La Academia decía, en la penúltima edición de su Diccionario, publicada el 2001 (la última es del 2014); la Academia decía que el aburrimiento es “cansancio, fastidio, tedio de ánimo producido por falta de estímulos, diversiones o distracciones”.
Hay que aclarar que el tedio no es simple aburrimiento, sino aburrimiento extremo. Lo dice la misma Academia, en el artículo “Tedio” de su Diccionario.
En la última edición del DRAE, publicada el 2014, la Corporación matritense dice lo siguiente del aburrimiento:
“Cansancio del ánimo originado por falta de estímulo o distracción, o por molestia reiterada.”
Aburrimiento es, pues, desgana, o desgano, falta de gana, interés o deseo, hastío, murria, esplín, indiferencia o desdén por todo.
El aburrimiento es un fenómeno moderno, del siglo XIX. De lo que antes se hablaba, aunque no mucho, era de la acedía. Acedarse es ponerse aceda o agria una cosa, avinagrarse. Figuradamente, acedía quiere decir desabrimiento, aspereza en el trato, disgusto, desazón, molestia, fastidio, tedio o enfado que causa una persona o cosa.
En el teólogo Juan Casiano, del siglo V de nuestra era, acedía equivale a tedio, que es hastío y fastidio, un estado anímico vecino a la tristeza, afín a ella.
Casiano señala, como característica de la acedía, el hórror loci, el horror a los sitios o lugares. Al monje le hastía la celda, la habitación siempre igual. Para deshastiarse huye de la celda y cambia de horizonte.
El tiempo, en la acedía, se alarga excesivamente, parece interminable; hay desconcierto, inquietud, desazón, desabrimiento. Todo quehacer parece inútil, vano, sin sentido. La vida no tiene sabor, es insípida.
La acedía monacal es el antecedente más importante del aburrimiento.
El fenómeno del aburrimiento se manifiesta claramente por primera vez en la literatura inglesa y francesa del siglo XIX.
El aburrimiento no era antes un problema ni mucho menos una problemática. ¿Por qué? Tal vez porque la gente hallaba mayor satisfacción en su trabajo. Se ha dicho que el trabajo es el mejor antídoto, el trabajo productivo creativo, no el trabajo rutinario y monótono.
¿Es cierto, como decía Leopardi, que los espíritus valiosos son propensos al aburrimiento y que los espíritus simples lo desconocen?
Nunca ha habido, como hoy, tantos medios para combatir el aburrimiento, pero así mismo nunca ha habido en la humanidad tanta pobreza, de vida interior y nunca ha sido tan escasa la capacidad de ensimismarse y nunca ha sido tan considerable la alteración.