Fiorella Ramírez

Desde que tenemos conciencia, la industria del amor nos ha enseñado a cómo enamorarnos, a cómo actuar, qué regalar, qué decir. La performance resulta mecánica, y a menudo, tiene como objetivo nuestro propio desarrollo, cumplir con el plan de vida designado, tener un cuadro de familia feliz hegemónico. A fin de cuentas, el amor actual se parece más a un acuerdo de negocio que a una historia de romance; o al menos así lo considera , quien recientemente llegó a nuestro país a propósito de su última publicación “El amor es imposible”.

En su búsqueda por ayudar a desarmar y escapar de ese dispositivo dominante, el texto resulta revolucionario al revelar el montaje del amor, cuestionarlo desde sus bases teóricas y sociales. Como filósofo, Darío deconstruye lo que entendemos como la media naranja, el primer amor y el romance.

Es un trabajo que implica conversar con autores clásicos, desde Platón a Friedrich Nietzsche, sin dejar de lado las experiencias personales, porque es además un libro cercano, universal. Esa es la particularidad de este autor, que ha sabido aproximar la complejidad del academicismo con carisma. No en vano, diversos de sus videos filosóficos en YouTube superan los 1.5 millones de visitas. En entrevista con El Comercio, habla acerca de cuestionar los dogmas, la naturaleza del amor, su próxima obra sobre la muerte y más.

Dario Sztajnszrajber es también autor del bestseller "Filosofía a martillazos".
Dario Sztajnszrajber es también autor del bestseller "Filosofía a martillazos".
/ ALEJANDRA LOPEZ

—El Perú es un país muy curioso en el sentido de que, en lugar de enseñar filosofía, se enseña religión en las escuelas. Como docente, ¿cuán importante crees que es la enseñanza de esta disciplina en la etapa escolar?

Yo no creo en las determinaciones homogéneas. Creo que al interior de las religiones, como en la filosofía, hay de todo. Obviamente hay una versión hegemónica de la religión que es el dogma, pero hay mucho dogma en la filosofía también. No es que todos los que hacen filosofía son transgresores, subversivos y revolucionarios, y también es cierto que al interior del paradigma religioso hay mucho disruptor. Incluso, mi llegada a la filosofía fue a través de la religión. Por mi colegio, bebí de un montón de relatos bíblicos que me inspiraron a hacerme preguntas, y llego a la filosofía peleándome con los límites que me impone la institución religiosa. Creo que nada le ha hecho peor a lo religioso que la religión, así como nada le ha hecho peor a la filosofía que el dogma de alcanzar la verdad, cuando, en realidad, la filosofía es la desconfianza permanente frente a todo el que se cree el dueño de la verdad.

—De hecho, en este libro haces una nueva lectura al clásico concepto de la filosofía. ¿Cómo cambia nuestra aproximación al término “amor a la sabiduría”, si en lugar de la palabra “sabiduría”, nos enfocáramos en el amor?

Cambia en que, más que pensar que la filosofía alcanza su objetivo cuando llega a una verdad, se convierte en el desajuste de cualquier tipo de encuentro. La filosofía no se hace preguntas para encontrar respuestas, se hace preguntas para cuestionar lo hegemónico, las respuestas que van constituyendo nuestro sentido común cotidiano. El amor, tal como lo entiendo, es el encuentro con el otro. Y el encuentro con el otro es imposible porque no se puede terminar de acapararlo y creo que la filosofía es un ejercicio de búsqueda infructuosa porque sabe que nunca va a alcanzar un punto final, y, sin embargo, nunca deja de buscar; por algo es amor. Pero si pones más el asunto en el amor que en el saber, entonces pasas a una filosofía que está más pendiente de la deconstrucción de todo saber instituido, que de construir saberes macizos.

Además...
"El amor es imposible"

El texto propone ocho tesis filosófica sobre el amor en casi 400 páginas. No es un manual para vivir mejor el amor, sino para deconstruir lo que se supone es "el buen amor".

"El amor es imposible"

—Precisamente el título es “El amor es imposible”. Llama la atención la portada de cupido muerto por su propia flecha. Sin leer el libro, algunos podrían pensar que eres un negacionista del romanticismo.

Es interesante el diseño de tapa porque ver al Dios del Amor muerto de esa forma nos dice que hay algo del amor que nos salva, pero a la vez tal vez nos mate. Ese es el sentido del término fármaco en griego, significa que algo es al mismo tiempo remedio y veneno. El amor es farmacológico en ese sentido. La fórmula en sí sería esta: si hay amor, no puede reducirse a ninguna de sus formas institucionales, de sus categorías conceptuales que lo intentan explicar. O sea, el libro está lejos de negar el amor; se pelea contra el usufructo que se hace del amor para justificar el egoísmo, las jerarquías, y toda nuestra sociedad heteronormativa que ha hecho del amor su insumo primordial. La flecha de Cupido tiene que ver con eso, porque es la evidencia de que uno no maneja su enamoramiento, no decide de manera libre y autónoma, como cree el sujeto moderno.

