El poeta español Guillermo Carnero explicaba que la metapoesía “requiere de habilidades de pensamiento sobre las limitaciones del lenguaje” y esa es una verdad que Cristhian Briceño (Lima, 1986) se ha tomado muy en serio al escribir “Notas para un poema encontrado”, libro cuya meta es comprender las ocultas motivaciones y elusivos mecanismos del hecho poético. Lo hace planteando el hallazgo de un poema perdido largo tiempo, llamado “Anotaciones breves sobre el Nilo”, diseccionado por medio de apostillas de aliento confesional y ensayístico en que se pretende dar con respuestas a cuestiones tan inasibles como esenciales para quien insiste en el arduo oficio de acomodar versos.
Briceño ha conseguido algo difícil: hacerse de un espacio en nuestras letras actuales que es completamente suyo, particular y, hasta cierto punto, intransferible. En varios de sus libros detectamos un inquieto afán de indagación sobre el acto creativo que no calza con la poesía del lenguaje –hoy poblada de desangelados epígonos y de pseudofilosofía de contrabando– ni con las corrientes o movimientos supuestamente renovadores que asoman y desaparecen del panorama local entre bravatas y fuegos de artificio. Briceño, autor perspicaz e informado, opta por rumbos escasamente recorridos, siempre riesgosos, en los que no teme estrellarse contra el muro de su audacia. Lo encomiable de sus decisiones es que, aun cuando fallan, desbrozan un poco más aquel incierto camino de cabra por donde avanza.
“Notas para un poema encontrado” resulta un impulso afortunado hacia esa dirección. No hay certezas, solo dudas irresueltas en las glosas que acompañan cada fragmento del poema recuperado, salvo que el poema no existe, sino “su promesa” (p. 15), tanto la de concretarlo como “la de no llegar nunca a conseguirlo” (p. 45), y al calibrar las posibilidades de su escritura, surge esta inquietud: “¿cómo puede ser mensurable una promesa?” (p. 69). Donde Briceño inscribe esperanza también anota la palabra utopía: “El único poema que puedo reconocer como hijo es aquel que nunca llega (…) el poema imposible es el único hijo posible” (p. 49).
El libro pudo llamarse, homenajeando la obra maestra de Peter Handke, “Poema a la duración”, pues este resulta uno de sus vectores primordiales: el poema extraviado y su resistencia al paso del tiempo, las mutaciones que le inflige la perspectiva de la madurez literaria, la paradoja de sentir unos versos nuestros tan propios como ajenos (cita sin citar expresamente a Antonio Cisneros: “¿Qué derecho tiene un cincuentón mañoso que sabe escribir a meter mano a un poema de un chico de diecinueve?”, p. 28).
Amparado en la dubitación, maniobrando lo impreciso (“la definición que tengo de mi poema no se compara, quizá, con la definición que otro poeta pueda tener del suyo: solo nos hermana la indefinición”, p. 54), Briceño establece una lúcida y lúdica meditación sobre la tarea literaria y sus acechantes trampas: cuál es el verdadero remitente de sus textos, las engañosas ambigüedades del poema en prosa, qué momento es el justo para interrumpir el libre curso de una composición extensa o el viejo tema de la función de las notas de un poema, dirigiendo así sus penetrantes inquisiciones contra el mismo aparato que ha levantado. Este libro, retador y asequible a la vez, corrobora la fecunda insatisfacción de Cristhian Briceño, cargada de secretas victorias y desafiantes espejismos.
Autor: Cristhian Briceño.
Editorial: Paracaídas.
Año: 2023.
Número de páginas: 74 pp.
Relación con el autor: cordial.
Valoración: ★★★ ½ de 5 posibles.