Todo comenzó con un viaje a Auschwitz, y una pregunta. En 2004, el periodista Hugo Coya, ante el registro de los nombres de las víctimas del holocausto judío que pueden leerse en el antiguo campo de exterminio en Polonia, hoy convertido en memorial, se pregunta si hubo peruanos entre ellos. Y allí estaban, entre miles.
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Entonces trabajaba como reportero en América Televisión y a propósito de los 60 años del fin de la Segunda Guerra Mundial, a cumplirse el año siguiente, propuso el tema: un reportaje sobre los familiares de las victimas peruanas. Sus compañeros lo miraron extrañados. Pocos le creían. Él insistió comentándoles los registros expuestos para los visitantes en el campo de exterminio. “Ponte a buscar, a ver si consigues”, le respondieron.
Lo que consiguió le dio material para mucho más que un reportaje de un noticiero dominical. En 2011 reunió todas sus historias en el libro “Estación Final”, veinte destinos de peruanos truncados en los campos de concentración de Auschwitz, de Bergen-Belsen, de Sachsenhausen, de Sobibor y de Terezín. También descubrió participantes activos en la resistencia contra los nazis, lo que permitió salvar la vida de cientos de personas. Cuando lo publicó originalmente, en una edición de modestos 500 ejemplares, Coya no imaginaba lo que detonaría pronto en el interés y la memoria de los lectores: aquél primer tiraje se editó en tres semanas.
Al éxito inicial del libro y sus siguientes ediciones se suman eventos inesperados. Varios colegios lo han asumido como parte fundamental de su plan lector. En Los Ángeles, un productor lee el Libro y compra los derechos para adaptar una de las historias: la de Magdalena Truel, peruana de ascendencia francesa, que luchó en la Resistencia Francesa contra los nazis falsificando documentos. Capturada en 1944, fue torturada para extraerle información, pero nada lograron sacarle antes de ser enviada al campo de concentración de Sachsenhausen en 1945. Murió ese año en Stolpe, Alemania, en las llamadas Marchas de la muerte, horas antes de la llegada de las tropas rusas.
La producción de la película se encuentra atrasada a causa de la pandemia pero, entre tanto, se ha realizado un documental sobre su libro, una calle en Cañete lleva el nombre del hoy célebre vecino Héctor David Levi, (peruano francés que luchó para el ejército galo en la Primera Guerra mundial, asesinado en el campo de concentración Auschwitz con el resto de su familia), y en breve, el 6 de diciembre, la municipalidad de Miraflores inaugura un monumento a la memoria de Magdalena Truel, donado por la artista estadounidense israelí Varda Yoran, sobreviviente de los campos de concentración, en el parque Isaac Rabín.
Diez años después, el libro es editado por Tusquets, volumen que recoge información nueva, corrige datos previos y suma nuevos personajes, como la arequipeña Isabel Zuzunaga, quien se unió a la resistencia francesa y luchó contra los nazis junto con su esposo francés y sus hijas y que, además, rescató a un niño judío escondiéndolo en su casa a lo largo de toda la guerra.
Otro nuevo caso es el de José María Barreto, diplomático peruano y Cónsul en Suiza durante la guerra, quien hizo caso omiso a las oprobiosas órdenes del Ministerio de Relaciones Exteriores dictadas en el gobierno de Benavides y continuadas en el de Prado, que prohibían otorgar visas a judíos. Con ello, salvó a un centenar de personas de los campos de exterminio, niños entre ellos. Ambos, son los dos únicos peruanos declarados “Justos de las naciones”, distinción oficial otorgada por Yad Vashem, institución oficial israelí, a quienes arriesgaron sus vidas para salvar judíos durante el Holocausto.
–El libro tiene dos vertientes: por un lado, la investigación que recupera a los peruanos víctimas del nazismo, y por otro, recordarnos una historia también perturbadora: la cercanía que tuvieron los gobiernos de Benavides y Prado al nazismo, aunque oficialmente el Perú se haya declarado neutral al inicio de la guerra. No fue hasta que entró Estados Unidos a esta conflagración, que el Perú rompió con el Eje. Así, primero se maltrató a los judíos, luego se persiguió a los japoneses. Mal papel jugó nuestro país...
Yo comencé primero a indagar por la vida de las personas, pero después de haber reconstruido sus historias, me pregunté por qué había ocurrido todo esto, qué los llevó a decidir a salir del Perú hacia Europa cuando había la posibilidad de una guerra. Allí descubrí que el Perú no era el lugar feliz y neutral que se nos enseña en los colegios. La situación del Perú era muy difícil para los diferentes, para aquellos que no estaban dentro del esquema oficial. Los principales funcionarios del gobierno consideraban que el nazismo estaba “ordenando” Alemania, país salía de una crisis económica dramática. Y se pensaba que el fascismo podía ser bueno para el Perú. Había autoridades formadas en Italia, con vínculos directos con los fascistas. Eso explica porque mucha gente decidió irse del país. Hasta hoy, en el Perú se castiga al diferente: un valiosísimo capital humano sale del país para brillar en el extranjero. Somos un país que no respeta las diferencias.
