Le llaman “El cuervo” Luján, el apelativo cariñoso para un hincha furibundo del club San Lorenzo de Almagro. El el dorso, el diario “El País” le descubrió bajo la camiseta el tatuaje de Maradona y “la mano de Dios”. No es el dibujo del Diego, sino del momento exacto, el fotograma en que el Diez decide saltar ante el arquero inglés Peter Shiltonen en aquel famoso partido en el mundial de México 86. Para Marcelo Luján (Buenos Aires, 1973), más allá de lo deportivo y del protagonista, ese instante representa muchísimo a los argentinos. Representa la picaresca, la viveza, la trampa y la gloria, todo reunido en una imagen borrosa. Como el de “La Mano de Dios”, el escritor argentino lleva muchos tatuajes, dedicados a todo lo importante que le ha pasado en la vida: sus hijos, sus novelas, la copa libertadores que ganó (por fin) San Lorenzo en 2014. Quizás también pronto de tatúe este momento: “La claridad”, su más reciente libro, resultó ganador del VI Premio Ribero del Duero, el galardón dedicado al cuento más importante y prestigioso en Iberoamérica. Anunciado el martes 7 de julio en Madrid, el libro del escritor porteño reúne cinco cuentos que, como señala el jurado, “anuncian todo lo que deseamos y nunca se alcanza, los miedos y los arrebatos, el amor y la traición y los pequeñísimos instantes de dicha”. Se trata de relatos perversos e inquietantes, que fascinan por su lúcida reflexión sobre la maldad.
-Antes de hablar de literatura, abordemos un tema realmente importante: el fútbol. ¿Te sientes parte del grupo de escritores como Roberto Fontanarrosa, que expresan su afinidad con este deporte en su narrativa?
Fontanarrosa era hincha acérrimo de Rosario Central, era “canalla”. También pienso en un escritor como Osvaldo Soriano, que era de San Lorenzo. Como argentino y latinoamericano, el fútbol nos moviliza, está presente en nuestras vidas. En mi caso, El San Lorenzo es un lazo familiar y generacional, algo con lo que me crié, muy presente en mi vida. Me parece bonito que a partir de escritores como Fontanarrosa o Soriano, las nuevas generaciones ligaran el fútbol y la literatura. Ellos fueron los primeros, al menos en Argentina, que demostraron a través de sus textos que ambos pueden convivir muy bien y que en la transmisión de los textos de ficción puede haber una historia futbolera. Antes de ellos, los primeros movimientos literarios en mi país, como Sur por ejemplo, consideraban al fútbol como una práctica bárbara.
-¿Te animas a explicarme qué está pasando actualmente con la selección argentina?
Los argentinos, los brasileños, los uruguayos, son selecciones que históricamente han tenido cierta supremacía en el continente. Pero eso ha cambiado. Primero, porque el fútbol se ha emparejado mucho, a nivel de ligas y selecciones. Ahora mismo, cualquier selección bien entrenada y bien preparada (ustedes tienen al tigre Gareca, tremendo entrenador!) te hace frente. Perú hizo un mundial excelente, aunque tuvo muy mala suerte. Los partidos ya no se ganan solo con la camiseta. Cualquier selección te hace partido, te empata o te gana. Hay que tener conciencia que todos los partidos son difíciles. Ya no estamos en los años sesenta. Por otro lado, las selecciones representan mucho del momento sociopolítico del país, y creo que la selección argentina en el último mundial estuvo muy desorganizada internamente. La misma federación está desorganizada también. Y eso se nota. Y los jugadores lo sufren.
-Hablemos ahora del premio. “La claridad” son cinco cuentos que, como señaló el jurado, “anuncian todo lo que deseamos y nunca se alcanza”. La frase pinta bien lo te tuviste que vivir: fallado antes de la cuarentena, tuvieron que pasar meses antes de anunciarse que eras el ganador.
Esta epidemia mundial no es culpa de nadie, fue totalmente inesperada, y nos llena de incertidumbre. El premio se falló un 10 de marzo, y el día 14 el gobierno español decretó el Estado de Alarma. De allí para adelante no se sabía nada, no se podía planificar nada. Por respeto a los compañeros finalistas y por el pacto con los organizadores había que esperar hasta la rueda de prensa (el martes 7 de julio) para anunciar el fallo. Había que guardar silencio. Empezaron a pasar los meses, y de repente yo me despertaba en la mañana preguntándome si fue verdad o había soñado que me llamó el presidente del jurado diciéndome que había ganado el premio Ribera del Duero. Lo había ganado, sí, pero no había ninguna prueba. Nadie lo decía en redes, no había imágenes, no había información. Desde el punto de vista anecdótico, fue muy curioso, y ciertamente una situación literaria. Ya en la última semana, con el contacto con la prensa, la publicación del libro y su distribución en España la próxima semana, como que volví a la realidad y volví a ponerme nervioso, Es un momento muy importante en la carrera de un escritor, es un palmarés que genera respeto, con autores excelentes como Antonio Ortuño, Samanta Schweblin o Lupe Nettel. Es una responsabilidad también.
-Un título como “La claridad” nos lleva a pensar, de inmediato, en la oscuridad. No solo en este libro sino también en tus novelas anteriores, se aprecia la maestría del escritor que, a la manera del pintor barroco, sabe dónde poner las sombras y las luces.
