Publicada en 2014, “Iris” sorprendió a una crítica poco acostumbrada a las novelas de Ciencia Ficción. En ella, el escritor boliviano Edmundo Paz Soldán, nos lleva a un futuro distópico y un paisaje tan extraño como familiar a la vez: la región de Iris, tóxico entorno donde la minería es la única actividad productiva y tanto la dominación militar como el trabajo esclavo son las usuales políticas de dominación. Pocos años después, la editorial Páginas de Espuma publicó “Las visiones”, un nuevo viaje a este territorio distópico, pero en relatos pensados a la manera de un “spin off”. Así, si el proyecto novelesco se enfocaba en la visión imperialista de los colonizadores, en los cuentos se asume la perspectiva de la gente común, los colonizados, los locales “irisinos”. Historias más íntimas que funcionan de manera autónoma.
La compleja propuesta de ficción especulativa de “Las visiones” será uno de los temas que el escritor y docente del departamento de Romance Studies de la Universidad de Cornell abordará en el club de lectura que la editorial Página de espuma, en alianza con Ibero librerías, organiza de forma virtual el 17 de abril a las 7 pm. (el único requisito de inscripción es comprar un libro del catálogo de esta editorial española).
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—Leo a un escritor latinoamericano que se apropia del estilo de los escritores estadounidenses de ciencia ficción de los años 50. Con esa misma libertad, me pregunto si un libro como “Crónicas Marcianas” de Ray Bradbury no sería también un ejemplo de realismo mágico.
(Ríe) Creo que era Arthur C. Clarke quien decía que todo tipo de tecnología que no comprendemos puede ser realismo mágico o fantasía. El problema es que, como proyecto, el realismo mágico está muy asociado a una identidad, costumbres y tradiciones de una determinada comunidad. En el caso de García Márquez, el Caribe. En “Las visiones”, escribo sobre una comunidad ficticia. Para mí, la ciencia ficción como forma de narrar el mundo es ideal para su construcción. Te permite jugar con mitologías, con antropologías inventadas. A diferencia del realismo mágico, que intenta hablar de una “Latinoamérica real”, en “Las visiones” hablamos de Iris. La pregunta sería qué tiene que ver Iris con Latinoamérica.
—Justamente, me pregunto si el mundo de Iris no termina siendo un texto “costumbrista” sobre tu natal Cochabamba.
Para mí, Iris es un espacio donde podía caber mi relación con Estados Unidos y mis intereses con la cultura de Bolivia. Por ejemplo, cuando empecé a escribirla, en ese momento estaba muy presente la invasión a Irak y Afganistán, y pensaba en explorar cómo funciona un proyecto colonizador en un imperio contemporáneo. Por otro lado, a propósito de toda esta historia sobre la explotación de las minas en Bolivia, se me ocurrió que Iris, también debía ser un lugar donde había explotación minera. Más que Cochabamba, estaba hablando de Potosí. Aunque hablaba del futuro, lo que veía era la larga explotación colonial de las minas en Bolivia. Metí muchas tradiciones y leyendas de los mineros en Potosí, incluso historias de la época colonial que reactualicé para “Las visiones”.
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—“Artificial”, uno de los cuentos, tiene que ver con la tecnología de los cuerpos artificiales. Sin embargo, en un contexto como el latinoamericano, el progreso científico convive con las problemáticas propias de un sistema de salud colapsado.
Cuando escribía este proyecto, desde “Iris” hasta “Las visiones” tenía un mantra cuando estaba escribiendo todo este proyecto, una frase de William Gibson que dice: “El futuro ya ha llegado, solo que no está distribuido de manera pareja”. En “Las Visiones”, la ciencia ficción tiene muy poca ciencia. Ya los escritores latinoamericanos nos libramos de un complejo que nos impedía hacer ciencia ficción. Se decía que era imposible escribirla cuando no somos productores de ciencia, a diferencia del mundo anglosajón o japonés. Sin embargo, más allá de la producción de ciencia, el impacto de las nuevas tecnologías nos afecta a todos, y nos habla de las relaciones asimétricas del poder. A trancas y barrancas, lo que podemos tratar de mostrar es, justamente, como la ciencia y la tecnología en nuestro continente no funciona de una manera eficiente, coordinada o coherente.
—“Las visiones” nos hace pensar en cómo nuestra idea de progreso ha cambiado a causa de la pandemia. El miedo ha resucitado antiguos comportamientos y costumbres enfrentados a la científica, aparece una reacción ligada a superstición que no se veía desde hace un siglo. ¿Por qué sucede esto?
La historia no avanza de manera teleológica, ciertos avances producen ciertas involuciones. Quizás el mismo avance tecnológico provoca la aparición de miedos atávicos. Al principio de la pandemia pensamos ingenuamente que una crisis sanitaria de esta magnitud provocaría una mayor unidad social en torno a sus gobiernos para enfrentar la pandemia con las armas del saber. Se trataba de hacer caso a los epidemiólogos y a los científicos. Sin embargo, lo que se generó fue desinformación, la politización del uso o no de mascarillas, la aparición de grupos anti-vacunas, la resistencia a cualquier información que venga del gobierno por considerarla manipulada. Si hay algo que me preocupa, es que la pandemia es un prolegómeno de lo que vendrá con el cambio climático. Y no sé si como especie estamos preparados para ese gran desafío. Si no nos podemos poner de acuerdo para enfrentar una pandemia, cómo podremos sobrevivir ante el aumento del nivel de las aguas y la desaparición de los glaciares.
