Chachi Sanseviero. (Foto: Alessandro Currarino/ El Comercio)
Chachi Sanseviero. (Foto: Alessandro Currarino/ El Comercio)
Redacción EC

, la propietaria de la Librería El Virrey y un personaje entrañable de las letras en el Perú, falleció la tarde de este miércoles a los 73 años. 

Aunque nació en Asunción (Paraguay), Chachi vivió desde muy pequeña en Uruguay. Su historia con el Perú empezaría en la década del setenta, cuando, a los 27 años, se mudó a Lima junto a su esposo, Eduardo Sanseviero.

Ambos eran una pareja de militantes comunistas exiliados que viajó por varios países de Latinoamérica y Europa antes de asentarse en el Perú. Aunque no tenían amigos ni conocían a nadie, a los dos meses de su llegada consiguieron abrir una librería en la calle Dasso de San Isidro: El Virrey.

Esta fue una entrevista que le concedió Chachi al periodista Carlos Batalla en 2013 cuando la librería cumplió 40 años de fundada:

- ¿Por qué El Virrey?
Estuvimos dos años sin nombre. Afuera había un cartel rojo con letras blancas que decía 'libros', ni siquiera 'librería'. El nombre El Virrey fue una metida de pata brutal, porque en esa época estaba Velasco Alvarado, y el virreinato y los virreyes no eran bien vistos [risas].

- ¿Estaban solos?
No conocíamos a nadie. Yo cerraba la puerta, pero Eduardo la abría, porque decía que así la gente se enteraba de que allí había una librería. Decidimos quedarnos motivados por las editoriales internacionales que se instalaron en Lima. Estaba Grijalbo, Aguilar, Losada, Fondo de Cultura Económica, Seix Barral...

Chachi Sanseviero en el local de Miraflores de la librería El Virrey. Año 2011. (Foto: El Comercio/ Archivo)
Chachi Sanseviero en el local de Miraflores de la librería El Virrey. Año 2011. (Foto: El Comercio/ Archivo)

- ¿El Virrey siempre buscó ser un centro de cultura?
Es que nos interesaba la política. Por eso se convirtió también en un lugar de encuentro, de diálogo; sin embargo, fuimos muy discretos, nos mantuvimos como una familia de libreros y promovimos también la tertulia literaria, como hasta hoy. Eduardo iba al Centro de Lima para conversar, además, con un gran librero como era Juan Mejía Baca, a quien admiraba muchísimo.

- El librero tiene la virtud de la paciencia. ¿Usted la tiene?
Esa era una cualidad de mi esposo. No es mi caso. Yo soy una librera que intuye qué es lo que quiero leer y qué me gustaría que mi librería ofreciera. Solo puedo vender libros, es lo único que sé hacer.

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