Hace 30 años un amigo diplomático le contó una historia que le pareció increíble. En 1818, con apenas 21 años, Ramón Castilla emprende un recorrido de 11 mil kilómetros desde el Mato Groso hasta Lima. Lo más sorprendente fue saber que el motivo que lo empujó a atravesar la selva salvaje y sus innumerables peligros fue poder reincorporarse al ejército realista, bando al que Castilla servía desde los 15 años. Este relato despertó tanto el interés del escritor Eduardo González Viaña, que conocer los detalles de aquella travesía se convirtió en una verdadera obsesión. Más aún cuando se percata de que los historiadores solo han registrado unas cuántas líneas sobre la epopeya por la selva del entonces cadete. Es así como decide investigar este episodio por su cuenta durante muchos años hasta que por fin se decide a escribir.
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En “El largo camino de Castilla” el también periodista echa mano a sus recursos literarios y, basado en los datos tomados de la bitácora del coronel Fernando Cacho, acompañante de aventuras del militar peruano, logra reconstruir los ocho meses de viaje desde Brasil a Perú. Pero más allá de puntualizar los pormenores de aquel trayecto, lo que narra González Viaña es la búsqueda y el despertar de la verdadera nacionalidad del hombre que es considerado por Jorge Basadre como el verdadero fundador de la República. Conversamos con el autor antes de la presentación de esta novela histórica, el 23 de agosto a las 7 p.m. en la Feria Internacional del Libro.
Su novela inicia con la muerte de Castilla, ¿por qué empezar con ese hecho trágico?
El primer capítulo se llama “La segunda muerte de Castilla”. Eso es porque su primera muerte fue en la batalla de Ayacucho, donde renace como patriota. La novela tiene dos partes. La primera nos muestra a un Castilla de 70 años que se ha levantado en armas contra el gobierno de Mariano Ignacio Prado y muere sobre su caballo. La segunda empieza con Castilla a los 20, poco antes de caminar a través de la selva. En la primera parte es llevado a Tarapacá donde va a ser velado. Entre ellos hay un yatiri, un chamán aymara, quien va a relatar lo que el muerto va a vivir en la otra vida. Y mientras el muerto se va acostumbrando a la muerte va recordando pasajes de su vida.
Y su autodescubrimiento como peruano. ¿Cómo define usted la nacionalidad?
Es una concepción, es un sentimiento que se va formando. Y que incluso en nuestro propio tiempo no ha terminado de formarse.
Entonces Castilla no era consciente de lo que significaba pertenecer a una nación…
Ni Castilla ni nadie en esa época. Porque los criollos y los mestizos eran sencillamente los españoles del otro lado del mar. El concepto de nación es algo que se va inventando de a pocos y Castilla lo va a entender en el momento en que conoce la selva de Mato Groso. Ahí encuentra otros grupos que son realmente americanos, como las comunidades de los negros que conquistaron su libertad. Y, por otro lado, a los indígenas que viven en las misiones de los padres jesuitas de Brasil Paraguay y Bolivia, donde no solo se les enseñaba el catecismo sino que se trataba de construir una sociedad diferente, donde no existía la propiedad y el único dueño era dios.
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Esta experiencia es la que años más tarde lo empuja a abolir la esclavitud y el tributo indígena.
Recién en 1854 los indígenas dejan de pagar un tributo por vivir en su propia tierra, a pesar de que la colonia ya había terminado. Lo mismo ocurre con la abolición de la esclavitud. Castilla no es académico ni un revolucionario, es un hombre que en la práctica descubre que no es un español. Por eso Castilla es el hombre del Bicentenario, es el que inventa nuestra nacionalidad. Nuestra nacionalidad no se forma el 28 de julio de 1821 al conjuro de unas hermosas palabras que conocemos. Nuestra nacionalidad no ha terminado de hacerse. Pero es un sentimiento trágico que se puede advertir en personajes como Grau y Bolognesi.
¿La figura de Castilla es semejante a las de estos héroes?
No los confronto. Soy un profundo admirador de Grau y Bolognesi. Y de toda la gente que los acompañó y se quedó para defender una ilusión de nacionalidad. Una nacionalidad peruana que es traicionada todos los días en nuestro tiempo por los canallas que trafican con la salud, la educación y todo esto. Para ellos la nacionalidad es un trapo blanco y rojo que se ponen en los campeonatos de fútbol.
¿Cómo compararía al Castilla realista con el que se convierte en patriota?
El realista es un joven de 21 años, no muy culto, que se siente español y piensa que su deber es defender al rey. El otro es el hombre que ha sufrido y ha conocido el Perú. Si no fuera por Castilla la selva peruana sería de Brasil. En su gobierno Castilla compró una armada de barcos para que surcara los ríos amazónicos y estableció el tratado de navegación con ese país. Castilla es el unificador y el generador de nuestra nación. Es el padre de la patria.
¿Cree que Castilla tiene el lugar que le corresponde en la historia?
No lo tiene y a nosotros nos corresponde dársela, es tiempo de hacerlo. Esto es como cuando uno sabe que se va a morir y empieza a recordar los mejores momentos de su vida. El Perú se está muriendo en estos momentos, obviamente vamos a resucitar, estoy seguro, pero en estos momentos debemos recordar qué fue lo mejor que nuestro país produjo. Castilla es uno de estos hombres.
En “El largo camino de Castilla” no es la primera vez que explora los años de juventud de un personaje peruano. Ya lo había hecho en “Vallejo en los infiernos”, donde narra los meses que el poeta pasa en prisión. ¿Tiene otro personaje en mente?
Acabo de terminar una novela o una serie de crónicas sobre Chabuca Granda. Aún no tiene nombre, pero puedo decir que toca diversas partes de su vida, el origen de sus canciones.
DATO
Podrás ver en vivo la presentación de “El largo camino de Castilla”, EN VIVO por fillima.com.pe/fil/programa-cultural