Juan José Cavero: “Escribir es como un vicio para mí”
José Silva

Algunas veces los premios literarios generan polémica porque se cree que el texto ganador carece del peso suficiente como para alzarse por encima del resto. Sin embargo, existen ocasiones en las que la situación es distinta. Y cuando ocurre eso ganan todos. Los organizadores, el autor, pero principalmente los lectores.

Este es el caso de “En la ruta de los hombres silentes”, ganadora de la V Bienal de Novela “Premio Copé 2015”. Compitiendo con más de un centenar de textos enviados desde diversas partes del país, esta obra escrita por Juan José Cavero logra sobresalir porque representa un gran esfuerzo por romper los esquemas de la novela realista tradicional.

El autor, nacido en Lima en el año 1972, se alejó por completo de temáticas como la violencia política o las secuelas del terrorismo en nuestra sociedad, para retroceder en el tiempo y crear una mezcla entre ficción histórica y novela de aventuras, que a lo largo de 350 páginas captura la atención sin muchas dificultades.

“En la ruta de los hombres silentes” cuenta la historia de Xi Lu, un inmigrante culí que llegó al Perú durante el siglo XIX huyendo de una frustración amorosa. Durante su difícil travesía, el protagonista cree que llegará a un paraíso casi tropical con bellas mujeres y amplias posibilidades de hacer fortuna. Sin embargo, poco tiempo después terminaría siendo parte de los inmigrantes oprimidos en las haciendas azucareras ubicadas al norte del país.

Tras ser liberado por las tropas chilenas durante la guerra que tuvo Perú contra dicho país, Xi Lu afrontará diversas aventuras en un país variado, complejo, pero esencialmente ajeno. La habilidad que muestra Cavero para sostener una historia extensa manteniendo la verosimilitud es importante.

En esta entrevista con “El Comercio”, el ganador de la V Bienal de Novela “Premio Copé 2015” confiesa cómo consiguió elaborar esta ambiciosa historia, la cual será presentada en sociedad este martes 12 de julio a las 7:30 p.m. en el auditorio de Petroperú, ubicado en la avenida Canaval Moreyra 150, San Isidro.

-Te has animado a escribir una novela distinta al común de los mejores libros que se han publicado en los últimos años en nuestro país, con una historia muy rica. Quisiera preguntarte ¿qué idea dio vida a Xi Lu, el protagonista de “En la ruta de los hombres silentes”?

Todo vino de un recuerdo de mi infancia, cuando estudiaba historia y me hablaban del siglo XIX y la inmigración china.  Vi una foto en blanco y negro de un chino con unas escobillas de plata y baldes de metal. Al fondo había una inmensa ruma de cañas. Pensé, ¿por qué el chino está amarrado? Quizás quería sublevarse o escaparse de una hacienda. Sentí que había toda una historia detrás.

-¿Te parece la inmigración de los culíes al Perú no ha sido lo suficientemente investigada?

Creo que el tema fue algo dejado de lado por la historia. Y hay ciertos detalles importantes. Por ejemplo, Ricardo Palma fue contador en una isla guanera de Chincha. Estuvo ahí durante un año, pero si lees “Tradiciones peruanas” nunca ha mencionado la situación de los chinos. Parece que tal fue el horror de lo que vio que decidió no comentar nada. Inclusive hay descripciones de viajeros de esa época que iban en los bergantines, que dicen que los culíes se tiraban de los acantilados creyendo que al morir podrían resucitar en su país, la China.

-Tu novela describe el viaje de cientos de inmigrantes desde Cantón hasta el Perú por mar. Hay enfermos, muertos y sufrimiento durante la travesía ¿Eran tan dramáticos los viajes en la vida real?

Así es. El viaje duraba cuatro meses y a veces la comida escaseaba –a pesar de que ellos llevaban como provisiones frutas secas en sus bolsas de Lino--, (los chinos) se enfermaban, a veces morían por la disentería que había ahí, por los alimentos en mal estado o las afecciones. Y (a los muertos) simplemente los tiraban por la borda. A veces de los 200 que viajaban en un barco llegaban al Perú 150 o solo 100.

-Siempre con la mentira esta de que vas al Perú a ganar mucho dinero trabajando solo siete años y que luego regresarás millonario…

Sí. Y si te das cuenta, es como una analogía de los peruanos que se fueron a Japón en los noventa. Eso de que te vas a ganar un montón de plata, pero al final te hacen trabajar doce horas en una fábrica. Aunque esta es la historia de un inmigrante chino que sale de Cantón y se va por ilusiones o quizás por una decepción amorosa pensando que el Perú es una tierra tropical pero descubre que es un paraje desértico, con capataces que lo agobian en el trabajo.

-¿Cuánto de investigación histórica hubo en el proceso previo a la redacción de tu novela?

Para escribir esta novela tuve que investigar en varios libros de historia. También fui a congresos sobre inmigración china. Recuerdo uno en la casona de San Marcos que duró cuatro días y presentó a varios historiadores. Uno de estos, de nacionalidad chilena, contó la historia de la participación de los chinos en la guerra con Chile. Era casi una retaguardia, con batallones enteros de cocineros, de camilleros, de enterradores, de gente que limpiaba las armas (a los chilenos). Y muchas veces de eso no se habla en los libros de historia. No sé por qué.

-¿Te interesan más las historias que encajen en el concepto de ‘novela total’ o más bien las otras, las que implican un proceso creativo quizás más fácil?

