Adrián y César. Dos padres de familia se aman en una sociedad compleja. El primero, separado de la madre de su hijo, si bien ha aceptado su orientación sexual, sufre el no poder vivir junto a su primogénito. El segundo, vive con su esposa e hijas, pero optó por ocultar su sexualidad bajo la penumbra, temeroso de ser descubierto en una Lima “que no es tan grande”.
Así podría resumirse “Cuando los hijos duermen”, la más reciente novela del escritor peruano Juan Carlos Cortázar publicada por la editorial Animal de Invierno.
“Esta sexualidad en tensión es un tema que me pareció atractivo porque creo que son muchos los hombres y las mujeres que buscan formas para seguir queriendo a sus hijos y al mismo tiempo vivir a su sexualidad sin que esta sea ‘hetero normativa’ o ‘normal’”, dice el autor sobre el origen de su obra.
Juan Carlos Cortázar, nacido en 1964, sociólogo de profesión y autor de libros como “Tantos angelitos”, “Animales peligrosos”, “La embriaguez de Noé”, entre otros, conversó brevemente con “El Comercio” sobre esta nueva aventura literaria. “Cuando los hijos duermen” ya está a la venta en las principales librerías de Lima.
-Señor Cortázar, con ese apellido tenía que hacerse escritor tarde o temprano…
Es algo anecdótico, pero viví en Argentina y participé en varios talleres en los que siempre me preguntaban si era familiar de Julio Cortázar, pero no. De hecho, algunos incluso piensan que es mi seudónimo, pero no, puedo mostrarles mi DNI si desean.
-¿Buscó usted a la literatura o la literatura lo buscó a usted?
Creo que la literatura me buscó. Siempre fui muy lector, pero me dediqué a la sociología, que es mi profesión. Una vez en Chile decidí inscribirme en un taller de escritura con el firme propósito de que sea un hobby, pero no fue así. Luego me fui a vivir a Argentina, que es uno de los países con la literatura más potente de la región, y ahí sí me dediqué a estudiar en serio. Creo que la literatura me atrapó y me hizo vivir una dimensión distinta y nueva de la vida.
-¿Podría decirme algunas primeras lecturas que lo marcaron?
La primera novela que leí en casa fue “Los ríos profundos” de José María Arguedas, de la que me gustó mucho su intimidad. También leí “Todas las sangres”. “Cien años de soledad” me voló la cabeza. De las novelas me gustó siempre la posibilidad de meterte dentro del halo de luz amarilla de la lámpara a leer, leer y meterme en un mundo distinto. También he escrito cuentos, pero es un género que empecé a disfrutarlo de más grande.
-¿La sociología brinda muchas más armas para que un escritor comprenda a gente que luego podría convertirse en personajes de sus historias?
No sé si es un tema de comprensión, porque creo que distintas profesiones te dan diversas miradas de la sociedad. Lo que sí reconozco, por ejemplo para un proyecto que estoy trabajando ahora, que lo que sí me sirve de ser sociólogo es la minuciosidad de la observación. Conversar con la gente, grabar sus conversaciones para extraer el tipo de lenguaje. Ahora mismo estoy interesado en un mundo de peluquerías y hace unos días estuve en una de Ate Vitarte en la que la dueña me explicaba cómo se hacía un ondulado y un laceado. Eso de buscar el detalle quizás me sale por ser sociólogo.
-¿Llega un autor a sentirse completamente seguro de lo que escribe?
No, nunca. Siempre tengo la duda de si lo que escribo vale la pena o si es bueno. Además, yo tengo escribiendo no muchos años. Siempre trato de buscar lecturas de gente que me guía o me ayuda. En “Cuando los hijos duermen” me ayudó mucho Ricardo Sumalavia en Perú y Leopoldo Brizuela en Argentina. Luego vienen los editores a leer, les parece bien y te dices ‘quizás está bien’, pero la verdad es que nunca tengo esa certeza.
-Usted inició la redacción de esta novela en un taller literario.