—Bueno, llevamos siglos criticando del amor romántico, desde Jane Austen o Emily Brontë. Sin embargo, entre las jóvenes hay un movimiento femenino que busca el retorno del romanticismo, colocando como su estándar personal a personajes como Mr. Darcy.

Yo creo que una cosa es lo romántico y otra cosa es la forma impuesta del ideal del amor romántico que muestra una sola faceta. Lo explico al revés: si deconstruimos el ideal del amor romántico, vamos a reconciliarnos con el romanticismo. Lo que no creo es que el romanticismo se reduzca a lo que nos imponen como formatos románticos instituidos. Regalar una flor es parte de un montón de “instrucciones” que hacen del romanticismo un artificio. Es inauténtico. En realidad, para mí nada es más excitante que el romanticismo, pero un romanticismo que no siga reglas. De hecho, el movimiento romántico en el mundo literario fue la ruptura con el canon reglado y normativo del arte neoclásico. Yo voy por ahí, solo cuando dejemos de creer en el amor nos vamos a enamorar. Nietzsche tiene una idea paralela que dice: “Solo cuando Dios muera, vamos a poder volver a creer”. Porque hoy somos todos devotos soldados de ese único Dios que nos exige de manera uniforme seguir sus ritos. O sea, hoy estar enamorado es estar al interior de una cadena de montaje que consideramos “correcto”. El libro busca de algún modo entender por qué esa forma se impuso.

—También haces filosofía en redes. No se condicen uno de otro.

Sí, en realidad empecé más con el formato audiovisual. Pero siempre sostuve la dualidad. Así como hacía programas de televisión de 26 minutos, donde intentaba poner en escena con actores, con música o con danza cuestiones filosóficas; también doy una clase de tres horas sentado, sin moverme, para subirla a YouTube y tiene cientos de miles de reproducciones. Yo creo que hay algo en esa dualidad, muy geminiana como soy yo, que permite digamos como que vaya oscilando de un lado a otro.

—Ahora que hablamos de ti. Comentaste que tras el reciente fallecimiento de tus padres, estás pensando en escribir un libro sobre la muerte. ¿Tienes ya algunos postulados iniciales?

Estará muy en la línea de este libro. También se trata de lo imposible.

—“La muerte es imposible”

Sí, y por ahí ya tenemos el nuevo título (risas). Yo creo que la muerte en algún punto es imposible, porque nadie es consciente de cuando muere. Somos conscientes de que nos vamos a morir, pero una vez que uno murió, más vale que no sea consciente porque hay un error. Si te das cuenta que estás muerto, sal del cajón. Me parece que hay algo ahí también de desarmar y construir las formas hegemónicas con las que se piensa la muerte, como un final absoluto, como una carrera. Los miedos con los que nos relacionamos con nuestro propio morir. ¿Qué cosa evidencia? ¿Por qué no hablamos de la muerte? ¿Por qué tenemos tanto pánico? Cuando en realidad es un dato que constituye nuestra existencia. Nuestra vida tiene sentido en la medida que nos vamos a morir. Es algo que trabaja mucho [Martin] Heidegger y Derrida. También me interesan formas no occidentales para relacionarnos con la muerte. Desde la tradición budista y americano-india. Hay otra lógica entre la vida y la muerte, lo humano y lo animal, lo humano y la naturaleza. Parece que una reconversión de esos límites tan taxativos también cambia la idea de qué pasa con la muerte. De hecho, si reformulamos la idea tan arrogante del “yo”, cambiamos la idea de la muerte. Los cuerpos se mueren, pero la materia sigue. Claro, uno ya no está más, ¿pero qué es ese uno? Son temas para reflexionar, yo no hablo nunca desde la certeza.

—En tu libro rescatas la idea de Nietzche sobre el eterno retorno. Pensar que la vida que vivimos ahora se va a repetir infinitamente. ¿Vivirías tal como lo has hecho hasta ahora?

Me lo repito todas las mañanas. Es como un imperativo ético para mí preguntarme en qué voy a desperdiciar un nuevo día de mi vida pensando que tal vez se repita eternamente. Por ejemplo, el día de hoy, ¿desearía que se repita? Eso me lo pregunto siempre porque ante eso decido qué hacer. Y si cuando termina la jornada veo que fue un día horrible en el que no elegí, no desee, cumplí normas y cosas; me quiero matar.

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