"Abrimos un libro buscando la verdad. Este libro cuenta la mía, mi historia de éxito, cómo yo la viví y cómo me la explico a mí misma. Quisiera que lo leas imaginando que
conversamos con franqueza, como amigos. Yo nací en La Victoria, a tres cuadras de La Parada. Allí transcurrió mi infancia. Los olores de esas calles me recuerdan mi niñez, mi familia, mi origen. Ese fue el inicio que Dios eligió para mí. Tuve un padre al que no vi mucho. Lo extrañé y, por ello, busqué, en otras personas aquello que mi papá no me había dado. Hoy sé que esta es la razón por la que, cuando comencé a cosechar mis primeros éxitos en la televisión, en lugar de celebrarlos, solo pensaba que quería más y más. Sentía un vacío, casi podía tocarlo.
Creo que, por entonces, mi carácter era inestable. Podía estar muy feliz un día y completamente triste al día siguiente. Pasaba de un extremo a otro. No había un punto
medio, no hallaba estabilidad. Sin embargo, cuando salía al aire o grababa un programa, me sentía tranquila, era yo misma. Y es que las cámaras han tenido un poder maravilloso sobre mí. Me siento muy cómoda y, por eso, con frecuencia he sido más yo, más Gisela, frente a ellas que después de que se apagan las luces del estudio.
Nací, entre otras cosas, para trabajar en la televisión y, gracias a ese talento que Dios me dio, pude comprar un carro, una casa, pagar los estudios de mi hija, darle una mejor
calidad de vida a mi madre. Pero aquello no impidió que llegara ese momento de quiebre del que les he hablado líneas arriba en varias ocasiones. Esa enorme soledad, a pesar de estar, en todo momento, rodeada de gente.
Ahora miro hacia atrás y pienso: “¡Wow! ¡Cuántos momentos dejé de disfrutar por aquella desazón!”. Ignoraba que los instantes son únicos y que solo existe un día, hoy.
Por eso te digo esto desde el corazón: no delegues en otros la responsabilidad que tienes sobre tu vida. El mejor consejo que puedo darte es que, antes de escuchar lo que otros te puedan decir, empieces a oír dentro de ti mismo. Allí es donde están tus errores y heridas, pero, también, tu sueño y las herramientas personales con que cuentas para conseguir lo que te propongas. Descubre cuál es tu vocación y síguela.
Es posible que, al final de un autoanálisis, llegues a la conclusión de que las personas que más te amaron, como tu papá y tu mamá, fueron quienes, precisamente, te privaron
de tus sueños. Con la intención de protegerte, evitaron que seas corredor de autos, periodista o médico. Creyeron que lo mejor era tomar la decisión por ti, para evitarte un
fracaso o una desilusión. Sin embargo, es primordial que cada uno de nosotros descubra su vocación y la siga, asumiendo el control de su vida. Yo soy una comunicadora innata. Es lo que mejor hago, aunque mis padres quisieron convencerme de estudiar Derecho. Hoy sé que elegí bien.
Mi camino no ha sido fácil, lo sabes. ¡Cuántas veces he tenido ganas de tirar la toalla o de aclarar todo lo que se hablaba de mí! En muchas ocasiones, he querido huir,
abandonarlo todo, pero algo me detenía y hacía que me quedara. Hoy sé que ese “algo” es mi perseverancia, el profundo entendimiento de que nada sucede de inmediato, que el tiempo ayuda a madurar los frutos. Siempre habrá momentos de quiebre, momentos en los que el carácter te puede traicionar; por ello, es importante formar este carácter
para levantarse y continuar. Se necesita mucho carácter para decir “hoy lo intento y hoy lo logro”. Sé que tú lo puedes hacer, como yo, pero vamos paso a paso.
Escribir este libro me hace sentir ilusionada, pero, al mismo tiempo, asumo este maravilloso proyecto con mucha responsabilidad. Una vez más, la comunicación es la
clave. Mi mensaje es que no busques imitar o parecerte a alguien, sino que encuentres quién eres, cualquier sea tu circunstancia. ¡Mereces desarrollar tu verdadero potencial!
He discutido con gente que ha tenido la oportunidad de asistir a universidades prestigiosas en nuestro país y fuera de él, personas que han seguido maestrías y diplomados.