Eso de ‘novela total’ está más dado para el siglo XIX o principios del XX donde había más ambición. Yo creo que una novela se puede expandir sola. A veces el personaje es tan rico en matices o características que las peripecias por las que pasa y los lugares que atraviesa son tantos que quizás uno mismo debe ponerle un ‘estate quieto,’ porque la historia debe terminar en algún lado. Además está el tema de la estructura. Si tú comienzas una novela por el final debe terminar con una especie de inicio en el que todo encaje con naturalidad.  

-¿Qué indica para el lector que tu novela esté partida en dos capítulos?

La primera parte es más que todo la ficción histórica. Se narra la historia de Xi Lu que viene de Cantón al Perú y su liberación por las tropas chilenas cuando trabajaba en un ingenio azucarero. Su internamiento en el monte, donde tiene una sesión de ayahuasca. Y la segunda parte es cuando tiene sus recuerdos más vívidos de la selva. Llega a Yurimaguas, se va a Iquitos, tiene recorridos por las plantaciones donde conoce a la mujer  [Ana] que lo llevará a vivir una especie de temor o angustia que no sabe cómo enfrentar.

-En un momento de la novela, Xi Lu piensa quedarse en un lugar fijo pero luego recuerda todos los sitios por donde pasó y reflexiona en torno a que nunca se llegó a sentir realmente parte de ningún lado. ¿Querías dejar eso en claro, que el protagonista no era parte de nada?

Es una buena observación. Y creo también que eso es algo interior del autor. Me fui a Piura y al regresar varios años después, algunos amigos del colegio ya no me ‘conocían’. No me llevo con ellos ni los he visto por muchos años. Eso quise ponerlo en este personaje. Él se une a la comunidad que lo captura en la selva y nunca se siente conforme con ellos porque siempre lo van a mirar mal, como un extranjero. Luego cuando las tropas chilenas lo dejan de lado. O también cuando se va a Iquitos y se convierte un comerciante adinerado pero siente que lo ven con recelo. Hay una sensación de no-pertenencia.

-¿Qué representa la figura del capataz Amaya dentro de tu novela?

El capataz es una especie de torturador que está en la etapa en que Xi Lu llegó al ingenio azucarero con grandes esperanzas de trabajar en un galpón amplio, pero termina en realidad viviendo en una barraca, en terribles condiciones y siendo sometido a jornadas extenuantes. Ahí el capataz lo azota y le ocasiona una cicatriz en el rostro, la que llevará por siempre.

-Teniendo en cuenta el contexto en el que se desarrolla la historia (finales del siglo XIX). ¿Cuál es la imagen  de mujer que transmite Ana?

Ella es la selva, la indomable, la impetuosa. La que hace que los hombres se pierdan ante ella. Y Xi Lu es el hombre que domina la naturaleza, porque además es herbolario. Sus pensamientos buscan dominar a Ana, hacerla una mujer sumisa, y solo puede lograrlo con un método que descubrirán quienes lean la novela.

-¿Qué buscabas aportarle a tu historia al incluir la posibilidad de que el protagonista esté tan propenso a soñar?

Yo veo a la novela como un río fluido donde van a desembocar los miedos, las expectativas y los deseos del protagonista. Los sueños son como remolinos que pueden tener diferentes posibilidades de final. Que no alteran el curso de la novela, sino que más bien son los finales alternos de la historia.

-No eres un escritor ‘comercial’, probablemente mañana puedas serlo, sin embargo, ¿cuál es tu objetivo a largo plazo con la literatura?

Estoy a fondo en la escritura. Es como un vicio para mí. Bueno, ahora empecé a concursar y he ganado el Premio Copé. Siempre estaré en la brega porque es como un hábito que practico a diario.

-¿Hay alguna novela con insumos históricos como la tuya de algún otro escritor peruano que te haya gustado mucho?

Sí, de Francisco Vegas Seminario. Él tiene una novela ambientada en la época de la Independencia sobre el Mariscal La Mar cuyo título es “Cuando los mariscales combatían”. Y tiene otro libro llamado “Taita Yoveraqué”, que trata sobre el problema de los hacendados que tomaban las tierras de los campesinos en Piura. Ese podría ser mi referente en cuanto a novelas históricas.

-¿Tienes algún compañero al que le des tus escritos para que revisen tus textos?

Sí, Gabriel Ruiz Ortega. Él bautizó a mi grupo (de lectura) como los ‘Zepita Boys’. El grupo se encuentra en el centro, luego nos vamos a ‘Amazonas’ a comprar novelas y finalmente hacemos una especie de conversatorio sobre lo leído. Nos nutrimos mutuamente y ahí salen varios temas.

-¿Crees que tu novela tiene algún tipo de mensaje o gran conclusión?

A través de mi novela quise darle vida a un inmigrante chino que rompe sus ataduras, se va al monte y logra hacer lo que siempre quiso: ejercer su oficio de herbolario.

-¿Con qué frecuencia escribes y sobre qué temas?

Todos los días escribo entre 500, mil y dos mil palabras, según cómo esté el día. Una vez un profesor me dijo en un taller que si lograba escribir mil palabras diarias, al año tendría 365 mil palabras, o sea, casi tres novelas o quizás muchos cuentos. Y escribo sobre temas diversos. La historia de un inmigrante en Buenos Aires, de un librero de Quilca expulsado en un desalojo, o relatos sobre una señora estafada.

-“En la ruta de los hombres silentes” debería animarte a publicar mucho más seguido, Juan José…

Sí, y además quedé finalista del Copé con otra novela. A ver si otra editorial se anima a publicarla.

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