Mis últimas novelas están muy ligadas al género negro.Como autor, a mí no me interesa el policial ni la investigación detectivesca, pero si me interesa el mal, la oscuridad, como ideas. ¿Porque las personas hacen daño a las otras? Un libro como “La claridad” no es la excepción. Para poder potenciar la oscuridad, esos índices de maldad con los que convivimos, primero se debe rodearlos de luz, de claridad. En la teoría esto es muy bonito de decir, ¿pero como se lleva a la práctica en la ficción que uno hace? Imagina que somos soldados en medio de una guerra, cualquiera de ellas. En ese escenario negro, probablemente una granada explote y una bala nos impacte. La desgracia está presente y uno está predispuesto para eso. Sin embargo, cuando los hechos desgraciados suceden en escenarios “blancos”, por ejemplo haciendo una barbacoa con tus amigos en el campo, una tarde de sol del domingo, el mal, la desgracia, se vuelve mucho más interesante. Estamos muy desprotegidos porque no esperamos el mal. Es algo que tiene que ver con el azar. Para hacer la puesta en escena de mis cuentos intento rodear de luz la oscuridad. Eso es lo que se juega en este libro. Por eso el título.
-Vivimos tiempos de buenas intenciones y corrección política. En estados Unidos, un policía mata a una persona afroamericana y una multitud destruye estatuas de Cristóbal Colón como si fuera el causante de esa muerte. ¿Crees que cada vez entendemos menos cómo enfocar la maldad? ¿Cómo señalarla?
Ese es un ejemplo extremadamente actual. Tendríamos que investigar las situaciones muy puntualmente. Yo soy muy naturalista a la hora de escribir, necesito los datos de las acciones pequeñas, más que las contextuales. En este crimen ocurrido en Estados Unidos, me gustaría saber cómo fue exactamente la agresión, sus minutos previos. Es muy importante para poder entenderlo. Claro, la protesta social que desencadenó el crimen es algo mucho más visible. ¿Pero en qué contexto ocurrió la muerte?, ¿quién era el policía? ¿qué le había pasado esa mañana? Y por el lado de la víctima, ¿de dónde venía? ¿Qué le dijo al policía? Necesito esa información para imaginar a estos personajes. No se trata de pensar solo en buenos y malos. Necesitamos más datos menores, porque los grandes datos ya los conocemos. Vivimos tiempos denominados de paz, por decirlo de algún modo, pero el mal es ahora más potente porque lo esperamos menos. En la Inglaterra de 1944, sonaba una sirena y en los barrios de Londres la gente sabía que debía correr a protegerse en los sótanos o en el subterráneo para no morir en los bombardeos. Era una advertencia del mal que, en ese caso, venía del aire. Pero ahora ya no tenemos esa advertencia. A lo mejor sales con tu hijo al parque para comprarle un globo y pasa algo terrible. Vivimos en una sociedad crispada, con un montón de situaciones que nosotros, con nuestro espíritu burgués, desconocemos. La literatura moderna necesita abordar esos problemas.
Sobre el VI Premio Ribera del Duero
● La obra de este autor argentino fue elegida por unanimidad por el jurado del certamen, presidido por Fernando Aramburu, entre las presentadas por mil setenta y nueve autores de treinta países.
● El libro “La claridad” estará en las librerías de toda España el 15 de julio. Se anuncia en librerías peruanas en los próximos meses.
● Además de Aramburu, el Jurado fue integrado por Clara Obligado, Óscar Esquivias y representantes del Consejo Regulador y de la Editorial Páginas de Espuma.
● El galardón debía haberse hecho público en el mes de marzo, pero la crisis sanitaria como consecuencia de la COVID‐19, obligaron a demorar el acto de entrega de un premio que tradicionalmente se presenta en la Feria del Libro de Madrid. Es la primera vez que el libro ganador está ya editado y publicado en el momento de la rueda de prensa.
● Este año se presentaron al premio mil setenta y nueve escritores de treinta países, destacando españoles, argentinos y mexicanos.
● Para Juan Casamayor, editor del sello Páginas de Espuma, esta edición demuestra que “el premio se ha consolidado, hasta convertirse en una referencia en la actual geografía literaria en español. Ha ganado visibilidad, prestigio, reconocimiento y presencia, lo que refleja su gran acogida, la alta participación”, afirmó en la conferencia de prensa realizada el pasado martes 7 de julio.
● Entre las obras de Marcelo Luján destacan los libros de cuentos “Flores para Irene” (Premio Santa Cruz de Tenerife 2003), “En algún cielo” (Premio Ciudad de Alcalá de Narrativa 2006) y “El desvío” (Premio Kutxa Ciudad de San Sebastián 2007). Ha publicado también libros de prosa poética “Arder en el invierno” y “Pequeños pies ingleses”, y las novelas “La mala espera” (Premio Ciudad de Getafe de Novela Negra 2009″), “Moravia” y “Subsuelo” (Premio Dashiell Hammett 2016).
● Otros ganadores del Premio Ribera del Duero han sido Antonio Ortuño, Samanta Schweblin, Guadalupe Nettel, Marcos Giralt Torrente y Javier Sáez de Ibarra.
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