Hace más de 500 años, cuando el discurso oficial europeo aseguraba que el llamado Nuevo Mundo era un lugar de salvajes e idólatras, un hombre se atrevió a contar la verdadera historia del más grande imperio que ha existido en América. Su nombre real fue Gómez Suárez de Figueroa, pero pasó a la posteridad como Inca Garcilaso de la Vega, el primer escritor mestizo del Perú y autor de la colosal obra “Comentarios reales de los Incas”. Su nacimiento ocurrió siete años después de la caída de los hijos del sol a manos de los españoles y en sus venas galopaba la sangre del vencedor y del vencido. Los recuerdos aún frescos de la gloria del Incanato nutrieron su infancia, pero tuvieron que pasar varias décadas para que, ya instalado en España, estos cobraran vida a través de sus escritos.
El complejo proceso de identidad que experimentó Garcilaso, el peligro de represión al que se expuso, así como el trance que lo obligó a dejar el Cusco y partir hacia España a los 20 años ha sido recapitulado de manera magistral por el novelista Eduardo González Viaña. “¡Kutimuy, Garcilaso!” es un relato que ahonda sobre el tema de la nacionalidad peruana ya revisado en “El largo camino de Castilla” (2020), pero que en este caso cobra mayor relevancia al poner los reflectores sobre quien rescató del olvido una etapa determinante de nuestra historia. “Mi trabajo de ficción trata justamente de volcar en nuestra conciencia histórica las raíces de nuestra nacionalidad. La persona fundamental para estudiar y entender esto es Garcilaso de la Vega”, asegura el premiado literato y autor de más de 70 libros. Aún indeciso sobre el personaje que podría protagonizar su próximo libro, González Viaña responde a nuestras interrogantes.
Hace unos años usted escribió un cuento sobre el Inca Garcilaso. ¿Ese es el primer antecedente del libro que ahora publica?
Es cierto. En el 2016 acudí en Córdoba a un encuentro de ‘garcilasianos’ propiciado por la Asociación Internacional de Peruanistas que congrega a unos 300 académicos del mundo. Se presentaron una serie de trabajos muy interesantes. Como resultado junto a José Antonio Mazzoti, presidente de la asociación, editamos el libro “Garcilasismo creativo y crítico”, donde había crítica, ensayo y creación literaria. A mí se me ocurrió escribir un cuento en el que Garcilaso salía del Cusco, que contaba con quién se encontraba, hasta dónde lo acompañó la sombra de su padre e incluso qué caballo montaba. Esa idea se quedó en mí y me ha acompañado durante los últimos años. Fue así que superada la primera parte de la pandemia empecé a escribir este libro.
La novela empieza cuando el protagonista está en medio de una tormenta. ¿Así de convulso es para usted el dilema de identidad de Garcilaso?
La tormenta es el hilo conductor de la novela. Todo el tiempo el personaje está a bordo de un galeón que se llama Eternidad. He conversado mucho con Max Hernández, que es uno de los garcilasistas más importantes y que ha tratado el problema de la identidad de Garcilaso. Yo he ficcionalizado lo que dice Hernández de él a través de las tormentas del mar. Este conflicto, como sabemos, se origina en el hecho de que es hijo de un español y de una princesa inca. Cuando él tiene 10 años llegan las recomendaciones de la corona española para que los nobles no continúen su relación con las concubinas del Nuevo Mundo. Entonces, el padre de Garcilaso abandona a su mujer, Isabel Chimpu Ocllo, y busca una española para casarse. El pequeño Garcilaso sigue viviendo al lado de su padre, pero en el fondo hay un gran resentimiento por cómo ha sido tratada su madre, a la vez que una gran admiración por su progenitor. En ese tiempo no existía la visión del mestizaje, entonces, ¿Qué cosa es él? ¿Es un español o un inca? Este mestizaje es lo que vamos a conocer a través de él. Yo diría que al final nos ofrece una visión esperanzadora de nuestro país través de la imaginación del pasado.
¿Llega Garcilaso a ser consciente del mestizaje que representa? ¿Logra conciliar sus herencias?
Nunca, porque en determinados momentos duda. Hasta parece que pide disculpas por ser mestizo. Pero el hecho de abordar una obra gigantesca como “Comentarios Reales de los Incas”, que son como 800 páginas de recuerdos, lo convierten a él y a sus lectores en hombres de una nación diferente. No digo peruano porque la palabra Perú no se había usado hasta que él lo hace. La duda sobre el nombre Birú o Pelu queda resuelta a través de este angustiado libro de Garcilaso. Pienso que toda su obra es un homenaje a su madre y a sus primeros 10 años de vida. Durante los otros 10 años que vivió con su madrastra él continúa en contacto con su madre y tíos.
Además de invitarnos a hacer un viaje al pasado, ¿podría decirse que “¡Kutimuy, Garcilaso!” es también una forma de volver a nuestras raíces?
