Descarado, mordaz, brillante. Cuando uno lee a Gore Vidal es fácil llevarse la impresión de que se está ante un cínico de los tiempos antiguos, pero lo cierto es que todo en él (su destreza verbal, su aplastante enciclopedismo, la irremediable manía de meter el dedo en la llaga) reboza modernidad. La misma contra la que él alzó las armas de su narrativa. Recientemente el escritor norteamericano Jay Parini ha publicado “Empire of Self” (“El imperio del yo”), libro en el que reconstruye la vida de este complejo autor y viejo amigo suyo.
Hoy se recuerda a Gore Vidal como uno de los autores más brillantes y, a menudo, extraños de su generación en los Estados Unidos. Glorificado tras la aparición en 1946 de “Williwaw”, su primera novela, por su tema bélico, solo tendrían que pasar dos años para que su tercer libro, “La ciudad y el pilar”, le ganara el rechazo y la censura por su temática abiertamente homosexual. (Años después, en una entrevista, él se jactaría de haber “inventado la homosexualidad en los Estados Unidos”, al menos en el terreno literario).
Desde entonces, Gore Vidal tuvo una vida larga y fascinante. Frecuentó a los círculos literarios más importantes de su época, fue amigo íntimo de Tennessee Williams y de John F. Kennedy, se convirtió en uno de los más exitosos guionistas del cine y la televisión, fue candidato a diversos cargos políticos en los Estados Unidos, tuvo un romance de una noche con Jack Kerouac en el hotel Cheslea, frecuentó a Federico Fellini y a Alberto Moravia en los años que pasó en Italia, y escribió ensayos y novelas en los que cuestionaba, con ácida elegancia, el sustento mismo de la modernidad. Su historia, rica en detalles, duró hasta el 2012. Para su biógrafo Parini, esto implicó un verdadero desafío.
Conociste a Gore Vidal hace muchos años, y desde entonces fueron amigos. ¿Cómo fue ese primer encuentro?
Nos conocimos en Italia, en los años 80. En ese entonces yo estaba viviendo en el sur del país, y como vivía cerca de su villa, un día le envié una nota. A raíz de eso nos conocimos y nos hicimos amigos muy rápido. A partir de ese momento nos vimos mucho, ya fuera en Italia, en Inglaterra o en los Estados Unidos.
Él se forjó una reputación como uno de los críticos más ácidos y agudos de la modernidad. ¿Eso también se reflejaba en su trato diario? ¿Cómo era Gore Vidal en persona?
Era un hombre muy incisivo, casi siempre mordaz, lleno de resentimientos y de montones de ideas brillantes. Además, tenía una comprensión profunda de la historia moderna y de América. Sobre todo le interesaban la literatura y la política.
Hablando del sentido para la crítica de Vidal, ¿cuál dirías que es la importancia de leer a un autor como él en nuestros días? Lo digo pensando no solo en sus brillantes ensayos, sino también en novelas como “Duluth” o “Juliano, el apóstata”.
Como dijiste antes, Gore es un gran crítico de la modernidad, muy perspicaz, y creo que sus ensayos y novelas satíricas siguen siendo igual de relevantes. Incluso “Juliano, el apóstata”, que es una novela histórica, es útil en ese sentido, ya que Gore usa la historia como un espejo en el que nosotros, hoy, podemos vernos reflejados.
Una de las cosas más interesantes acerca de Gore Vidal es, precisamente, su eclecticismo como autor. Se puso a prueba en los géneros literarios más diversos e invadió todos los terrenos: desde la novela policial y el relato épico, hasta la sátira social, la farsa religiosa y la novela histórica.
Él me dijo una vez: “Sal siempre por un agujero distinto en el suelo, y mantén a los críticos tratando de adivinar”. Esta fue la forma de trabajar que adoptó en muchos géneros: ficción, obras teatrales, ensayos, guiones cinematográficos… Él era un maestro en muchos géneros, pero todos ellos se nutrían los unos de los otros. Su trabajo se sostiene como un todo.
Ya que mencionas sus guiones para el cine, siempre me pareció muy extraño que Vidal no mencione ni una sola vez, en ninguno de los dos libros de memorias que publicó, la película “Calígula” [dirigida por Tinto Brass y protagonizada por Malcolm McDowell]. Sé que él escribió el guion original, antes de que Bobo Guccione –quien además de ser el productor era dueño de “Penthouse”– aumentara la dosis de escenas sexuales explícitas. Tomando en cuenta que él no era un conservador en este tipo de asuntos, ¿a qué crees que se debió la omisión de este capítulo de su vida en sus memorias?
La verdad es que Gore prefería olvidar cualquier época o evento que le causara angustia o incomodidad. Así que sencillamente eliminó muchas cosas, como esta película. Él odió todo el asunto.
Escribir la biografía de un personaje tan complejo debe haber demandado un esfuerzo tremendo. ¿Te costó mucho no perder el hilo de los hechos de su vida?
Mantener un seguimiento de todo fue muy difícil… La mayor parte de las veces lo conseguí, pero no siempre. ¡Es una tarea imposible!
Además de sus propias memorias, se han publicado muchos otros libros sobre la vida y la obra de Gore Vidal. ¿Qué te impulsó a escribir una nueva biografía suya?
Ante todo, tenía muchas cosas que contar, ya que lo conocí personalmente. Y no solo a él, sino también a su pareja, Howard, y a muchos de sus amigos, por lo que tuve un conocimiento cercano y personal de él y de todo su mundo. Además, poseía un montón de material inédito, incluyendo varias cartas.
Vidal siempre pensó que había sido rechazado del canon, sobre todo por su homosexualidad. A estas alturas, sin embargo, ¿dirías que está realmente fuera del canon?
Creo que Gore estuvo muy adelantado a su época por su forma de pensar sobre la sexualidad, sobre la política e incluso sobre la ficción. Su sexualidad le hizo la vida muy difícil en los cuarenta, cincuenta, sesenta, setenta y hasta en los ochenta. Nunca se pudo sentir cómodo con su propia homosexualidad. Pero el mundo ha cambiado y es posible que ahora surja un interés cada vez mayor por su obra, sus ideas y sus nociones acerca de cómo debería verse un mundo mejor.
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