Escribir para explicarse aquello que había olvidado. Para enfrentarse a lo que no tiene explicación. Para comprender. El poeta y crítico literario José Carlos Yrigoyen publica una narración breve, valiente y conmovedora: “Pequeña novela con cenizas”, en la que hace un balance de su adolescencia y juventud, tiempos muy duros, dolorosos, violentos.
En el café miraflorino donde se realiza esta entrevista, Yrigoyen habla fuerte, sin pudor. Incluso el volumen de su voz es tan alto que incomoda a los parroquianos sentados en las mesas cercanas. Así responde a las preguntas un autor que ha soltado un enorme peso y se siente reconciliado consigo mismo. Lo curioso es que, explica, nunca había pensado escribir un libro en que confesara las agresiones de su padre. Lo suyo era, en un inicio, combatir la depresión preparando un libro de ensayos sobre el cine de Pier Paolo Pasolini, el feroz cineasta italiano. Uno más en la enorme bibliografía del autor de “Saló o los 120 días de Sodoma”.
Lo interesante es que en el proceso de escritura, el poeta fue encontrando íntimas correspondencias entre la vida del investigado y la suya propia. El enfrentamiento con el padre, la relación con la sexualidad, la cercanía con la madre. “Me di cuenta de que mi fascinación por Pasolini se debía a esas relaciones”, explica. Así, Yrigoyen descubrió que era otro libro el que debía escribir. Con dudas, temeroso de que hacer públicos temas tan privados podía provocar dolor a su familia y amigos cercanos, decidió aprovechar las vacaciones de verano y dedicarse por entero a una novela que, al comienzo difícil de encarar, empezó luego a fluir al ritmo de quien teclea febrilmente, de forma inconsciente, arrojándolo todo.
Pareciera que para un gran porcentaje de escritores, la vocación de escritor nace a partir de una pésima relación con el padre. ¿Por qué?
¡Es una pregunta tan difícil! Hay un montón de casos que avalan lo que dices. Pienso en Kafka, en Flaubert, en Vargas Llosa. Creo que en el Perú hay muchos padres que sienten que sus hijos son sus pertenencias, y que pueden violentarlos, cosificarlos de alguna manera, reprenderlos atendiendo a un bien superior para ellos: la obediencia. Puede que no lo hagan por maldad, pero con ello causan heridas y conflictos irresolubles en sus hijos. Como tenemos la idea de que los padres son intocables, de que todo lo que hacen tiene una justificación, aislamos el conflicto, lo oscurecemos. Y nuestro sistema social ampara eso. Ese tipo de paternidad es una de las tantas formas de violencia en nuestras relaciones. Somos una sociedad autoritaria, violenta, que cree en esos mecanismos de control. Pero hay muchos escritores que rechazan esa impunidad. En mi caso, cuando escribía este libro, sentía que no lo hacía con rabia ni por venganza, sino por un afán de reconciliación.
Reconciliarte contigo mismo quizás. Uno siente que para tu padre no existe el perdón...
Sí existe el perdón.
En el libro, más que perdón, se mantiene un statu quo entre un hijo que crece y puede dominar al padre.
Efectivamente, en el libro queda así. Una ambigüedad. El protagonista no logra liberarse del yugo, no hay una declaración final de liberación. No creo en los finales felices, porque la vida no los tiene. Pero yo sí me siento liberado. Después de haberlo publicado, tras tantos años de punición y humillaciones, hay una enorme paz conmigo mismo.
¿Este es un libro escrito por un poeta que cuando escribe una novela confunde autor con narrador?
Para mí, es un libro en el que narrador y autor se confunden. La autobiografía y la ficción tienen un peso muy parejo, y hay una alianza entre ambas. Si tuviera que ser sincero, diría que este es un libro 95% autobiográfico. Yo no soy un novelista, soy una persona que ha hecho poesía y que ahora tiene la necesidad de escribir una trilogía familiar y vital de la manera más sincera y descarnada posible.
¿“Pequeña novela...” es la primera parte de la trilogía?
Sí. La tengo más o menos estructurada. Quiero contar cosas que me importan y que considero necesarias para resolverlas.
¿Le diste a leer el libro a tus padres?
Cuando lo terminé, lo imprimí y se lo dejé a mi esposa antes de irme a trabajar. Al terminar, me dijo que le había gustado, pero que sería un escándalo en mi familia. Escribí una carta a mis padres contándoles todo esto. Me llamaron, conversamos y me amisté con mi padre. Ahora tengo una relación muy cordial con él. Entiendo que ya leyó el libro y le pareció muy duro, pero no me ha reprochado nada.
Los autores suelen decir que si encontraran respuesta a la pregunta de por qué escribir, dejarían de hacerlo. En tu libro, dices que con tu poesía buscabas vengarte de tu padre.
Sí, fue un instrumento de rebelión y resistencia.
Después de la conciliación con él, ¿por qué escribir ahora?
Escribí mi último poemario en el año 2007, y de pronto la poesía dejó de tener interés para mí. Y poco a poco me fui dando cuenta por qué: sucede cuando se llegan a resolver ciertas cuestiones que a uno le perturban. Hay una frase de Emilio Adolfo Westphalen que me gusta mucho: “Para escribir poesía hay que vivir en poesía”. ¿Qué significa vivir en poesía? El novelista trabaja, se esfuerza y las cosas salen por insistencia. La poesía es un género frágil, que responde a motivaciones muy íntimas. Cuando ya no tienes nada contra lo que combatir, es inútil. Cuando la necesidad de escribir poesía se va, se va. Y no debes sentir pesar. Hay otras formas de expresión.
En tu caso, un nuevo espacio de expresión es la crítica. ¿Qué has encontrado en ese rol?
No tengo las herramientas para considerarme un crítico. Soy solo un comentarista de libros, un lector. Intento no ser arbitrario, fundamentar lo que digo, hacer análisis. Personalmente, me gusta mucho tener una tribuna para poder hablar de libros de los que normalmente no se habla en nuestra prensa. Intento siempre dar mi opinión más honesta, cosa que da problemas en un medio tan pequeño.
Dicen que eres un destructor...
Eso me desconcierta. ¡A mí me gusta más hacer críticas positivas! Disfruto haber encontrado un libro bueno y decírselo a la gente. Es mucho mejor que el trago amargo de decir que no pasa nada con un libro. Me da mucha pena que relaciones de amistad se hayan enfriado por una reseña mía.
¿Como crítico, cuántas estrellas le pondrías a tu novela?
Yo no puedo juzgar. Puedo decir que de todos los libros que he escrito, es el que más quiero. En el que más esfuerzo y riesgo he puesto.
Finalmente, parafraseando el final de tus críticas, ¿cuál es la relación que tienes con este entrevistador?
[Ríe] ¡Amistad!