ENRIQUE PLANAS
“Memorial del engaño” lo firma un tal J. Volpi, nacido en Nueva York, en 1953. Se trata del director general de JV Capital Management, ahora prófugo de la justicia tras defraudar 15 mil millones de dólares en el 2008. Un cínico estafador que entregó a un agente literario un texto que muestra por dentro cómo se gestó uno de los crímenes financieros más devastadores para la economía de Occidente.
En realidad, el verdadero autor de esta fascinante novela no es otro que el mexicano Jorge Volpi, que se divierte comparando las mentiras de un criminal financiero con las ficciones de un escritor . “Me pareció que podría ser coherente que este libro, un catálogo de engaños, no tenga ningún signo que lo vincule conmigo”, comenta, divertido por su ‘estafa’ literaria, uno de los principales invitados a la Feria del Libro limeña.
¿Cuánto sabías de economía y finanzas antes de escribir esta novela?
¡Poquísimo! Aunque estudié Derecho y tuve algunas clases de Economía, desde luego no me acuerdo nada de ellas. Sin embargo, sin conocer de economía o de crisis en términos teóricos, la hemos vivido muchas veces en América Latina. Y, aunque no lo parezca, para mí el libro tiene un componente autobiográfico. Cuando estalló la crisis del 2008, yo estaba en México, y todos pensábamos que sería la próxima que nos tocaría vivir. Luego vimos que para América Latina no fue tan dura. Escribí este libro para intentar entender cómo funcionan las crisis desde dentro, y de paso todas las crisis que viví en México cuando era más joven .
La crisis del 2008 marca la caída del neoliberalismo, como pasó con el comunismo con la caída del Muro de Berlín?
Sí y no. Es una caída simbólica, pero no real. Pareciera que tuviéramos que marcar la historia con caídas: la caída de Roma, la caída de Constantinopla, la caída de La Bastilla, la caída del Muro de Berlín, la caída de las Torres Gemelas, y luego la caída de Lehman Brothers, que significó la caída del sistema. Es cierto que esta última caída muestra que el capitalismo desregulado es también un modelo utópico. Si el comunismo tenía la obsesión de un Estado que lo controlara todo, el neoliberalismo pretende un Estado que no controlara nada. Y su crisis provocó otra grave crisis humanitaria, en este caso no de libertad como en el comunismo, pero sí de desigualdad, con millones de personas perdiendo sus casas y sus empleos en los últimos años. A pesar de que tras la caída pudimos ver que los mercados no regulados no traen la prosperidad, aún no hemos sustituido este sistema por otro. Los pilares del sistema siguen presentes todavía, y muchos de los actores que provocaron la crisis están muy activos.
El neoliberalismo ha tenido éxito en disfrazarse de tal forma que no parece una ideología. Se nos presenta como un sistema propio de la naturaleza humana...
Uno de los grandes triunfos del neoliberalismo fue hacernos creer y hasta ahora lo hace, que sus decisiones son técnicas en lugar de ser ideológicas y políticas. Y al mismo tiempo, otro triunfo fue hacernos desconfiar de la política a los ciudadanos, justamente para alejarnos de esas medidas. Nos decían: “Esto es lo que hay que hacer, porque macroeconómicamente es lo que conviene” .
Pareciera que ya las decisiones no las tienen los políticos sino empresarios e inversionistas.
Los países de economías estables ahora en América Latina, como México, se enorgullecen de tener una clase ‘técnica’, educada siempre en Estados Unidos, que siguen siempre las recetas que implica el modelo.
¿Quién es el gran culpable de la crisis del 2008?
Creo que en primer lugar son los políticos, los que cedieron a partir de cierto momento a los intereses económicos.
Ronald Reagan y Margaret Thatcher ya están muertos...
Pero no son solo ellos. En Estados Unidos pasa por Clinton y los Bush, padre e hijo. En el caso de México, es la época de Carlos Salinas esencialmente, luego la de Zedillo. En España fue el gobierno de Aznar. Ellos cedieron a los intereses y las presiones de la clase económica: que el Estado no los regulase, que el Estado se hiciera para atrás y que los dejase a su libre albedrío, con el convencimiento de que los mercados se iban a autorregular, de que mientras menos regulación, más bienestar. Yo sí creo que los políticos son culpables en primera instancia. Supuestamente ellos debían representarnos a nosotros, no a los intereses económicos.