Y muchas veces, he comprobado que esa formación es importante, pero no lo es todo. No cae mal un poco de frío. Un poco de hambre. Un poco de necesidad. Todo esto puede ser el motor más poderoso para impulsarte hacia delante. Confieso que el escribir este libro para ti me hace feliz, porque aquí revelaré muchos de mis secretos. Algunos son felices con tener una linda boda e irse de luna de miel al lugar que soñaron; otros consideran que se tiene éxito cada vez que uno se parte trabajando, día y noche, hasta conseguir pagar la carrera universitaria de sus hijos; hay quienes ven en el auto de lujo su propia señal de éxito.
Todo esto está bien y uno se siente exitoso en la medida en que alcanza sus sueños, pero el verdadero disfrute se encuentra más allá. ¿Qué es o qué hace que una persona pueda alcanzar sus ideales y otra no? ¿De qué depende? ¿Qué es el éxito? ¿Cómo alcanzarlo? Con estas primeras páginas, deseo que este libro te acompañe en la búsqueda de tu verdad. Que, al leerlo, sientas que estoy ahí, a tu lado, para ayudarte. Y es que yo jamás he creído en que existan los libros de auto-ayuda. ¿Quién puede auto-ayudarse cuando se le acabaron las ilusiones cuando siente que todo está perdido? ¿Quién puede auto-ayudarse cuando lo han despedido del trabajo? ¿Quién puede hacer las cosas solo? Nada de auto-ayuda. En mi caso, la ayuda siempre vino y supe tomarla. Ahora, yo quiero entregarte esa ayuda.
A veces sueño, lo lindo que sería, si la vida lo permite, que alguna vez me encuentre contigo y me digas que te sirvió este libro, que te sacó de tu lado cómodo y te hizo
avanzar. Nada me haría más feliz. Deseo que alcances tu sueño, tu plenitud, esa que llega cuando sabes que no estás solo, que solo tienes que intentar ser feliz cada día. Deseo también que encuentres la paz, pues solo ella nos lleva al encuentro de grandes ideas. La paz te revela quién eres y ¡hacia dónde vas!
No escribo este libro con la intención de que lo veas como un manual infalible para alcanzar el éxito económico o profesional. Mi deseo es compartir algunas cosas que he
aprendido durante mi vida, voluntaria o involuntariamente.
Son pequeñas y grandes lecciones que podrían ayudarte, a ti también, a comprender que el éxito está más cerca de la plenitud espiritual de lo que muchos piensan.
CAPÍTULO I
EL SECRETO DEL ÉXITO EXISTE
¿Qué viene a tu mente cuando escuchas la palabra ÉXITO? ¿Un empresario en su oficina grande y moderna? ¿Un millonario recorriendo el mundo en su avión privado? ¿Mujeres lindas como las modelos de las revistas? La mayoría imagina gente feliz, a la que la vida parece sonreírle siempre. Y puede que, efectivamente, muchas de esas personas sean felices, pero no deberíamos confundir el éxito superficial, ni las apariencias, con el éxito real y auténtico, ese que solo es posible cuando sabemos algunas de las cosas de las que te hablaré en este libro. El éxito consiste, también, en sentirnos en paz con nosotros mismos, ir a la cama y poner la cabeza sobre la almohada, con la sensación de que hicimos lo mejor que pudimos. El empresario mexicano Carlos Slim, cuya fortuna asciende a casi ochenta mil millones de dólares, dice que el éxito se encuentra en “el deseo de ser más, no de tener más”. En esa línea de análisis, una mujer como la madre Teresa de Calcuta, para quien el dinero era un medio y no un fines, sin duda, un gran ejemplo de éxito. Ella tenía una voz privilegiada y hubiese podido ser una famosa soprano, pero su verdadera vocación estaba en el servicio a los demás. Fue su elección. Hoy nadie se atrevería a cuestionar el Premio Nobel de la Paz, que le fue otorgado en 1979, ni cualquiera de las distinciones que recibió por su labor humanitaria. La congregación que fundó se inició con 13 miembros pero, al momento de su muerte, Las Hermanas de la Caridad estaban presentes en 123 países. ¿Alguien diría que no fue exitosa?
1. ¿QUÉ ES EL ÉXITO PARA MÍ?