–Hablas de diferencias étnicas, de género...
Todas las diferencias. Y eso hace que perdamos a muchos jóvenes que podrían aportar muchísimo al desarrollo de este país. Aquí no son reconocidos ni aceptados.
–Y mientras Perú los discriminaba, París era percibido como una fiesta, Francia era percibida en la década de los 20 y 30 como el país de la libertad. Los que partieron no podían imaginar cómo cambiaría el país, cuán rápido las cosas pueden empeorar.
Francia era símbolo de la modernidad, la educación, la cultura, el refinamiento. Era un polo de civilización que irradiaba al mundo. En las escuelas peruanas se enseñaba francés porque se consideraba el idioma del futuro, había una apertura a todas las religiones. Era el país de la igualdad, de la libertad, de la tolerancia. Pero hubo en Francia un puñado de políticos que, ante la amenaza de la maquinaria nazi, decidió colaborar con Alemania. Y ese es uno de los capítulos más humillantes y terribles de la historia francesa, contra de todas sus tradiciones. Es un capítulo que se estudia en las escuelas de Francia, precisamente para no repetir esa historia. Eso es lo que nos falta a nosotros. Aprender la historia nos ayuda a comprender los hechos, a enmendar rumbos y a estar alertas.
–No puedo leer este libro sin transpolar estas terribles historias con los que sucede hoy día. Cuando uno lee los discursos antijudíos en el congreso en los años 30, las palabras son casi las mismas que hoy se formulan al hablar sobre la migración venezolana.
Exacto. La xenofobia es la misma. En ese momento la amenaza eran los judíos: ellos “tomaban el control”, eran “la razón de la crisis”, los “responsables del acaparamiento”, habían llegado para “quitarnos el trabajo”. Los judíos entonces eran un grupo de personas muy pobres, buena parte de ellos dedicados al comercio ambulatorio. Venían aquí buscando la América huyendo de Europa, en travesías terribles. Pero el sistema político y los medios utilizaban contra ellos el discurso xenófobo, creando un clima muy adverso. Ahora tenemos un millón de venezolanos a quienes culpamos por los mismos males, generando también un clima de violencia. Es lo mismo que hizo Hitler para justificar su ascenso y mantenerse en el poder. Esa es una de las grandes alertas que espero haber formulado con mi libro. La xenofobia siempre será un elemento distorsionador y destructivo para el desarrollo de nuestro país.
–¿Al haber olvidado a los personajes que tú recuperas en tu libro, crees que seguimos siendo ese país?
Es que no los olvidamos. Ni siquiera los conocíamos. Y no ponemos los reflectores sobre ellos porque nos avergüenza. Recuerdo la discusión que tuve con varios diplomáticos peruanos sobre la existencia del documento donde estaba la orden de prohibir la concesión de visas a los judíos. ¿Por qué el Perú no tiene una colonia judía tan grande como existe en otros países de Latinoamérica? Simplemente porque durante el régimen de Benavides y de Prado se ordenó prohibir su ingreso. ¿Y qué ocurrió? Que muchos de ellos, con familiares aquí y con todo el derecho de tener una visa, no consiguieron salir de Europa. Y muchos murieron en el camino. Pasé semanas buscando ese documento en la cancillería. Simplemente me decían que no existía.
–¿Y dónde lo encontraste?
Cuando Perú rompió relaciones con Alemania y las naciones del Eje, Suiza asumió la representación de los intereses peruanos en Alemania. Los suizos, que son especialmente ordenados, recibieron toda la documentación y las indicaciones que daba la cancillería. Y la cancillería suiza guardó la copia de ese documento. Gracias a una gestión que hice a través de León Trahtemberg, pudimos verificar que realmente existía ese documento, que ahora la cancillería reconoce. Es un capítulo de nuestra historia que no se ha contado debidamente y sobre el que yo quería poner énfasis.
–¿El país debería disculparse públicamente por ello?
Eso debería ocurrir. Es esta historia, el papel del Perú ha sido deplorable. El Perú debería reflexionar sobre esto. Este libro invita a reflexionar, a que se revalúe para no repetir los errores del pasado. Ojalá que eso ocurra. Pero lamentablemente, aunque han salido algunos escritos, no ha habido declaraciones oficiales.
SEPA MÁS
La presentación presencial del libro “Estación Final” de Hugo Coya se realizará en la Feria del Bicentenario, en el Parque Kennedy de Miraflores, el sábado 20 de Noviembre a las 7 pm. El ingreso es libre.
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