Los emojis se han convertido en una herramienta clave para nuestra comunicación.
Los emojis se han convertido en una herramienta clave para nuestra comunicación.

La ironía es evidente: que la palabra del 2019, justamente, no alude a ninguna palabra. Es el emoji o emoticón, aquel dibujito que nació y se reprodujo en Internet como reemplazo de las letras y la escritura, como una forma de decir las cosas más rápido. O con menos vergüenza. O con más sentido. Quién sabe. ¿Por qué nos gusta tanto usar emojis al escribir? (carita pensando).

La elección de la palabra del año ha venido de parte de la Fundación del Español Urgente (Fundéu BBVA) y, por supuesto, ha generado polémica. Sobre todo desde los fueros más conservadores del idioma, que suelen considerar a los emojis como un facilismo, una simplificación superficial e infantil de las palabras.

Porque, es verdad, puede ser contradictorio que una institución que vela por la supervivencia de la lengua española haya decidido encumbrar a una carita amarilla. Pero de lo que trata la campaña para elegir la palabra del año es de prestarle atención, discutir y tratar de comprender el uso cotidiano del idioma, por más extravagante o innovador resulte.

La misma Fundéu BBVA eligió el año pasado la palabra microplástico (por su relevancia entre las discusiones de la contaminación global) y en el 2014 fue selfi, en referencia al fenómeno del autorretrato fotográfico hecho con los teléfonos inteligentes. Símbolo por excelencia del narcicismo contemporáneo.

PALABRAS MÁS, PALABRAS MENOS

En el caso de los emojis, su avance es insoslayable. Y no es que sean un recurso nuevo. Llevan años circulando con su simpleza y su gracia por chats, correos electrónicos y otros servicios de mensajería, y últimamente han salido de dichos espacios para ocupar varios otros: en el 2017 se convirtieron en la película “The Emoji Movie” (muy mala, por cierto) y hemos visto ejemplos de estudios académicos que intentan definir su relevancia.

“No se trata de que los emoticonos y los emojis vengan a robarnos palabras o a pervertir nuestra lengua, que ha mostrado durante siglos su capacidad para adaptarse a los nuevos tiempos y a las tecnologías de cada época", ha dicho Javier Lascuráin, coordinador general de la Fundéu BBVA. "Creemos más bien que constituyen un elemento más que contribuye a lograr el fin último de las lenguas: la comunicación entre las personas”.

Incluso están los que han destacado su enorme utilidad para comunicar a personas de diferentes culturas o que hablan diferentes lenguas: porque todos, aquí o en la China, podemos entender qué emoción transmite una cara sonrojada o una manita con el pulgar arriba. Y ahí recae el valor de su universalidad.

Y, por cierto, no habría que perderles el rastro a las otras palabras que nominó Fundéu para coronar el 2019: desglobalización, que responde a las campañas ultranacionalistas en el mundo, como el brexit; seriéfilo, sustantivo sobre los aficionados a las series de TV, reflejo de los nuevos patrones del ocio; influente, una alternativa al tan usado anglicismo ‘influencer’; o albañila, que pone en debate el asunto de la feminización de cargos y profesiones, así como el lenguaje inclusivo. Señas inequívocas de que el español está vivo y sigue cambiando ;)

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