Este no será un recuento literario habitual porque no ha sido un año habitual. Significó una etapa muy desfavorable para todos: los autores y las editoriales –en especial las independientes–, las librerías y los lectores. Sin embargo, las letras peruanas no detuvieron su marcha. Nunca dejaron de respirar. Incluso en los meses más duros de la cuarentena me siguieron llegando libros; gran parte fueron remitidos por escritores jóvenes que apostaron por su difusión en medio de una casi absoluta adversidad. Esto no quiere ser un recuento, sino un reconocimiento para quienes resistieron –y nos ayudaron a resistir– a un 2020 que amenazó con transfigurarse en un interminable tiempo muerto y ponzoñoso.
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