José Miguel Oviedo, uno de los más importantes e influyentes críticos literarios de los últimos 50 años.
José Miguel Oviedo, uno de los más importantes e influyentes críticos literarios de los últimos 50 años.
Enrique Planas

La mañana del jueves, en Filadelfia (EE.UU.), falleció el crítico literario peruano de mayor influencia y proyección internacional. Ensayista y aplicado estudioso de la literatura hispanoamericana, José Miguel Oviedo, de 85 años, murió debido a complicaciones pulmonares, como confirmó temprano a través de las redes sociales su amigo y colega Alonso Cueto. El autor de “Grandes miradas” recordó las clases sobre Vallejo de su profesor en la Universidad Católica, sus lúcidos artículos en El Dominical de El Comercio, sus conferencias y diversos homenajes en los que pudo acompañarlo. “Era un hombre brillante, con una sabiduría subrayada por el humor”, afirmó.

Oviedo recibió el premio Casa de la literatura en 2014.
Oviedo recibió el premio Casa de la literatura en 2014.

“Con José Miguel tenemos una deuda viva: nos hizo lugar en la gran conversación de la nueva literatura latinoamericana. En El Comercio firmó nuestro bautizo literario, con fe y gracia”, recuerda Julio Ortega, otro de nuestros mayores críticos, consultado por este Diario.

Oviedo perteneció a la llamada Generación del 50 en el Perú, integrada por Abelardo Oquendo, Luis Loayza, Carlos Germán Belli, Jorge Eduardo Eielson o Sebastián Salazar Bondy. Sus estudios escolares los realizó en el colegio La Salle, siendo compañero de carpeta de Mario Vargas Llosa, de quien sería su más lúcido lector.


Oviedo en una de sus últimas visitas al Perú.
Oviedo en una de sus últimas visitas al Perú.

En la Universidad Católica se graduó de bachiller en Humanidades y doctor en Literatura, y luego de ejercer la docencia en su alma máter, viajó en 1975 a Estados Unidos, donde laboró como profesor visitante en la Universidad Estatal de Nueva York y en la Universidad de Indiana hasta 1980. Luego pasó al Departamento de Español de la Universidad de California y fue nombrado ‘trustee professor’ en la Universidad de Pensilvania.

—El legado crítico—

Junto a Ricardo González Vigil, José Miguel Oviedo es uno de los más importantes e influyentes críticos literarios de los últimos 50 años, enfatiza su colega José Carlos Yrigoyen. “Sus estudios sobre Ricardo Palma o Mario Vargas Llosa, así como ‘Estos 13’, su excelente antología de poetas del 70, son referencias imprescindibles, así como las centenares de reseñas que publicó en El Comercio y en otros medios, en las que tuvo aciertos como descubrir y valorar desde el principio la poesía de Javier Heraud, por ejemplo. Cierto es que muchas veces su visión de la literatura peruana pecó de conservadora, pero esta objeción es mínima frente a su generoso legado, muy difícil de igualar y de obligatoria lectura y revisión”, añade.

En efecto, entre los errores que pueden atribuírsele por su conservadurismo está su lectura de una novela como “En octubre no hay milagros”, de Oswaldo Reynoso, del cual Oviedo escribió: “Trataremos a su autor como lo que evidentemente es: un autor fascinado por la abyección, la morbosidad y la inmundicia en que se revuelca el hombre de esta misma pudibunda ciudad [...]. Hay páginas hediondas que deben arrojarse, sin más, a la basura y el autor es un marxista rabioso”.

Sin embargo, hasta en esos errores de lectura, un escritor como Iván Thays destaca en Oviedo a un hombre que siempre dijo lo que pensaba, aceptando que ello podía implicar odios gratuitos y errores en sus juicios. “Su amor por la crítica y la lectura le permitía asumir esas consecuencias. Lo conocí y recuerdo su humor y una batalla que libramos juntos en la Feria de Chile contra la literatura que, camuflada como realista social, era apologética de Sendero. Me siento orgulloso de haber sido parte de ese día inolvidable”, señala.

—Generoso pero implacable—

Para el poeta Abelardo Sanchez León, parte de su lista de seleccionados en la antología “Estos 13”, el espíritu polémico de Oviedo era a la vez abierto, crítico y generoso. “No maleteaba ni humillaba pero era implacable”, afirma. “Tenía una mirada amplia al colocar a los autores en un contexto. Lo recuerdo desde que fue mi profesor en letras y como quien orquestó la presentación de los jóvenes poetas del 70 en su ya clásica antología “Estos 13”. Siempre se informaba. Abordaba a los jóvenes. Es el gran crítico de las generaciones del 60 y del 70 tanto en narrativa como en poesía. Es quien nos introdujo a Mario Vargas Llosa, siendo un testigo privilegiado del boom”, explica el escritor, quien recuerda las decisivas gestiones de Oviedo para organizar en Lima el gran encuentro entre Vargas Llosa y García Márquez en 1967.

Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa coincidieron en Lima en 1967, en una memorable conferencia organizada por Oviedo.
Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa coincidieron en Lima en 1967, en una memorable conferencia organizada por Oviedo.

Por su parte, para el novelista Jeremías Gamboa lo destacable de Oviedo será siempre su enorme generosidad: "De ninguna otra manera se explica el monumental despliegue didáctico de los cuatro tomos de su "Historia de la literatura hispanoamericana" que los estudiantes de la maestría nos arranchábamos de las manos por la claridad de su prosa, su entusiasmo por el material que abordaba y el enorme conocimiento que volcaba de la manera más transparente posible al servicio del lector común”, explica.

Asimismo, el autor de “Contarlo todo” reivindica su rigor “casi espeluznante”, cristalizado en su ensayo “Mario Vargas Llosa: La invención de una realidad”. “No olvido la manera en que contabilizaba la cantidad de diálogos superpuestos en las escenas neurálgicas de Conversación en la Catedral (llegó a encontrar 14 al mismo tiempo en un pasaje clave) o la correspondencia de la extensión estricta en el número de páginas en los capítulos de “La ciudad y los perros” o “La guerra del fin del mundo”, de las que sacaba conclusiones reveladoras. “Locura razonable”, título de sus memorias, lo cifran bastante bien. Oviedo leía no solo con lápiz y papel, sino con regla y calculadora”, añade.

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