El legado de Luis E. Valcárcel, considerado el padre del indigenismo en el siglo XX, retoma vigencia con la reedición (tras 51 años) de “Historia del Perú Antiguo: A través de la fuente escrita. Historiadores de los siglos XVI, XVII y XVIII” (Ediciones Copé-PetroPerú, 2015).
La colección comprender tres tomos de más de 1700 páginas, producto de investigaciones y recolección de data en casi cinco décadas de trabajo exigido y valioso. Asimismo, Ediciones Copé presenta esta vez un añadido: el estudio introductorio preparado por el antropólogo y arqueólogo Luis Guillermo Lumbreras.
Conversamos con Lumbreras sobre “Historia del Perú Antiguo”, una publicación tan completa como valiosa para comprender nuestros antecedentes y reflexionar acerca de las soluciones a nuestras diferencias.
-Antes de la publicación de “Historia del Perú antiguo”, ¿cuánto era lo que se sabía y lo que no del Perú entre los siglos XVI y el XVIII?
Este libro de Luis E. Valcárcel es una suerte de archivo de los trabajos que hizo a lo largo de su vida. Está ahí lo que le sirvió de fuente testimonial para escribir su obra sobre el antiguo Perú. De modo que el libro es una especie de memoria. Él inauguró una etapa de la investigación histórica sobre el antiguo Perú, pero eso lo hace todavía en la primera parte del siglo XX. En realidad, sus primeros trabajos, sus tesis, su participación como estudiante en la Universidad del Cusco, los hizo con temas relacionados a ello. De alguna manera, Valcárcel siguió la línea de investigación que inició Garcilaso de la Vega en el siglo XVI. Lo que hizo fue reunir todo lo que se conocía sobre el antiguo Perú y lo plasmó en artículos, ensayos, libros y más. Sin embargo, no estamos exactamente ante un resumen o síntesis.
-¿Qué peruanos se anticiparon a lo que Valcárcel escribió?
Primero, obviamente, Garcilaso, pero luego hubo mucha gente, en los siglos XVIII y el XIX sobre todo, que se ocuparon del tema. Primero (en el XVIII) con artículos pequeños, menores, cosas que publicaba Hipólito Unanue, y en el siglo XIX –como resultado de la Independencia— apareció un señor llamado Mariano Eduardo de Rivero, un arequipeño que estudió en Inglaterra y que al volver a este país estudiaría el antiguo Perú, pero más bien como visitante. Él publicó un importante libro llamado “Antigüedades peruanas”. Luego habría una serie de ensayistas que trabajaron al respecto. Yo diría que quien antecedió a Valcárcel en la presentación del antiguo Perú fue don José De la Riva Agüero, que escribió un libro muy importante ocupándose de los incas. Sin embargo, ambos entraron en polémica por De la Riva Agüero, que fue más hispanista, mientras que Valcárcel le daba mucho más peso al sector indígena en la historia peruana. Ahí hubo debates significativos.
-“Historia del Perú Antiguo” tiene un tono algo enciclopédico, con mucha data y cita de fuentes. ¿Fue esta una característica común de la obra de Luis E. Valcárcel?
No. Él usó mucho las fuentes y trabajó mucho con categorías clasificatorias pero este libro es singular. Lo que hace Valcárcel aquí es decir “Mire yo dije que Pizarro llegó en tal tiempo a tal lugar por esto y lo otro”. Es decir, presenta la evidencia.
-Muchos jóvenes no han estudiado a profundidad el legado de Luis E. Valcárcel. ¿Cuál fue su gran aporte a la concepción que se tenía sobre la población indígena?
