México es el país invitado de la 22 edición de la FIL.
México es el país invitado de la 22 edición de la FIL.

El mataburros es un (el diccionario, para ser más exactos). El Matamula, en cambio, son muchos libros. Como cada julio, es el parque Matamula o el Parque de los Próceres de Jesús María el que se acoraza para albergar en su interior la Feria Internacional del Libro de Lima. En la noche de su inauguración, el último jueves, se esperaba la presencia del presidente Pedro Pablo Kuczynski: mucho resguardo policial, mucha prensa preguntona, pero el mandatario no llegó. Cosas de agenda. En su representación, el ministro de Cultura, Salvador del Solar –que sí está en todas–, se encargó de abrir la edición 22 del evento con palabras dedicadas a ese “extraordinario artefacto tecnológico que nos transforma”.

De la sala Blanca Varela –la más grande de la feria–, una caminata corta entre stands recién instalados o a medio instalar para pasar al pabellón armado por México, el país invitado. Desde Veracruz, una agrupación presenta un espectáculo de son jarocho. Agitan las blusas y las guayaberas blancas a punta de zapateo. Más allá, otro stand muy animado es el de Chile, país que se alista para emular el rol de anfitrión: Perú será el invitado de la Feria de Santiago en octubre del 2018. A España, por su parte, le tocará servir de invitado en Lima el próximo año. Un juego de agasajos y cortesías que, como lo hacen los mexicanos en esta ocasión, invitan a reflexionar sobre las cuestiones migratorias, tan en boga. Bien que sea a través de los libros, instrumentos viajeros por excelencia.

Mientras los bailarines continúan en lo suyo, andan un poco apartados, paseando las canas, Alonso Cueto y Richard Ford. Este último repartiendo lecciones y fotos, aunque sean estas las que terminan copando las redes sociales. Habría que hacer un álbum con todas sus apariciones. Más allá, la brillante Margo Glantz sigue abrazada a una muñequita, réplica de sí misma, y le acaricia el cabello. Y mientras un escritor nacional va ya por su quinto o sexto pisco sour, un periodista televisivo hace malabares con el micrófono y los bocaditos. Cae la noche.

GUÍA DE LECTURA
La mañana del día siguiente, viernes, se abren las puertas de la feria al público. Pero pasadas las 11 de la mañana, solo un perro negro entra y sale como en su casa, y se mea en una de las boleterías que no pueden expedir tickets por problemas con su sistema de venta. A pesar de ser el primer día de actividades, las colas impacientes comienzan a alargarse por la avenida Salaverry. Recomendación: comprar las entradas en línea. Basta una conexión a Internet y una tarjeta bancaria para ahorrarse la espera. Bienvenidos al siglo XXI.

Otra sugerencia es acudir temprano, cerca del mediodía, y durante estos primeros días, cuando la feria todavía es un espacio decentemente transitable –sin los clásicos apiñamientos y robos de libros–. Hay que tener en cuenta que es un evento que solo el año pasado recibió a más de 538.000 personas, casi 150.000 más que esa fiesta de la glotonería llamada Mistura. ¿Será que el peruano lee más de lo que come?

La distribución de los stands parece ordenada. Están los que nunca faltan: la recuperada Crisol, que siempre aglomera clientes (stands 18 y 98); los clásicos Libros más Pequeños del Mundo y sus anaqueles de juguetería (stand 20); las persuasivas señoritas de Técnicas Americanas de Estudio, por si desea optar por la lectura veloz (stand 124); la no menos persuasiva Casa de la Biblia (stand 94); entre otras habituales.

Pero si no solo busca manuales de autoayuda o cuadernos para pintar mandalas, hay un buen número de puestos alternativos a tener en cuenta. Por ejemplo, el de Heraldos Negros, una de las mejores distribuidoras locales, que cuenta con títulos interesantísimos en su amplio stand 25, y en uno más pequeño, con saldos, en el 105. Saltan a la vista la “Poesía completa” de Lezama Lima, y el “Kafka” dibujado por Robert Crumb. El Virrey de Lima (stand 91) también ofrece libros que no se encuentran en otros lugares: lo último del cineasta Jonas Mekas y las valiosas ediciones de la Universidad Diego Portales, entre ellas la reciente “José Donoso. Diarios tempranos 1950-1965”.

Muy llamativo es el espacio de Monoblock (stand 31), con sus bellísimos libros ilustrados. Dos que no tienen pierde son “Caza de conejos”, de Mario Levrero, editado por la notable Libros del Zorro Rojo; y “Casualidad”, de Pepe Monteserín y Pablo Amargo. También es recomendable pasar por dos librerías con olfato: Rocinante (stand 151), siempre con variedad literaria; e Inestable (stand 34), donde el buen ojo de Carlos Carnero selecciona títulos de lujo en cine, artes escénicas, filosofía y su mayor especialidad, la poesía. Una parada luminosa.

El resto es curiosidad y descubrimiento. A desperezar las piernas y abrir la cabeza, que vale la pena.

Lugar: Parque de los Próceres (cuadra 15 de la avenida Salaverry, Jesús María).
Horarios: de 11 a.m. a 9:30 p.m. Hasta el 6 de agosto.
Entrada general: 7 soles.

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