Kathy Serrano es actriz y directora de teatro nacida en Venezuela. "Húmedos, sucios y violentos" es su primer libro de relatos. (Fernando Sangama/GEC)
Kathy Serrano es actriz y directora de teatro nacida en Venezuela. "Húmedos, sucios y violentos" es su primer libro de relatos. (Fernando Sangama/GEC)
/ FERNANDO SANGAMA
Enrique Planas

Lo primero que un autor construye antes de lanzarse a escribir es a su narrador, una especie de personaje responsable de contar la historia, un intermediario entre el autor y el lector. ¿Cuán parecido es su papel al de un actor profesional. ¿Cuál es el proceso de escritura para una actriz? ¿Es un territorio familiar, una prolongación del arte escénico? En estos últimos días, Kathy Serrano, actriz nacida en Venezuela adoptada por el Perú, ha venido reflexionando mucho sobre ese tema, preguntándose si este deseo de inventar ficciones no era previo a su vocación de actriz. Su madre no le dejó estudiar humanidades porque tenía miedo que “se volviera huelguista” y cuando partió a la capital, Caracas, para estudiar teatro, lo primero que hizo fue entrar en un taller de dramaturgia. Y escribir. “Pero la vida me llevó por la actuación”, confiesa.

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Luego estudió dirección en Rusia, y allí escribía también, sobrepasada por la tristeza y lo difícil de vivir en territorios del Zar. Más tarde, estando en Lima, en el año 2000 empezó a tomar clases con el escritor Alonso Cueto. Luego siguieron otros cursos a los que se entregó en cuerpo y alma. Pero es con el manuscrito de “Humedos, sucios y violentos” (Estruendomudo), libro que empieza a circular en librerías limeñas, que fue desarrollando en los últimos tres últimos años. “Es como si el ser actriz me permitiera asumir personajes”, recuerda. “Es una necesidad de crear personajes que están dentro de mí. Siento que estoy actuando esos personajes, pero en realidad los estoy escribiendo”, añade.

Marcello Rivera, Kathy Serrano y Juan Carlos Pastor ensayando para la obra "Calígula" (Foto: El Comercio)
Marcello Rivera, Kathy Serrano y Juan Carlos Pastor ensayando para la obra "Calígula" (Foto: El Comercio)

Al final todos somos intérpretes...

Yo siento que, de alguna manera, he encontrado en la escritura el espacio donde quería estar. No digo que voy a dejar el teatro, pero siento ahora una serena felicidad.

¿En qué rol se necesita más valor? ¿Salir a escena o publicar?

Publicar, por supuesto. Me es más fácil subirme a un escenario. Yo me subo a escena y hago un personaje. De alguna manera, cada día, tengo el poder de cambiar algún detalle, la oportunidad de corregir algo. Pero una vez que publicas, no puedes hacer nada más. El libro es independiente a ti. La escritura se parece más a la dirección. Cuando tú diriges, ese producto se empieza a alejar, y lo máximo que puedes hacer es sostener a los actores y proponerles algunas cosas. Pero la obra está hecha y el público ha comprado su entrada. Se requiere una valentía y una humildad tremenda para aceptar que ya lo hiciste, luego de encerrarte por horas.

El libro acaba de ser publicado por la editorial Estruendomudo.
El libro acaba de ser publicado por la editorial Estruendomudo.

Algo que define la coherencia de los 66 relatos breves del libro tiene que ver con el planteamiento de personajes entre presas y depredadores. ¿Desde tu experiencia de vida, tienes esa visión de las cosas? ¿Todo se reduce entre estos dos roles?

Recuerdo una telenovela venezolana en la que la protagonista decía: “en esta vida, uno nació para ser claro o ser martillo”. Más allá de esta cosa melodramática, lamentablemente la humanidad va cayendo en esa lucha por dominar o ser dominada. Todos los temas que están en el libro me hieren, desde siempre. La violencia contra la mujer, por ejemplo, que he visto desde chica en diversas formas. Tengo 52 años y aún tengo temor de salir a salir a la calle y caminar dos cuadras para comprar en el supermercado. Solo en este año hay más de 3500 mujeres desaparecidas en este país y nadie habla de eso. Se ha normalizado el golpe, el insulto, el feminicidio, la violación. Y la violencia no es solo contra las mujeres, también contra los niños. Pareciera que basta que alguien obtenga un poder para convertirlos en martillos. Por ende, los más débiles, los inocentes, lo que no tienen privilegios u oportunidades, pasan a ser clavos. Me duele mucho eso.

¿Cuánto influyen en tus relatos la noticia urgente, la indignación inmediata frente a la realidad?

Me interesan mucho las noticias. Tengo épocas en las que me meto a leerlas, vengan de donde vengan, y las colecciono. Hay algunos cuentos que parecen haber sido escritos por la inmediatez de la noticia, pero no es así.

“Húmedos, sucios y violentos” son un conjunto de cuentos que nos llevan al vértigo, que te confrontan con los abismos de la muerte y la violencia. Ese vértigo no solo se produce con la confrontación con la realidad sino justamente con su evasión, a través del erotismo o el terror gótico...

Es mi parte oscura (ríe). Me gustan las escritoras como María Fernanda Ampuero, Mariana Enríquez, Patricia Esteban Erles, Mónica Ojeda o Marcelo Luján. Me gustan las historias fuertes. Quería también que los personajes femeninos no sean los que simplemente deshacen un daño y se quedan tranquilas. Yo tengo un humor algo negro, me gusta el absurdo. Hay allí una mezcla del tipo de relatos que me mueven y el tipo de fantasías que llevo dentro. A mí me gusta mucho la muerte. Tal vez porque la he tenido cerca desde niña. Vi a mi padre morir a los 8 años, y yo mismo he estado a punto de morir tres veces. No sé si esa cercanía de la muerte es la que me ha hecho querer darle la vuelta.

¿Por qué crees que hoy vivimos tan cerca de esta corriente literaria? ¿Por qué nos interesa hablar sobre la crueldad, la violencia?

Lo siento como algo natural ahora. El terror real está en nosotros. No puedo entender el terror que en este momento hay en la forma en que los seres humanos estamos asesinando el planeta. Somos lo más cruel. Me parece inconcebible que con todos los adelantos científicos actuales haya tanta hambre en el planeta. Las películas de terror palidecen si las comparamos con lo que pasa hoy en la calle y en la política. Estos últimos días han sido terroríficos con la desaparición de jóvenes, la muerte de dos de ellos. Verlos emboscados frente al Congreso. ¡Que zombis ni que zombis! Cuando vivía en Rusia, estaba enamorada de Chejov. De sus cuentos y obras de teatro, pero también de su vida, de su pensamiento, de cómo podía poner en boca del doctor Ástrov, en “El Tío Vania” toda aquella desazón y desesperanza sobre su sociedad. Si no miramos ahora lo que está pasando, creo que también moriremos ahogados. Soy alguien optimista y alegre, pero por la humanidad siento mucho pesimismo.

El dato

Próximas presentaciones del libro (virtual):

En la Feria del Libro de Trujillo

29 de noviembre, 4 pm.

En la Feria del Libro Ricardo Palma

3 de diciembre, 7:30 pm.

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