Sonia del Águila

Hace años, su amiga Cuti le dijo que era una “vaca descarriada”, una rebelde que no sigue a la manada. no recuerda si fue un halago o una crítica, pero la comparación le gustó tanto que, en el 2018, la convirtió en el título de su libro “Diario de una vaca descarriada”. Ahora, seis años después, lanza una nueva edición actualizada y renovada de esta obra. “Es lo mismo, pero no es lo mismo…. Es mejor”, asegura con entusiasmo.

Es como un remake más bonito, con nuevos textos, tareas e ilustraciones. Visualmente, es una obra hermosa, gracias al increíble trabajo de María Teresa Ganoza. También renové historias, como el drama del síndrome del impostor que experimenté al escribir el cuento del Perronejo. Incluí algunas preguntas que me hacen en Instagram, seleccioné las que más comentarios tenían y dejé fuera las que no recibieron tanta atención. Amo este libro y quería que continuara creciendo. Quiero que la vaca siga andando por nuevos caminos, con nuevas manchas siempre descarriada”, detalla la artista y comunicadora sobre su nueva publicación de editorial Grijalbo.

—A los 57 años, ¿cuánto queda de esa “vaca descarriada y rebelde”?

Hasta que me muera, seguiré siendo rebelde (ríe). Todo lo que despierta mi curiosidad o me llama la atención siempre me impulsa a pensar que es posible, aunque me lleve años lograrlo. Esa convicción me anima a arriesgarme, a explorar, a darle la vuelta a las cosas y mirarlas desde otros ángulos. Amo aprender y, sobre todo, enseñar lo que descubro. Cuando algo nuevo cruza mi camino, no puedo evitar compartirlo con los demás. Me fascina esa chispa de descubrimiento, esa emoción de decir: “¡Miren lo que encontré!”.

—¿Cuándo nace esta rebeldía?

Desde siempre. Siempre fui la diferente. Mi mamá murió cuando yo tenía 4 años, y en el colegio todos sabían que era “la niña huérfana”. Cada lunes, los niños rezaban por mí en el salón. Mi papá, quizá porque le daba flojera peinarme, me cortaba el cabello bien corto. Recuerdo que mis ojos, cuando era niña, parecían azulados, y eso llamaba la atención. Siempre sentí las miradas sobre mí, como si todos estuvieran observándome. Pero, en lugar de intimidarme, eso me dio una extraña libertad: la sensación de que podía hacer lo que quisiera. Mi papá solía decirme: “Si traes una buena libreta, puedes hacer lo que quieras”. Y yo me lo tomé en serio. Siempre seguí mi propio camino e hice lo que quise.

Sueños cumplidos

Sus sueños de infancia parecían inalcanzables: ser maestra, doctora, cantante, bucear como Jacques Cousteau. Sin embargo, Wendy los cumplió todos. Fue maestra, llevó alegría a hospitales como la doctora Bolaroja, cantó en teatros abarrotados con “Mamma Mia!” y “Pantaleón y las visitadoras”, y exploró el fondo del mar, buceando hasta 14 metros de profundidad.

—¿Y qué te falta por hacer?

¡Tantas cosas! Tengo mil ideas en la cabeza. Quiero hacer un podcast, algo breve pero especial, de solo 10 capítulos. También estoy planeando otro curso en línea y ya empecé a trabajar en un nuevo libro, algo que llevaba mucho tiempo queriendo escribir. Aprender lenguaje de señas era un sueño pendiente desde hace años, y por fin estoy estudiándolo. Y Nueva Zelanda… siempre fue uno de mis grandes anhelos. Ahorré con mucha dedicación, compré mi pasaje, y el 15 de enero (del 2025) estaré volando hacia allá. Estoy cumpliendo sueños, y eso me llena de emoción.

—¿En este camino recorrido, hubo algo en tu vida personal o profesional que tuviste que dejar atrás?

La verdad, no. No siento que haya renunciado a nada que realmente me apasionara. Viajar, trabajar y estudiar son mis tres grandes pilares, mis favoritos en la vida, y nunca los he dejado de lado. Lo que abandoné, posiblemente, era porque no me ilusionaba lo suficiente. No siento que me falte nada. En cuanto a formar una familia o tener hijos, nunca fue un deseo para mí. Es una responsabilidad enorme, y siempre preferí dedicarme a mis cursos, a viajar y aprender. Mis “hijos” son mis libros, mis cursos y mis alumnos. Ellos son mi mayor legado.

—Estuviste en televisión durante mucho tiempo, en un programa que los televidentes recuerdan con cariño hasta hoy, un proyecto que dejó huella. ¿Extrañas la televisión?

Para nada, no la extraño en absoluto. Además, no estuve tanto tiempo en televisión; ese programa duró solo dos años, y de eso ya han pasado 25. Sin embargo, me sigue sorprendiendo cómo sigue vivo en la memoria de la gente. En Halloween, por ejemplo, es increíble ver a tantos niños disfrazados de los personajes de “Patacláun”.

—¿Eres consciente de que has logrado cambiar vidas? ¿Cómo lo asumes?

Con mucha responsabilidad. Constantemente leo comentarios en las redes que me conmueven profundamente. La gente me comparte historias increíbles, momentos importantes de sus vidas, y confían en mí de una manera que me honra. Eso hace que sienta un compromiso aún mayor. Por eso, cada proyecto, cada palabra, cada acción que realizo debe tener un propósito, un mensaje que importe.

Al principio me costaba creerlo, pero me lo repiten tanto que ya no hay un solo día en el que alguien no me escriba algo similar. Me hablan de cómo les ayudé a tomar decisiones importantes, a enfrentarse al desafío y la belleza de lidiar con su propia libertad. Eso me pasa con ‘Cuerda’, un espacio que inspira a muchos, y también con mis libros, ‘Mi fiesta es mía’ y ‘Diario de una vaca descarriada’. Saber que mis palabras y mis ideas tocan vidas de esa manera es emocionante.

—La felicidad es un tema recurrente en tus libros. ¿Cómo se puede ser feliz en un mundo con tantos problemas y noticias tan terribles cada día?

El mundo parece estar diseñado para que no seamos felices, como si todo estuviera en contra. Y a veces, incluso, sentimos culpa por disfrutar de algo cuando sabemos que hay tanto sufrimiento alrededor. Pero algo que aprendí de Patch Adams es que la alegría no es un lujo, es un acto de resistencia. Hay que defender la alegría, entender que es una decisión personal y buscar siempre darle la vuelta a las cosas a tu favor. Eso no significa ignorar el dolor; cuando toca llorar, hay que detenerse, vivir el duelo, sanar. Pero luego, elegir volver a levantarse, trazar nuevas metas y mantener la esperanza de que las cosas pueden mejorar. La felicidad no llega sola, es un camino que elegimos recorrer cada día.

—¿En qué etapa de tu vida te encuentras?

En la que sigo haciendo lo que amo, como enseñar y actuar, pero también siento una necesidad profunda de compartir lo que he aprendido. Enseñar desde mi experiencia se ha convertido en algo esencial para mí. Siempre lo he hecho, no solo porque me gusta, sino porque lo siento como una misión, una forma de devolver lo que la vida me ha dado.

“Diario de una vaca descarriada"

Dia: de la presentación del libro: Domingo 24 de noviembre.

Hora: 5:00 p.m.

Lugar: Auditorio Antonio Cisneros, en la Feria del Libro Ricardo Palma.

Contenido Sugerido

Contenido GEC