Suenan las campanas de la iglesia e, interrumpido a mitad de su discurso, Gustavo Rodríguez dice “gracias”. El auditorio ríe. Sabe que el escritor usa el humor para conjurar el nerviosismo. Minutos antes, Pilar Reyes, editora central de Alfaguara, en la azotea de la Fundación Cajasol y con vista a la hermosa plaza San Antonio, daba cuenta del premio del autor peruano, cuya novela “Cien cuyes” se impuso entre otras 706 historias presentadas. Su editorial preparó ese brindis en el marco del Congreso Internacional de la Lengua, enfocado en el mestizaje y con permanentes guiños al Perú, pues a decir de Reyes, desde su título la novela tenía que ver con los muchos ámbitos en que la multiculturalidad se expresa en América Latina. La editora explicó que el jurado, presidido por la escritora argentina Claudia Piñeiro, escogió la tragicómica novela de Rodríguez, admirada por su forma de reflejar uno de los grandes conflictos de nuestro tiempo: “Somos sociedades cada vez más longevas, pero también más hostiles con la gente mayor”, señaló.
“Un cuy es el símbolo inequívoco de la peruanidad alegre. Fue domesticado hace más de 5 mil años, y desde entonces ha sido todo para los peruanos: instrumento de adivinación, protagonista de juegos de azar, objeto de experimentación clínica, método de diagnóstico de la salud y también sabroso platillo. Nada nos alegra más que los cuyes simbolicen también hoy un logro literario”, añadió la editora.
Historia de una novela
Mirando a la Parroquia de San Antonio, barroco ícono del casco antiguo gaditano, Gustavo Rodríguez enfrenta el viento y el sol de la una de la tarde para dejarse oír frente a un centenar de invitados, gran parte de ellos escritores invitados al congreso y directivos de la editorial. Sin embargo, solo se escucha el puro encanto de sus palabras cuando cuenta la historia que disparó la escritura de su novela. “Hace seis años estaba lavando platos ante la vista hermosa del Océano Pacífico, desde mi casa -recordó-. Ese mismo día supe que iban a construir un edificio al lado, y me iban a quitar esa vista. Para procesar el dolor, la rabia, la indignación de perderla, decidí crear un personaje para un cuento: una anciana a la que le pasaba lo mismo. Solo que ella estaría confinada a una silla de ruedas, y su vida transcurriría viendo por esa ventana. A través de ella quería potenciar esa sensación de pérdida”, dijo.
Esa primera motivación le hizo escribir un cuento que permanece archivado. Luego se impuso en el mundo la incertidumbre de la pandemia, la muerte de miles de ancianos, y poco después, la de su propio suegro, Jack Harrison. “Una persona que tuvo una muerte a la altura de lo digna que fue su vida”, destacó el escritor en su breve discurso. Su pérdida le impulsó, (“como un poseso”, detalla él) a escribir la novela, y resolverla en pocos meses, trabajando largas jornadas de encierro, todos los días de la semana. “Al cabo de ese vómito, que resultó benéfico, salió ‘Cien cuyes’”, señaló. Una novela sobre la soledad de los ancianos y del derecho a una muerte digna, cuyo dolor se combina con ternura y lúcido sentido del humor.
Entre los invitados a la soleada azotea, destaca Santiago Roncagliolo, el primer peruano en obtener el premio, quien aún recuerda su celebración tras la ceremonia del anuncio en Madrid. “Me obligaron a beber más de la cuenta porque había ganado un peruano”, bromea. Ya leída la novela de su amigo, el autor de “Abril Rojo” celebra la ternura del libro, y la manera en que su autor nos habla de personas que no sabemos ver. Desde el vecino con el que te cruzas a diario sin advertirlo, los ancianos que parecemos ignorar a sabiendas, o al personal del servicio doméstico, aún más castigado en una sociedad tan desigual como la peruana. “Me pareció una novela que podría haber escrito Ribeyro, de pequeñas frustraciones personales. Ojalá sirva para que empecemos a ver a las personas que nos rodean. El Perú es un país en que la gente no se mira, ni se habla”, señala.
Para Fernando Iwasaki, escritor peruano radicado en Sevilla, Rodríguez es un escritor que lleva muchos años publicando novelas, cada cual con mayor ambición literaria. Y el Premio Alfaguara confirma esa escalada. Su colega, el narrador y embajador Carlos Herrera comparte su alegría: “Teníamos hace años en el palmarés del Alfaguara a Santiago Roncagliolo, pero la literatura peruana merecía hace años más reconocimientos, en razón a su nivel. Y Gustavo es un excelente escritor de la vida cotidiana nacional”.
Carlos Franz, chileno que gozosamente ha probado cuy más de una vez, asume que, si bien mucha gente en España no conoce ni la palabra ni el animal, justamente el título de la novela permite abrir la curiosidad y abrir el apetito del lector. Asimismo, destacó que aborde un tema como el de la vejez y el derecho a una muerte digna, pues se trata de un debate muy contemporáneo. “Tenemos que tomar esa decisión cuando somos plenamente conscientes, cuando optar por la muerte es un acto de lucidez”, afirma.
Finalmente, el escritor colombiano Héctor Abad Faciolince, quien también ha profundizado en el tema de la muerte en buena parte de sus libros, celebró la novela del peruano: “Como decía el poeta Gil de Biedma, envejecer y morir es el único argumento de la literatura. A mí me parece muy bien la longevidad y las ganas de vivir hasta el final, pero también me parece perfecto interrumpir la vida cuando ya no la quieres más”, declaró.
“Un buen amigo mío y gran magistrado, Carlos Gaviria, a quien dediqué mi libro “El olvido que seremos”, fue quien aprobó la Ley de Muerte Digna, la eutanasia, en la Corte Constitucional de Colombia. Yo no puedo estar más de acuerdo con eso. Una de las maravillas que tiene la vida es que la podemos interrumpir. El ideal de la eternidad está mal pensado. Sería una gran maldición. La vida prolongada más allá del dolor insufrible no tiene sentido y hay que respetar a quienes quieren salirse de ella”, añadió el colombiano.
Sigue el viaje
Con la entrega del galardón, confeccionado por el escultor canario Martín Chirino y que se inspira en el arabesco del logotipo de la editorial Alfaguara, Gustavo Rodríguez cierra su periplo español y emprende una gira que lo llevará a recorrer toda América Latina a lo largo de este año, y que tendrá como último paradero la Feria del Libro de Guadalajara, en México, a fines de noviembre.
Terminado su discurso, el escritor vuelve a agradecer. Ya no hay campanadas que lo interrumpan, pero la idea que añade al despedirse queda resonando en nuestras cabezas con la fuerza de un tañido: “Es muy difícil, casi imposible, que tras decir gracias, ocurra algo malo”, finalizó.
VIDEO RECOMENDADO
TE PUEDE INTERESAR
- Jaime Bayly reveló que le enviará una copia de ‘Los genios’ a Mario Vargas Llosa: “Creo que le va a gustar”
- Pensar el mestizaje desde Cádiz: así se vivió la inauguración del Congreso Internacional de la Lengua Española
- María Kodama: viuda del escritor argentino Jorge Luis Borges falleció
- “La canción del Capitán Garfio”: la crítica de Luces a la primera novela de Mario Ghibellini
- Vanessa Saba debuta en la literatura con su primer libro de cuentos, La calle inclinada