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—Tu novela anterior, “Los días de la peste”, la escribiste imaginándote qué pasaría si un virus similar al ébola en África se expandiera en América Latina. ¿Sientes que acertaste o te quedaste corto?
¡Uno siempre se queda corto! Para esa novela, yo pensaba en un microcosmos, en una cárcel, y una historia que transcurre en 4 días. Hubo un momento en que yo mismo me preguntaba si el virus terminaba saliéndose de la cárcel y tomaba la ciudad a la manera de un apocalipsis zombi. Pero ya con 300 páginas escritas, la novela podía convertirse en otra cosa. Por eso decidí acotarla.
—El cuento que le da título a tu libro cuenta la historia de un juez acosado por los espíritus de aquellos que juzgó, justa o injustamente, inocentes o culpables. No pude evitar pensar en la coyuntura actual en Bolivia, con un sistema de justicia politizado, con el nuevo gobierno enjuiciando al anterior…
Escribí este cuento hace unos siete años pensando en la corrupción judicial en Bolivia. Me apena que en todo este tiempo la situación no haya hecho más que empeorar. Durante sus 15 años del gobierno, Evo Morales tuvo la oportunidad de hacer cambios transformadores en la sociedad boliviana. Ocurrió sobre todo en sus primeros años, cambios fundamentales, como una constitución que aceptara a las 36 lenguas indígenas del país, reconociendo una multiculturalidad que antes se había ignorado legalmente. Eso fue fundamental. Pero después, en su deseo de quedarse en el poder, perdió el rumbo. Tuvo tiempo para dejarnos con instituciones fuertes, profundizar la reforma del sistema judicial, pero más bien hubo un uso antojadizo y arbitrario de la ley, algo que la siguiente gobernante, Jeanine Áñez, continuó. Quince años después, nuestro sistema judicial está más corrupto que nunca, sin ningún tipo de independencia frente al poder ejecutivo.
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—Ya no sabemos si estamos viendo “visiones” o la realidad inmediata…
Lo interesante de la ciencia ficción es que desnaturaliza las cosas que asumes familiares. El tema de la corrupción de la justicia en Bolivia lo vi desde la infancia, es parte del paisaje costumbrista del país. Quizás escribir ese cuento me permitió reflexionar más profundamente sobre por qué aceptamos estas cosas de manera natural. La ciencia ficción te permite hablar, de forma solapada, de los desafíos, las ansiedades, los miedos o las ilusiones del presente.
—La polarización política en Bolivia comienza a advertirse en las elecciones peruanas. ¿Es un fenómeno causado, entro otros motivos, por la pandemia?
Es un fenómeno global. El auge de los radicalismos de la extrema derecha comenzó en Europa con los inmigrantes y en Inglaterra con el Brexit, se trasladó a los Estados Unidos con Trump y su fervor xenófobo, y luego obtuvo una fuerte presencia en Latinoamérica con Bolsonaro en el Brasil. Nosotros somos un continente que siempre fue muy abierto a la migración. En nuestra propia mitología nos vemos como un continente mestizo. Pero también ha habido una élite que proyectó su modelo de Nación a partir de una imitación de modelos occidentales, imaginando una supuesta pureza racial, despreciando lo local y lo indígena. Todo eso está muy presente en el resurgir de una derecha que estigmatiza al migrante venezolano o que sueña con levantar muros en las fronteras, como lo han sugerido ahora unos diputados argentinos en la frontera con Bolivia para frenar “la invasión” de inmigrantes. El descalabro que genera la pandemia no hace más que exacerbar esto.
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—Hablando de Trump, ¿qué ha supuesto la llegada de Biden al poder? ¿Ha bajado la polarización social? ¿Cómo lo vives desde dentro?
En un país dividido mitad y mitad para todo, en los primeros tres meses de Biden, gracias a la forma en que ha manejado el tema de las vacunas y los estímulos económicos para quienes han sufrido la crisis, el apoyo alcanza el 65%. Pero hay un tema en el que Biden es débil y que están tratando de explotar sus adversarios: la inmigración. ¿Qué hacer con las personas que llegan a la frontera? Trump de manera inhumana, metió a niños en jaulas. Biden quiere encontrar una salida humanitaria, pero el problema lo supera. No ha habido una política migratoria consistente en los últimos 50 años. No sé si Biden podrá ponerle el cascabel al gato. Si lo consigue, sería como encontrar el Santo Grial en la política estadounidense. La suerte para Biden es que ese no es un tema urgente por ahora. Todos están preocupados por la pandemia, las vacunas, la reactivación económica. Pero el tema migratorio siempre es explosivo.
SEPA MÁS
La editorial Página de espuma, en alianza con Ibero librerías de Perú, llevará a cabo una serie de clubes de lectura y talleres de escritura con sus autores más representativos. (El único requisito comprar un libro del catálogo de la editorial). Más información al teléfono: 948-086431
Clubes de lectura
- 5 de abril, 6 pm. Andrés Neuman sobre su libro “Anatomía sensible”.
- 12 de abril, 6 pm. Socorro Venegas sobre su libro “La memoria donde ardía”.
- 17 de abril, 7 pm. Edmundo Paz Soldán sobre su libro “Las visiones”.
- 26 de abril, 20 pm. Antonio Ortuño sobre su libro “La vaga ambición”
Talleres express de escritura
- 10 de abril, 3 pm. Con Fernando Iwasaki.
- 19 de abril, 8 pm. Con Ana María Shua.
- 24 de abril, 3 pm. Con David Roas
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Vargas Llosa : “La literatura crea ciudadanos mucho más difíciles de manipular”
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