Cristina García Calderón tiene 25 años dedicados a la docencia universitaria. Es autora del libro "Qué quieres decir". Foto: Eduardo Amat y León.
Cristina García Calderón tiene 25 años dedicados a la docencia universitaria. Es autora del libro "Qué quieres decir". Foto: Eduardo Amat y León.
Karina Villalba

Es comunicadora y enseña a escribir. “A escribir bien”, aclara Cristina García Calderón. “García Calderón Orbe, por favor”, subraya. “La vez pasada me pusieron solo García”. La precisión pareciera un rasgo heredado de su padre médico y también periodista, Ernesto García Calderón –respetada (y desaparecida) figura de los años dorados del noticiero 24 horas–. Y lo es, pero también es una cualidad que Cristina ha ido puliendo durante sus años dedicados a la edición y a la . La mitad de su vida.

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Empezó a editar en octubre de 1995 y seis meses después pasó a ser jefa de prácticas de un curso nuevo en la Universidad de Lima, Expresión Escrita, que nacía para enseñar a escribir. Todavía lo hace, todavía lo dicta. Cristina admite que en ese curso universitario ha moldeado su proyecto de enseñanza Escribir Bien. “He dictado muchos cursos en todo este tiempo y en todos desarrollé contenidos propios mientras me daba cuenta de algo: el periodismo me ayudaba a enseñar a escribir. Y escribir es conectar ideas para que otros lean”.

¿Escribir bien o escribir correctamente? ¿Cuál es la diferencia?

Depende del enfoque. Cuando hablamos de enseñar a escribir, automáticamente pensamos en uno de ellos: el enfoque gramatical. El tradicional, el correcto, el único que conocemos. Pero hay otros tres enfoques, menos mal. Lo aprendí con el lingüista español Daniel Cassany. También se puede enseñar a escribir desde el punto de vista de la comunicación, también se puede mirar a la escritura como un proceso y también se puede hacer a un lado la forma para fijarnos en el contenido. Comunicación, proceso, contenido: eso es lo que yo enseño. Comunicación: pensar en el lector. Proceso: valorar los borradores (porque nadie escribe en limpio). Contenido: preguntarte qué quieres decir. Decirle algo a alguien, así lo resumo. Yo sería una persona muy triste si mi objetivo al escribir fuera la corrección ortográfica, y sería una profesora muy miope si pensara que un alumno que olvida una tilde no sabe escribir. Que ponga la tilde, por supuesto, porque una oración con faltas ortográficas es como una carretera con baches; entorpece la lectura. Aquí viene un disclaimer de mi curso Escribir Bien: No les pongo la cruz a la gramática y a la ortografía, pero a ellas las pongo en su lugar, el último, el de la revisión de los textos. Porque no son el objetivo, son herramientas para escribir bien.

Escribir bien no es solo para quienes quieren ser escritores. ¿Por qué es importante saber hacerlo?

Es curioso cómo se suele restringir el término “escribir” a la literatura. A veces me cuesta explicar a qué me dedico cuando digo que mis contenidos no son gramaticales, o viene alguien a preguntarme, por ejemplo, “¿Borges escribía bien?”. Rápido ha aparecido aquí otro disclaimer de mi curso: No me ocupo de la creación literaria, donde el estilo de quien escribe puede estar peleado con la concisión. Ni gramática, ni literatura, entonces. Hablamos de escribir. Escribir y punto, sin apellido; y por supuesto que es fundamental. Me refiero a esa actividad cotidiana que nos vincula con otras personas, la comunicación de nuestras ideas. En el trabajo, en los estudios, en nuestras redes sociales. Todos los días conectamos ideas para conectar con alguien, todos los días escribimos. Pero estamos tan concentrados en los tipos o formatos de texto que existen, estamos tan resignados a repetir plantillas y estamos tan convencidos de que escribimos por obligación, que hemos olvidado que lo hacemos por necesidad: para decir algo. Y hay que hacerlo bien, lo que significa hacerlo claro, conciso, sencillo y original.

Tenemos fama de dar mil vueltas a un tema antes de decir lo que realmente queremos. ¿Cómo escribimos los peruanos?

No vamos al grano, es cierto. Si existe una idea principal, parecería que nos esforzamos por esconderla en las primeras líneas, como si el encargo fuera elaborar y adornar antes que comunicar. Tal encargo no es explícito, por supuesto; lo que ocurre es que confiamos en que las ideas se generarán y organizarán espontáneamente, hasta que entendemos que eso jamás ocurrirá porque escribir es planificar. Pero yo diría que esa es una deficiencia común a todos los que nos comunicamos por escrito; sería injusto hacer de ella una etiqueta nacional. En todo caso, los peruanos compartimos con todos los hispanohablantes el abuso de un lenguaje florido y artificioso que se desenfoca fácilmente y nos hace divagar o perder el hilo. Abunda entre nosotros el afán de ser formales antes que naturales. Ahí tienes al redactor que en lugar de escribir “en” prefiere “en el seno de” o “en las instalaciones de”; y ahí tienes a tantos textos que parecen alimentados por la prosa administrativa, con sus largas y a veces mal cohesionadas oraciones, o por el lenguaje académico, que suele venir cargado de enunciados ilegibles. Ni claro, ni conciso, ni sencillo ni original.

Escribir correctamente no significa comunicar mejor. Sobre el mensaje a la nación que dio el presidente Sagasti la semana pasada, ¿qué le faltó?