Lo que hace Luis E. Valcárcel es incorporar en la historia del Perú la participación del sector originario de los peruanos, que es lo que nosotros identificamos como indígena. Para él hubo solo una historia del Perú y no dos. Lo que nosotros hemos hecho es dividir la historia en dos partes: una hasta cuando Atahualpa es tomado preso y otra que comienza desde ese día en adelante. Lo que hace Valcárcel es integrar todo en un solo desarrollo complejo. Entonces para él la historia antigua del Perú no es la de los incas sino del antiguo Perú. Nosotros seguimos segregando al mundo indígena como algo sin participación en nuestra historia y solo nos ocupamos de ello cuando hay rebeliones, movimientos sociales, cuando están implicados eventos como la Reforma Agraria. Él integra todo, por lo que en “Historia del Perú antiguo” Valcárcel no concluye con la toma de Pizarro sino que considera continúa en la etapa virreinal o colonial y la nuestra.
-Él vino a vivir a Lima cuando tenía entre treinta y cuarenta años, una edad relativamente tardía. ¿Cuánto influyó esta decisión en su forma de ver la sociedad peruana?
Valcárcel perteneció a un sector de clase acomodada en el Cusco, venía de una familia de comerciantes, era un abogado exitoso y estaba en lo que hoy eufemísticamente llamamos “clase media”. Cuando vino acá se conectó con la elite limeña. Su conexión fue no tanto con el sector popular, sino directamente con los que Malpica llamó “Los dueños del Perú”, me refiero a Riva Agüero, etc. Yo diría que lo que le impactó al llegar a Lima fue la participación en un conjunto de eventos de rango nacional, cosa que no tuvo en Cusco. Aquí fue ministro de Educación, dirigió el Museo Nacional. Sin embargo, él vivió en una etapa en la que el Cusco estaba por encima de Lima.
-Algunos piensan que en la historia del Perú, Lima siempre estuvo por encima de Cusco…
Creemos que Lima siempre fue como es ahora, con el poder centralizado, y no es así. Esto fue un cambio que se produjo en los años veinte o treinta, fundamentalmente por los mecanismos de conectividad. La construcción de la carretera Panamericana dejó atrás a las ciudades serranas y aún más a las selváticas. Lima se convirtió en un núcleo económico. Cusco fue una suerte de núcleo promotor de la intelectualidad peruana. Así que el “cambio” no le representó algo que equivaldría hoy a una persona que llega a Lima por primera vez a los cuarenta años.
-¿La faceta política de Luis E. Valcárcel es quizás la menos estudiada hoy?
La participación política en los años cuarenta y cincuenta fue muy diferente a la actual. Recién habían surgido los grandes movimientos intelectuales que se proponen establecer doctrinas para el desarrollo del Perú. Surge el Apra, los partidos Socialista y Comunista, el Socialcristianismo, con gente como Bustamente y Rivero, que son los que de alguna manera lideran estas formas de pensamiento. Esa es la época en la que nació la política. Por eso Valcárcel se identifica políticamente por su posición sobre el indigenismo. No había un contenido político doctrinario completo, sino solo doctrinas que ligaban hacia formas de comportamiento social. Valcárcel no tuvo un partido, más bien se mantuvo con una participación desde el lado de la intelectualidad para colaborar con la reflexión sobre los destinos del Perú.
(Luis E. Valcárcel y su obra reeditada por Copé. Ya a la venta en las principales librerías de Lima.)
-¿Cuáles son los dos grandes aportes que tuvo Luis E. Valcárcel en sus casi 70 años de trabajo intelectual?
El primero es que trató de hacer una tarea equivalente a la que hizo Garcilaso de la Vega. Tratar de entender la historia del Perú como una unidad procesal, que se da desde que llegan los primeros seres humanos aquí, hasta la actualidad. Valcárcel sostuvo que había una continuidad, con rupturas solo políticas, sociales o económicas, pero nunca en lo cultural. En segundo lugar, considero importante en la obra de Valcárcel que haya identificado el proceso de construcción del (imperio) de los Incas, uno de los estados más notables en la historia del mundo. Si bien Valcárcel cometió el mismo pecado que Garcilaso, de exaltar al mundo incaico, creo que ambos fueron capaces de señalar al mundo y decirle: “Oigan, vean, aquí hay un ejemplo de un tipo de sociedad que se organizó a pesar de su diversidad y complejidad”. Se logró la formación de una unidad territorial. Estos dos factores para mí son gravitantes en el aporte de Luis E. Valcárcel y ambos están presentes en los tres tomos de “Historia de Perú Antiguo”.