Muchos consideran que tengo éxito porque trabajo en la televisión. Otros valoran más que haya salido adelante junta a mi hija, sola, habiendo sido una mamá soltera y
muy joven. Finalmente, están los que ven en mí a una empresaria exitosa: dirijo una revista, un spa y una productora.
Y sí, cualquiera que conozca un poquito de mi historia pensaría lo mismo, pero ese éxito profesional es resultado de una manera de ser muy mía, algo que vino conmigo y que recuerdo desde que tengo uso de razón.Cuando era chica, el dinero no sobraba en mi casa, y aprendí que había que trabajar para conseguirlo. Recuerdo que veía a los boleteros de los micros llevar todos esos billetes entre los dedos y me decía a mí misma: “¡Cuánto dinero tienen! Quisiera ser boletera y que ese dinero fuera mío”.
Mi padre nos acostumbró a que, el dieciocho de cada mes, día de pago en el Seguro, llegara nuestra propina.Recuerdo que no era mucho, pero no sé cómo, en mis manos, esa platita duraba. Un día, le dije a mi mamá que quería abrir una cuenta de ahorros. Mi madre se sorprendió, pero me dijo que no podía, pues solo tenía doce años. Yo insistí, y así fuimos a un banco de la avenida Aviación, en La Victoria, el Banco Latino. Allí,
abrí mi primera cuenta de ahorros y, aunque me dijeron que no podría retirarlo por ser menor de edad, yo estaba feliz: ¡tenía dinero y una libreta de ahorros!
Desde ese día, aprendí que, si ahorraba, un día podría juntar una buena cantidad. Y así sucedió. Cuando ya pude retirar el dinero, tenía una cantidad significativa en
esa cuenta. Pero claro, nunca he retirado todo de la cuenta de algún banco, ni cuando tenía dieciocho años y un bebé que alimentar. Siempre dejé alguito, no mucho, pero veinte soles son veinte soles, y eso no solo alcanza para comer un día. Si uno le da valor a su dinero, por poco que sea, luego puede multiplicarlo.
Fue así como aprendí a ahorrar. ¿Quién diría que, años más tarde, Luciana Olivares, hoy gerente de marketing del Banco Continental, me buscaría mientras animaba Aló Gisela, para que haga menciones al banco? En esa oportunidad, ella me dijo: “Gisela, entiendo que hay una mujer nueva en nuestro país, pero todas las campañas de los bancos están dirigidas a los hombres. Se supone que el hombre es el que ahorra, pero yo quiero que tú lideres esta nueva campaña que se dirige a las mujeres que ahorran, pues tú eres una de ellas, ¿no?”. ¡Claro que lo era! La campaña fue un éxito y la unión con el banco duró muchos años. ¡Qué loca puede ser la vida!
Considero que esta capacidad de ahorrar, unida a mi disposición para trabajar, ha sido una fórmula perfecta para obtener bienestar económico. Aunque mi origen haya sido
humilde, algo dentro de mí me decía que yo lo podía lograr, que un día las cosas iban a cambiar, y que ese día no estaba muy lejos. El tiempo pasó y este bienestar económico del que les hablo llegó. Pero no crean que todo fue color de rosa.
Cuando el éxito que quería, y necesitaba llegó, siendo conductora del programa más visto de la televisión, me encontré preguntándole a Dios porqué me sentía sola. Por
qué de pronto quería abandonarlo todo. Algo no estaba bien. Eso que reconocen las cifras del rating, la cantidad de dígitos de una cuenta bancaria, la foto sonriente en la
portada de una revista y todo eso que uno imagina cuando piensa en gente exitosa no me hacía feliz. Y, te confieso, mi historia no es un caso aislado. Conozco a mucha gente que ha pasado por lo mismo y que, al igual que yo, ha buscado una explicación a ese vacío existencial que está ahí, a pesar de que, supuestamente, se tiene todo.
