(Difusión)
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José Carlos Yrigoyen

En la soledad y el aislamiento es posible descubrir lo que durante mucho tiempo estuvo oculto. En estos días de cuarentena, eso ocurre con autores de los que uno apenas sí tenía noticia o desconocía totalmente. Por ejemplo, revisando la lista de libros que ha liberado la editorial española Errata Naturae –especializada en narradores y ensayistas de culto– hallamos a Kenneth Bernard (Brooklyn, 1930) y su única novela, “Entre los archivos del distrito”.

Bernard es un escritor insular como pocos. Inició su carrera dramatúrgica dentro del movimiento teatral Off-Off Broadway, colectivo consagrado a una labor agresivamente anticomercial que montaba sus obras en salas con menos de cien espectadores. Durante los años sesenta y setenta obtuvo el reconocimiento de los popes del underground neoyorquino (incluso trabajó con las estrellitas de la Factory de Warhol). Cuando llegaron los noventa, tenía en su haber una decena de libros que conformaban una obra absolutamente personal e inclasificable. Alejado del mundillo del teatro, publicó “Entre los archivos del distrito” en 1992, con un éxito que trascendió los reducidos círculos en los que habitualmente se movía. “El autor más gloriosamente excéntrico de la narrativa norteamericana”, lo llamó David Markson, otro venerado marginal como él, a raíz de este libro.

La novela se abre como una colección de viñetas, aparentemente aisladas entre sí, que mediante la inclusión de pequeños detalles compartidos forman una narración estructurada en capítulos cada vez más extensos y orgánicos. Así conocemos, gracias a una sagaz dosificación de datos y episodios, la apesadumbrada existencia de John, un hombre de 57 años que habita una realidad dominada por un sistema burocrático que de manera casi inadvertida controla hasta los actos más rutinarios de sus ciudadanos, como la forma en que hacen la cola del banco o las delirantes condiciones a las que deben someterse para comprar un sello postal.

Este particular Gran Hermano, por otra parte, permite que el resto de las actividades sociales se desarrollen en un caos regido por la ley de la selva: los espectáculos deportivos son batallas campales con desaparecidos y muertos; los matones golpean y toman como suyos los departamentos vacíos que sus dueños han abandonado siempre en extrañas circunstancias. Los ciudadanos han aceptado su deshumanización debido a que el control social se basa en la muerte anticipada: al llegar a cierta edad es obligatoria la afiliación a los distintos clubes funerarios donde se reúnen para leer un diario en el que anotan hechos objetivos y fehacientes –al igual que en “1984” de Orwell, en este mundo todo devaneo artístico está mal visto–, y se comprometen a entregar todos los órganos que el sistema requiera, lo que remite a “Nunca me abandones” de Ishiguro y sus casas de estériles donantes.

John no es, como ocurre con los protagonistas de otras novelas distópicas clásicas, un hombre valiente que encabeza una decidida insurrección frente el sistema que aspira a convertirlo en un ente sumiso y conformista. Es más bien un timorato y melancólico que se deja vejar y esquilmar sin oposición. Lo que salva al personaje es que Bernard se las arregla para insuflarle la dignidad del disidente silencioso que se aferra a su humanidad a través de mínimos, casi imperceptibles sabotajes contra la gris maquinaria que lo vigila y acosa; es así como se reviste de la heroicidad de quien lucha –no importa el modo– por la realización de un imposible.

Mención aparte merece la apabullante prosa de esta ficción: un aliento poético desnudo de cualquier atavío innecesario que destaca sobre todo a la hora de describir la kafkiana desolación de quien está condenado a vagabundear entre una realidad absurda donde estar muertos o vivos da lo mismo. Como si todos tuviéramos una ciudad vacía y sin nombre en el corazón.

LA FICHA

Autor: Kenneth Bernard.

Editorial: Errata Naturae.

Año: 2012. Páginas: 2012.

El libro puede descargarse .

Calificación: ★★★★


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