La videollamada lo ubica en su departamento londinense. El horticultor español Carlos Magdalena parece en la pantalla en camiseta, sufriendo del verano brutal. La semana pasada, el termómetro registró 38 grados por 6 días seguidos, con una humedad de 30%. A la vuelta de su barrio, un antiguo puente de hierro se quebró a causa de la dilación del metal. “Dicen que el calentamiento climático no está pasando, pero de repente aquí se te empiezan a morir las plantas una tras otra, se rompe un puente y las neveras en las tiendas no funcionan porque están sobrecargadas”, comenta. La pandemia le ha obligado a guarecerse en casa, cultivando su pequeño jardín doméstico.
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David Attenborough, el naturalista inglés pionero en documentales, le apodó “El mesías de las plantas” cuando lo entrevistó para la BBC. En efecto, en su libro ”El mesías de las Plantas: Aventuras en busca de las especies más extraordinarias del mundo”, Magdalena comparte esperanzadoras experiencias como su primer salvataje botánico con la ‘Ramosmania rodriguesii’, la planta de café marrón endémica de Rodrigues (República de Mauricio), cuyo último ejemplar permanecía sin poder reproducirse en el Real Jardín Botánico de Kew, en Londres, donde trabaja. Se la consideraba un “muerto viviente”, una planta viva pero incapaz de reproducirse. Sin embargo, él logró lo que los científicos no lograron en dos décadas de trabajo: que la especie diera semillas. Un logro basado en la más sensible observación: darse cuenta de que, en ciertas condiciones, con más sol y calor en los últimos dos o tres días de su ciclo de florecimiento, la parte femenina de la planta tenía receptividad. Tras obtener semillas Magdalena estudió otros tres años el crecimiento de la planta hasta lograr plantas macho y hembra, y asegurar la reproducción natural. De eso y muchas otras experiencias hablará Magdalena el viernes 28 de agosto, a la 1 pm. en la conferencia “Al rescate de las plantas”, junto con la especialista local Ana Sabogal.
Trabaja hace más de dos décadas en Kew Gardens, el jardín botánico de Londres. Lima, ciudad que conoces, no cuenta con una institución de este tipo. ¿Cuán importante es que una ciudad cuente con un jardín botánico para que, desde niños, desarrollemos una conciencia ambiental?
Sí, sobretodo en un sitio como Lima, donde miras a tu alrededor y parece que todo estuviera muerto. En la costa del Pacífico no se ve mucha vida si no está lloviendo. Un jardín botánico es una herramienta indispensable para despertar en los niños ese sentimiento por el medio ambiente. ¡Sobre todo en un país con la diversidad botánica del Perú! Aunque Lima no tiene el clima más adecuado para cultivar una gran variedad de plantas, con invernaderos y cosas por el estilo podría hacerse muchas cosas. No es imposible interesarse en la botánica sin tener cerca un jardín botánico, pero ayuda muchísimo. Además, se convierte en un epicentro de conocimiento sobre el tema.
Se te ha preguntado muchas veces porqué los medios y el público se conmueven más por la desaparición de un animal que por la extinción de una planta. Lo cierto es que las plantas no tienen ojos tiernos que nos interpelen. ¿Cómo conmovernos por ellas?
Con conocimiento. Es muy difícil contarle a alguien la película sin que este te escuche. Estamos bombardeados por miles de estímulos distintos y es muy difícil conseguir un minuto de atención. Mencionaste lo de los ojos de los animales: cuando el animal te mira a ti, inmediatamente te pones en su lugar. Son peludos, tiernos, coloridos, con lo cual la empatía es automática. Pero una planta parece inanimada, sin alma. Como ciudadano, no puedo ponerme en el lugar de una planta si no hay alguien que me explique qué es lo que hace, de dónde viene, a dónde va. No es algo obvio. Pero cuando empiezas a conocerlas, a descubrir sus estrategias, como son capaces de seducir a todos los animales de su entorno para que hagan lo que ella quiere, te das cuenta de que detrás hay algo más. Las platas han modificado la atmósfera, el clima, son las maestras de la adaptación. Se apañan contra los productos tóxicos, adaptan su propia química molecular para ahorrar la última gota de agua, e incluso pueden producirla. ¡Es increíble! El conocimiento de las plantas es fundamental para poder apreciarlas, entenderlas y por supuesto protegerlas.
A veces, pensamos que la resiliencia de las plantas es infinita y su capacidad reproductiva imbatible, y por eso estamos erróneamente tranquilos. ¿Dónde radica su fragilidad?
A muchos niveles. Ellas se adaptan a su realidad, y cuando se las cambias puede traer un montón de problemas. Un ejemplo de miles: traer cabras a Sudamérica o camellos en Australia. O los insectos que introducimos. Como con los animales, las plantas se dividen en dos tipos: las oportunistas, que son las que se escapan con los humanos y llegan a otras partes, llenando los nichos que nosotros creamos. Y luego tienes las especializadas, plantas que han evolucionado durante el último medio millón de años para, por ejemplo, atrapar la niebla de la costa de Atacama, habituada a una temperatura muy concreta, y una serie de nutrientes específicos. Eso ha permanecido estable en los últimos 30 mil años, hasta que llegamos nosotros y derretimos la Antártida y cambiamos las corrientes del mar. ¿Y Qué ocurre? ¿Se van a extinguir todas las plantas? No, todas no. Pero sí muchísimas sensibles al calentamiento climático. Nosotros somos demasiado rápidos para hacer cambios y destrozar ecosistemas, mientras que la mayor parte de las plantas dependen de un animal determinado para que las polinice o para que disperse su semilla. Si sacas una pieza de este rompecabezas, a lo mejor se te acaba derrumbando toda la construcción.