-Usted dio una entrevista al diario “La Nación” en el año 2007. Dijo esa vez que “nuestra condición de occidentales pobres va empeorando, alejándonos más y más de los países modelo”. Ocho años después, ¿sigue pensando lo mismo?
Sí. Estamos viendo el Perú desde una óptica fuertemente occidental. Y ahora esto es cada vez más fuerte. Y esa visión parte de que cada vez buscamos más limeñizar al resto de ciudades del país. Pasa con Trujillo, con Piura, con Ica. Quizás Arequipa no porque presenta resistencia. Cusco tampoco porque ahí se da una universalización derivada del turismo. Esta situación se contradice por completo cuando sales de Lima. Te vas a Cajatambo, a Huarochirí y ves otro Perú, totalmente desligado de esta suerte de vocación ‘europeizante’. Es otro mundo. Encuentras poblaciones que quizás han mejorado económicamente, pero (ahí) se mantienen algunas condiciones de existencia absolutamente nativas. Es decir, la gente busca crear su propia existencia a base de lo que tiene. Y yo he visto algunos programas de televisión que muestran eso. Hay pueblos cuyas fiestas son totalmente iguales a las que se daban hace 300 años.
-Usted se doctoró en San Marcos hace 45 años. Casi medio siglo después de ese momento vital en su formación como profesional, ¿ya tiene la explicación de por qué un territorio donde se gestó un imperio tan poderoso terminó –en un tiempo relativamente corto—siendo un país pobre y lleno de carencias?
Aún no he logrado resolver plenamente esa duda pero las hipótesis que mantengo tienen que ver con la naturaleza del encuentro entre nosotros y el mundo occidental. Quienes nos invadieron y determinaron cuál era el curso de nuestra historia después del siglo XVI era gente con una larga historia, muy bien armada, pero totalmente distinta a la nuestra. Ellos tenían montañas muy diferentes a las nuestras, por ejemplo. Nosotros tenemos un desierto en nuestra zona occidental. Todo ello implicaba algo que no existe en Europa: la coexistencia de una región selvática con una montañosa y otra desértica a la vez y con un mar riquísimo. Ellos llegaron y aplicaron sus creencias, compartieron sus recursos y nos forzar a transformaciones que debilitaron enormemente nuestra capacidad productiva. Consecuentemente, el siglo XVII y los dos posteriores son de cambios brutales, de desabastecimiento estructural, en donde el empobrecimiento no es un tema político sino de transformación de las condiciones que teníamos para adquirir cosas. Todo eso ligado a una religión distinta a la nuestra, en donde los cultos están al revés. Celebramos la navidad como la fiesta más importante, y sí lo es, pero más en el Viejo Mundo. Para nosotros es exactamente al contrario. Lo de diciembre nos corresponde en junio. Ese proceso trasladado desde Occidente nos generó necesidades que antes no teníamos. Tuvimos que recrear este país para poder readaptarnos a dichas condiciones.
-Y quizás no lo percibimos completamente…
Y no lo hemos percibido a pesar de que fue un largo proceso. Estamos viviendo en un país que requerimos reconstruir artificialmente para que se adapte a las exigencias que hemos ido adquiriendo en estos cuatro siglos. Por suerte hoy las cosas están empezando a cambiar. Se están tomando medidas equivalentes a las escritas en “Historia del Perú antiguo” y ya no tomando como referencia estudios hechos en Australia o Europa. Hasta antes de la difusión de libros como este de Valcárcel, nos enseñaban a manejar el Perú como ocurre en Alemania, Francia o Inglaterra, porque se supone que esos son países más desarrollados. Mentira. Su desarrollo es equivalente al nuestro, pero distinto. Entonces, el comenzar a hacer las cosas a partir de nuestras propias condiciones, con la idea de peruanizar el Perú, está comenzando a dar fruto. Y creo que más adelante avanzará la conciencia de lo peruano.