Con esas inquietudes llegué a una convención en la ciudad de Rio de Janeiro, en Brasil, adonde también había asistido Bill Gates, el multimillonario fundador de Microsoft, que ha ocupado por años el primer lugar del ranking de las personas más ricas del mundo que publica la revista Forbes. Lo vi a menos de una cuadra de distancia y, en medio
de la emoción que cualquiera puede sentir frente a un hombre que ha revolucionado la forma en que entendemos el mundo, lo que más me llamó la atención fue la sencillez
con que vestía. Tenía puesta una bermuda beige y unas sandalias, caminaba como si nadie lo mirara y su sonrisa era serena. Transmitía calma y se mostraba amable con las personas que se le acercaban. Su rostro era el de quien se siente cómodo con su vida. ¿Cómo podía ser? ¿Cómo puede estar tan tranquilo alguien que, todos los días, tiene que lidiar con el mundo entero? ¿Cómo puede estar alguien, sereno, en Rio de Janeiro? No, no era muy normal, ¿no creen? O quizá quien estaba errada era yo. ¿Por qué él lucía tranquilo y yo sentía que debía seguir luchando y buscando?
La serenidad que vi en Bill Gates es la misma que encontramos en Nelson Mandela, en Mahatma Ghandi o en la mirada de Carlos Slim, a quien también conocí; el fundador de Microsoft y él, disputan siempre los primeros lugares de la lista y, de hecho, el que va ganando cuando escribo esto es el millonario mexicano. Pero Slim sostiene que el éxito no se define en términos de poder o dinero, sino de la trascendencia de tus acciones: ¿cuántos te recordarán y cómo lo harán? En pocas palabras: ¿cómo vas onstruyendo tu legado? Bill Gates, Carlos Slim, Nelson Mandela, Mahatma Ghandi tienen el rostro del éxito. La madre Teresa de Calcuta lo tenía. ¿Y qué es eso? ¿Acaso existe una cosa como “el rostro del éxito”? Por supuesto. Ellos y otros exitosos a quienes admiro hablan con una sonrisa franca en sus labios.
Tengo que admitir que solo cuando me encontré con esa sensación de soledad, de vacío que les he descrito antes comprendí que la vida no podía ser tan banal ni mecánica. Empecé por rebelarme ante el hecho de solo repetir el consabido ciclo de nacer, crecer, reproducirse y morir. VIVIR, pensé entonces, no podía ser eso solamente. El Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua dice que el éxito es “el resultado positivo de un emprendimiento”. Asocia su significado al de SATISFACCIÓN.
Sin duda, las personas exitosas están satisfechas consigo mismas, piensan en positivo, rinden al máximo de sus capacidades y duermen bien -algo que me encanta-,
pero insisto, esa “satisfacción” no es resignación, sino la seguridad de que estamos en el camino correcto.
¿Te gusta tu trabajo? Supongamos que no es el trabajo perfecto, pero te permite pagar la carrera de tus sueños… ¿lo valoras porque es el puente que deberás atravesar para alcanzar tus metas? ¿Cómo enfrentas los fracasos? ¿Te importa demasiado lo que otros opinan o dicen de ti? ¿Divagas cuando te preguntan cuáles son tus habilidades? ¿Tus aspiraciones? ¿Te arriesgas? ¿Asumes nuevos retos? Tómate tu tiempo, pero empieza por responder con sinceridad. No te engañes. Porque el ÉXITO comienza con el autoconocimiento y la confianza en las propias capacidades. Y créeme que conocernos no es siempre una tarea fácil, como tampoco lo es aceptarnos. Sin embargo, no estoy de acuerdo con aquellos que están dispuestos a pagar cualquier precio por conseguir el éxito profesional o económico. Esos que sacrifican TODO
porque aseguran que es la única manera de llegar. ¿Llegar a dónde? Confieso que, en varias ocasiones, he sentido pena al escuchar a personas que conozco decir que han comprado la casa de sus sueños y que, por eso, no tienen tiempo de estar con los hijos, ni de compartir una tarde de domingo con la familia, o tomar un café con esa amiga que te necesita porque acaba de perder a un ser querido.
Conozco a tantas mamás que, por pagar la carísima pensión del colegio de sus hijos y comprarles cuanto juguete nuevo aparece -“porque todos los niños los tienen”-,
se quedan sin tiempo para nada y hasta dejan de compartir una oración con ellos antes de ir a dormir. Siempre están cansadas, angustiadas, pensando en el futuro y, como si
fuera poco, descontentas. ¿Eso es éxito? Piénsalo bien, ¿ese es el éxito que soñamos tener?"