Hablas de razones macro que explican la desaparición de las plantas, pero ¿qué sucede con el caso del comportamiento de las personas y sus hábitos de consumo? Has comentado el caso peruano del huarango y el trabajo para protegerlo de Feliz Quinteros: una planta que está en riesgo por nuestra voracidad…
Esa es la clave de la conservación: por un lado tienes la intención de hacer cosas que pueden ser políticas, pero también tienes la realidad. Quizás yo podría hacer un esfuerzo y llevar bolsas de papel al supermercado en lugar de plástico, pero si tú no tienes resueltas cosas básicas en tu vida, a lo mejor tus opciones se reducen. Si para hacer un pollo a la brasa necesitas madera para el carbón, tendrás que cortar algo. Pero la realidad no es la disyuntiva de comer un pollo a la brasa o morirte de hambre: se trata de planificar. Y opciones hay muchísimas. Desde cultivar sustitutos de madera que crecen mucho más rápido, hacer plantas de gas o desarrollar un sistema eléctrico con energía fotovoltaica. ¡Cuánta energía fotovoltaica tiene la costa del Perú, madre mía! Allí tienes el tinglado para iluminar al planeta entero. Nos resignamos a perder las cosas que tenemos, y no tiene que ser así.
Temo que si le pedimos al peruano que escoja entre proteger al huarango o sacrificarlo por el sabor ahumado del pollo a la brasa, escogerá lo segundo.
Probablemente, porque somos muy primarios. Pero lo cierto es que no necesitáis madera del huarango para hacer pollo a la brasa, hay otras maderas también. Muchas veces justificamos estos problemas por “la necesidad” de la gente, y con ello mantenemos el caos. Podría reemplazarse el uso del huarango con tantos otros materiales, muchos provenientes de plantas invasoras, como el carrizo, o el tamarindo. Así, abres un poco el espacio para que las especies nativas tengan un respiro y tú te comes tu pollo a la brasa. Siempre hay una solución.
¿Cómo agrava el problema de la conservación los cultivos transgénicos?
Es un tema muy complicado, la gente tiende a confundirse. El transgénico es tecnología, y como tal tiene algunas cosas muy buenas y otras muy malas. Yo creo que la tecnología transgénica podría ser fundamental para el desarrollo humano y la conservación de la naturaleza. Pero hay un problema: la tecnología normalmente la usa un individuo o la compra una compañía. Y es usada por fuerzas que no son políticas ni filosóficas, sino matemáticas: Invierto una cantidad y quiero que me de cinco veces más. Es una ecuación. Con casi todo, incluyendo el pollo a la brasa, encontramos que sigue triunfando la tecnología usada de la forma más tribal posible, atropellándose en el camino un montón de cosas. Incluyendo que empiezas a hacer una competencia desleal: si tú tienes muchas variedades de maíz, que te sirve para diversos usos, todo ello resulta mucho más caro de producir si lo comparas al maíz transgénico, que compite con un mercado internacional que no distingue entre calidades. La pregunta que yo me hago es por qué su la tecnología transgénica tiene el potencial de librarnos de pesticidas, e incluso de fertilizantes, cada vez estos cultivos necesitan cada vez más pesticidas y fertilizantes. Con lo transgénico estamos añadiendo más problemas a los que ya tenemos.
La forma que tienes de divulgar el conocimiento y aprenderlo coincide con el conocimiento de las poblaciones originarias, lo terrible es que ellos nunca son invitados al debate.
Yo me considero parte de un pueblo originario europeo. Las personas creen haber salido de una especie de trono celestial. Mi madre se crió en una guerra civil, sin electricidad, era totalmente una indígena de las montañas de Asturias, por mucho que viviese mucho después en una ciudad. Tenemos que darnos cuenta de que no venimos de un palacio sino de una cultura ancestral, de una tribu que se movía por todo el mundo. La historia de África y Asia es la de unos tipos corriendo de aquí para allá. Y Europa es ese cruce de caminos. Nosotros somos una especie más. Preguntémonos cuál es nuestro rol: ¿explorar y descubrir o ser el pastor de la conservación de los ecosistemas? ¡Un pastor no puede matar a todas sus ovejas! Los pueblos indígenas de Sudamérica se dan cuenta de que son individuos, pero saben también que la individualidad no es nada sin una comunidad, y que esta a su vez no es nada sin el medio ambiente. Todo ello está en la base de sus planteamientos.
Conferencia en la FIL LIMA
Viernes 28 de agosto, 1 pm.
“Al rescate de las plantas”.
Participan: Carlos Magdalena y Ana Sabogal.
Organiza: Cámara Peruana del Libro. Presenta: Fundación BBVA.
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Pucallpa: niños estudian con libro ‘Coquito Shipibo’ en su lengua originaria
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