En Argentina seguí dos años de formación en una escuela de escritura que se llama Casa de Letras, donde enseña gente de muy buen nivel. El trabajo final era escribir una novela [esta], pero luego la seguí trabajando básicamente con Leopoldo Brizuela. Elegí situarla en Lima porque es mi ciudad. Creo que mi novela tiene algo de eso, de retorno.
-Que un padre de familia se reconozca homosexual no tendría por qué romper el vínculo afectivo con su hijo…
Mi novela nació de dos sensaciones: lo hermoso que es ser padre y a la vez vivir tu propia identidad sexual. Esto no es fácil en muchas ciudades, en Lima tampoco. Y ambos personajes (Adrián y César) viven esto en tensión. El personaje que ‘sale del clóset’ (Adrián) vive más libremente su identidad pero tiene cierta distancia con su hijo pues no convive con él. A su vez, el otro protagonista (César) convive con sus hijas pero vive en tensión porque su identidad sexual está escondida.
-¿Existe algún tipo de similitud entre novelas como “No se lo digas a nadie” de Jaime Bayly y la suya? ¿Cuál sería la diferencia?
Hay partes de “No se lo digas a nadie” que me parecen notables. Sin embargo, creo que son dos propósitos distintos. En “Cuando los hijos duermen” mi objetivo no es tanto mostrar cómo es la vida homosexual, sino más bien entrar más en un tema íntimo, en la sensación padre-hijo y cómo la sociedad impone restricciones a los protagonistas. Por ejemplo, uno de los ambientes donde ocurre la novela es la escuela, porque los hijos (de los personajes principales) acuden al mismo centro educativo. Entonces, el título, “Cuando los hijos duermen” tiene que ver con eso, justamente cuando los hijos no están aparece la otra dimensión (de los padres). Ese es un tipo de aproximación distinta a la que tiene Bayly. Pero ambas son válidas.
-¿Le parece que estamos algo detrás en cuanto a la publicación y promoción de novelas relacionadas a la temática de la homosexualidad?
Bueno, en términos de derechos de la comunidad LGTB y de la diversidad sexual, Perú es uno de los países que está más atrás. Mientras que ya hay países donde se permite el matrimonio igualitario o la unión civil, en Perú se discutió el tema pero creo que las intervenciones en el Congreso fueron lamentables. De hecho, buena parte de los argumentos era ‘qué pasa con los hijos’. Creo que en Perú hay la idea de asociar la homosexualidad con el escándalo, con una dimensión segregada de la vida. Y eso es coincidente pues. Hay una falta de reconocimiento de derechos a la comunidad LGTB que también se expresa en la cultura y quizás por eso estos temas generan mucha visibilidad mediática, a veces, por el lado del escándalo. Esa línea no me interesa. En los personajes de mi novela no hay héroes, no hay tipos buenos ni malos. Solo presento dos opciones distintas y moralmente válidas de vivir la paternidad en medio de las condiciones que presenta este país.
-¿Cuál es su siguiente proyecto literario?
El Perú vivió uno de los procesos de violencia más sangrientos de la región. Se ha escrito sobre eso. Pero creo que hay pocos textos sobre cómo se cruzó estos temas de violencia con temas de sexualidad, género y diversidad sexual. He estado leyendo algunas cosas y observo que, tanto desde las Fuerza Armadas sino también desde el MRTA y Sendero Luminoso, hubo una acción explícitamente dirigida contra homosexuales, lesbianas y travestis. Y ese tipo de violencia, que iba más allá de la ideología o de la política, no se ha discutido mucho en el Perú. De hecho en el informe de la CVR hay marginalmente algunas referencias. Ese es un tema que a mí me interesa. Y hay testimonios de que, por ejemplo en Tarapoto o Huánuco, ocurrieron importantes acciones de ‘limpieza moral’ de parte de estos movimientos.
-La denominada ‘higienización’ de la sociedad…
Claro. La idea de que en el nuevo estado, en la nueva moral, había que higienizar y por ende los homosexuales, las lesbianas y los travestis entraban en el paquete de los delincuentes y los corruptores de la juventud. Quisiera escribir una ficción que tenga que ver con eso y hacerlo desde una mirada más travesti.