Le faltó poner Waze. Esa es la metáfora que uso para enseñar a escribir. El “qué quieres decir” entendido como “adónde vas con tu texto”. Antes de la conferencia, al Presidente le faltó poner Waze, receta urgente para todos los que escriben (o se dirigen a un público) sin rumbo. Ese día se criticó la ausencia de mensajes clave, en especial de uno principal que encarrilara a todos los demás, y fue así, tal cual: esa ausencia determinó el desorden. Mientras se crea que escribir es únicamente juntar palabras, esos errores persistirán en comunicaciones que deberían ser claras y sencillas. Escribir no es juntar palabras, es conectar ideas. Es volver a lo básico: preguntarte qué quieres decir y contestarte “quiero decir esto y voy a escribir un texto que lo diga”.

¿Qué vicios recurrentes tenemos al escribir?

Los tengo identificados porque son la materia de mi curso Escribir Bien. Ninguno alude a la incorrección ortográfica. Primero, hablamos de la generalidad: de la vaguedad o falta de precisión, aquella que nos lleva a dar vueltas sobre una sola idea porque no encontramos qué decir. Luego está la redundancia, que no solo se refiere a la repetición de palabras, sino de conceptos; un problema que se intenta solucionar usando sinónimo tras sinónimo (y generando más redundancia). En tercer lugar tenemos los rodeos innecesarios, ese exceso de palabras que solito se delata cuando pudimos expresar lo mismo con menos. Finalmente aparece el lugar común, la frase hecha, el cliché que ya se gastó pero que seguimos usando mecánicamente porque lo leímos en algún otro lado. Imagina todo eso salpicado con términos rebuscados y supuestamente cultos, y verás en modo pantalla completa el cuadro de la mala escritura. Las asignaturas convencionales de redacción dejan pasar a estos vicios, no están en su mira.

Jorge Dioni, periodista español y también profesor de redacción, sostiene que “si el lenguaje no está estructurado, es probable que el pensamiento y las ideas tampoco lo estén”. ¿Estás de acuerdo con esta idea?

Totalmente. El lenguaje nos determina como seres humanos. No olvido una lección del curso de lingüística básica que dicté durante cinco años en el ciclo inicial universitario: el lenguaje organiza nuestro entorno, constituye nuestro pensamiento, soporta nuestra memoria y permite la autoexpresión. Mis cachimbos recordarán eso. Al menos yo lo recuerdo en todas mis clases. Porque el pensamiento confuso genera textos confusos, porque escribir es una tarea que empieza mucho antes de colocar palabras en una pantalla o en un papel. Empieza en mi mente cuando parto de la definición de una idea, que será la principal, y conecto otras, que serán secundarias, para armar un texto que fluya hacia un objetivo: comunicar, hacerme entender. Esa frase de Dioni está llenecita de verdad y es una lástima que no sea evidente para todos. Es urgente que dejemos de ver a la escritura como un conjunto de normas. Aquí viene mi llamado a la acción: si aprendes a verla como un proceso de ideas, aprenderás a escribir.

¿Lectura y escritura van de la mano?

Sí, pero no por las razones convencionales, aquellas referidas (cómo no) a la corrección ortográfica y gramatical. Es más bien una cuestión de familiaridad, de confianza. Si leo, me acostumbro a las palabras, me pertenecen. Una que otra quedará en mi memoria, la volveré a usar y sabré en qué contexto hacerlo. Si leo, la sintaxis dejará de ser algo antipático e inútil que aprendí en el colegio y se convertirá en la organización natural de las ideas; de mis ideas, cuando en algún otro momento deba escribir. Si leo, la perspectiva del lector no me será ajena, comprenderé que escribo para comunicar. Si me apropio de la lectura, me apropio de la escritura. Nunca más escribiré por escribir.

Tú sí sabes

Esta campaña de El Comercio es un aporte para los escolares afectados por la inmovilización social durante la pandemia del Covid-19. Entre otros contenidos, se ofrecen videos cortos sobre matemáticas, comprensión de lectura y expresión escrita. García Calderón participa enseñando a escribir. “En ocho videos hago el recorrido de ese proceso que a todos nos pertenece, porque todos nos comunicamos por escrito. Empiezo con la generación y organización de las ideas, dejando claro que escribir es un proceso donde se borra y se reescribe, y continúo con la argumentación clara, sencilla, concisa y original, luchando contra la ambigüedad, el estilo rebuscado, los rodeos inútiles y las frases hechas. Quizás muchos de esos contenidos están al alcance de los escolares por primera vez, así que espero que estos ocho videos enciendan su curiosidad. Que se pregunten qué es (de verdad) escribir bien, que cuestionen al enfoque gramatical como el único válido, que comprendan que cada texto suyo será la expresión de sus ideas y que tienen el poder de decirle algo a alguien. La campaña #TúSíSabes es mi primer contacto con los escolares después de tantos años enseñando a escribir, así que yo sigo aprendiendo.

El dato

Cristina García Calderón publicó en octubre pasado Qué quieres decir. Una guía diferente para escribir bien (Garamond, 2020). No es un manual convencional de redacción, no contiene reglas, no enfrenta lo correcto a lo incorrecto. Es una guía que cambió el “se debe” por el “se puede”. La versión e-book está disponible en Amazon. Además, tiene una cuenta en Instagram @cristinaescribebien donde enseña a escribir a todos los interesados en aprender, aunque principalmente se han concentrado personas entre 18 y 34 años. “Esta red social está haciendo de la buena escritura un valor agregado para quienes estudian y se inician en la vida profesional. Y yo no termino de celebrarlo”.

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