Yo soy un cholo del norte, pero a mí Garcilaso me hace recordar qué es lo que tengo de peruano. O sea mi esencia mochica, pero también de español. Leer a Garcilaso me ha hecho ver cuál es el común denominador del peruano. Y diría que Garcilaso es un viaje al pasado, pero también un regreso. Es una importante figura, el primer mestizo de nuestro suelo y el primero en ir a reclamar y dejar en alto el nombre de lo que ahora conocemos como Perú.
Aunque él se consideraba más español.
Tenía que. Él muere en Córdoba. Quiso ser sacerdote pero no pudo. Estaba prohibido porque no era un cristiano viejo, para hacerlo por lo menos debía tener cinco generaciones de antepasado cristianos. Él tuvo un hijo al que no declara como tal. Se podría decir que repitió lo que su padre hizo con él, pero se sabe que este también quiso ser cura y al reconocerlo hubiera perdido esa posibilidad. En ese momento ser peruano era tener un estigma y él lo sabía.
¿Además de la propia obra de Garcilaso, ¿Qué otras fuentes ha revisado para reconstruir su vida?
Leo “Comentarios …” desde que tenía 15 años. He trabajado también con el estudio preliminar y la cronología que Aurelio Miró Quesada establece de esta obra. Han sido mi guía invaluable. Pero creo que también mi propio conocimiento del Perú y mi cariño y respeto a Raúl García Zárate. ¿Y qué tiene que ver él con esto? En un momento la corona española prohíbe que se usen los instrumentos de viento americanos y promueve el uso de la guitarra europea. Pero el indio y el mestizo buscaron en la guitarra un afinamiento que evoque su sonido ancestral. Eso se llama temple baulín o temple diablo. Por esto yo diría que Garcilaso escribe en temple diablo. Este término me recuerda al tipo de afinación usada por García Zarate y es también un homenaje a este músico al que admiro.
La novela llega en un momento en que la identidad del Perú está un poco exaltada. ¿Cuál sería su reflexión al respecto?
Es oportuno leer a Garcilaso, para que el propio lector pueda encontrar por sí mismo qué es lo que nos hace ser peruanos y qué obligaciones tenemos por serlo. Así como un ser humano que no tiene pasado es un robot, una nación sin pasado no es una nación. Yo diría que aquí entre nosotros todavía pervive el Taki Onqoy, la primera forma de rebelión o de resistencia que se hace en nuestro territorio. De acuerdo con la revisión indígena, en los cerros viven los apus y los Taki Onqoy son los adoradores de la montaña, son gente que se entrega a ella pidiéndole el regreso de los tiempos áureos. Lo que parece ser solo una representación artística termina por convertirse en una corriente nacional. Yo le achacaría a ese tema el nacimiento del espíritu de la independencia. Diría que, en un país que en diversos momentos ha estado preguntándose por su identidad e incluso ha entrado en crisis por esto, hay que leer a Garcilaso nuevamente. Los “Comentarios …” son como la biblia que toma el sacerdote para liberarse de su crisis de fe. Garcilaso es un camino hacia nosotros mismos.
Además de ser peruano y escritor, ¿existen otras similitudes que lo unen a Garcilaso?
Como peruano siento que soy un caos y puedo pasarme mucho tiempo preguntándome quién soy. De otro lado, he pasado más de la mitad de mi vida fuera de Perú, en Estados Unidos y Europa. Soy un migrante y he escrito libros sobre la inmigración ilegal. Ese hecho es otro punto en común con Garcilaso. Los latinos americanos somos llamados en EE.UU. ‘brown people’ o gente marrón. Ese camino, el intento de descubrirse, es el mismo por el que hemos pasado muchos. Tendríamos que fundar muchos centros Garcilaso de la Vega, tanto fuera como dentro del país, para descubrir quiénes somos.
Una de las varias citas del libro que llamó mi atención es la que pronuncia la madre de Garcilaso, Isabel Chimpu Ocllo: “las piedras vendrán en nuestro auxilio y se convertirán en hombres”. ¿Esta frase podría aplicarse al contexto actual en el que se exige una reivindicación del pueblo peruano originario?
Claro que sí. Hay otro pasaje del libro sobre la muerte de la madre, cuando se le acerca un sacerdote y ella dice que no cree en esas maderas pintadas que son los santos. Que cree en las piedras y montañas, que es la redención andina. Se niega a recibir la extremaunción y muere. Ese tipo de resistencia cultural ha existido desde siempre. El imperio nunca se rindió.
Presentación
Lunes 9 de agosto, a las 7 p.m., vía el Facebook de la Biblioteca Nacional del Perú. El libro editado por la Universidad César Vallejo será presentado por el embajador Manuel Rodríguez Cuadros, el Dr. José Antonio Mazzotti, presidente de la Asociación Internacional de Peruanistas, y el propio autor, Eduardo González Viaña.
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