Uno de los epítetos más recurrentes en el agresivo mundo de las redes sociales es el de ‘fascista’. Suele endilgársele a quien está en las antípodas de nuestra posición ideológica: el término es abrumador, sataniza al réprobo y lo condena de manera incontestable a punta de likes. El abuso de dicha palabra no es solo síntoma de ligereza, sino también contraproducente: de tanto calificar a nuestros adversarios de fascistas, los auténticos seguidores de esa doctrina pasan desapercibidos y, cuando conseguimos identificarlos entre la maleza que hemos sembrado, ya es demasiado tarde. Jason Stanley (Nueva York, 1969) quiere librarnos de la trampa que alegremente nos tendemos. En su libro “Cómo funciona el fascismo” delimita los elementos que, calibrados entre sí, conforman la política fascista, y nos advierte de su gradual implantación en las sociedades contemporáneas.
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