Durante los años setenta y ochenta, buena parte de la intelectualidad francesa celebró con entusiasmo a ciertos escritores que defendían las relaciones sexuales entre niños y adultos. Tony Duvert, por ejemplo, ganó el codiciado premio Médicis por su novela “Paisaje de fantasía”, y su infame ensayo “El buen sexo ilustrado” obtuvo rendidos elogios de la crítica gala. Gabriel Matzneff recorrió una senda similar: en 1974 apareció su “Los menores de 16 años”, manifiesto donde criticaba la obsolescencia de la familia tradicional y, amparado en el “prohibido prohibir” de Mayo del 68, afirmaba que esta reprimía el aprendizaje erótico de los infantes y púberes de manera totalitaria.
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