rosa, Hermán Olivera y Carlos Santana acompañan al maestro en este monumental trabajo que reposa en los arreglos de Ray Santos y José Madera: “Palmieri a la big band”.
¿Cómo conseguir el libro?
Para adquirir el libro pueden comunicarse al 997 894 301 (Ana María Grados).
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