Entre sus inicios en el desenfadado movimiento Kloaka –bajo la consigna “romper con todo”– y su actual trabajo académico en la New York University, la obra poética de Mariela Dreyfus (Lima, 1960) ha ido cambiando en el tiempo, pero con algunos motivos recurrentes: el deseo, la violencia, muerte, las voces múltiples, la ofuscación. Todo lo cual conforma un notable cuerpo de trabajo que justifica por largo el tenerla como la principal homenajeada del III Encuentro de Escritoras Peruanas, organizado por el Icpna.
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A pocos días de aterrizar en Lima para recibir dicho reconocimiento, Dreyfus también prepara la presentación de una antología personal titulada “Arúspice Rascacielos” (Peisa, 2021), selección representativa de libros tan destacados como “Memorias de Electra” (1984), “Pez” (2005), “Morir es un arte” (2010), entre otros casi inhallables en la actualidad. Sobre la nueva publicación, el homenaje del Icpna y las motivaciones y particularidades de su obra, conversamos con ella.
¿Te sorprendió ser la homenajeada principal de este encuentro del Icpna?
Me sorprendió y alegró bastante. Sobre todo porque es el segundo homenaje que se me hace en el Perú últimamente. El primero ocurrió el año pasado, en la AntiFil, y fue muy hermoso a pesar de que fue virtual; esta vez el componente presencial y virtual al mismo tiempo le va a dar otra dinámica. Además, el año pasado también fui parte de este encuentro del Icpna y pude conocer a muchas escritoras. Me pareció muy rico el programa que presentaba.
Hace un par de años, Rossella Di Paolo recibió el mismo homenaje y decía que aún sentía que su generación, la del 80, era una que había emergido hace poquísimo, unos cuantos años atrás. ¿Tú sientes lo mismo?
[Risas] Te voy a confesar que sí. Me parece increíble que mi trabajo ya se pueda ver con una cierta perspectiva. Como decía uno de los poetas peruanos que más quiero, Lucho Hernández Camarero, “los laureles se usan para los poetas y los tallarines”. Por eso sorprende ese halo de consagración que te traen estos reconocimientos. Pero sí me emociona mucho y es algo que agradezco.
Esa generación del 80, de la que fuiste parte, se anticipó en muchos aspectos a las causas y movimientos feministas actuales, y no solo respecto a lo literario. ¿Cómo es tu relación con esos activismos?
Es muy buena. Y me alegra que notes que de algún modo nos adelantamos, a través de nuestra escritura, de nuestra participación en lecturas que a veces convocaban muchísimo público, sobre todo aquellas que precisamente tenían el respaldo de los colectivos feministas de la época. Flora Tristán, Manuela Ramos, el Cendoc-Mujer, hacían grandes festivales de música, de arte, de poesía en el Campo de Marte, el Día Internacional de la Mujer. Allí se generó entre nosotras una amistad muy espontánea y muy linda, y un interés por leer a aquellas escritoras que en otros ámbitos habían escrito sobre el tema, o que habían pensado sobre la condición de la mujer. Y ahora me siento absolutamente identificada con las nuevas agrupaciones que reivindican el derecho sobre el cuerpo de manera muy enfática, y que reivindican la apertura hacia las disidencias y se incluye a los colectivos LGTB+. Y desde el punto de vista literario, me siento parte los grupos que surgen a la par del Ni Una Menos, como es el colectivo Comando Plath. Todas son preocupaciones que en mi propia poesía, sobre todo al inicio, son como un ‘leitmotiv’. Cuestiones importantes desde la voz poética de alguien que está abriéndose al mundo, despertando, descubriendo.
Y entre las muchas aristas que abarca la cuestión de género, ¿cómo te llevas con el lenguaje inclusivo? ¿Es conflictivo para alguien que trabaja permanentemente con la palabra?
Lo tomo con bastante apertura, la verdad. Lo que sucede es que está generando también su propia escritura, como la inclusión de la letra x para marcar ambos géneros o la fluidez de géneros. Entonces me parece interesante. Sé que la academia está con las antenas muy puestas, y que a los correctores les debe generar nuevas tareas, pero me suena muy bien ese tipo de lenguaje. Al principio uno puede tener reticencias, pero pienso que tiene un sentido.
La sola discusión del tema ya es interesante, ¿no?
Es muy rica, claro. De hecho, yo tengo dos hijos criados acá en Nueva York, así que estoy muy al tanto del lenguaje que se va generando entre los jóvenes. El concepto de ser ‘gender fluid’, entre otros, son también causas juveniles, que tienen que ver con los lenguajes y los cuerpos, y me siento también cercana a ellos. Mis hijos tienen 19 y 29 años, y son parte de una generación con una manera propia de pensar, sentir y ver su realidad.
Estamos conversando hoy, 11 de setiembre, a 20 años del atentado a las Torres Gemelas. Y hoy mismo acaba de morir Abimael Guzmán. Pensaba en que son dos formas del terror que impactaron en dos momentos claves de tu vida, en el Perú y en Nueva York.
Sí, por supuesto. Justamente ahora aquí en Nueva York estoy viendo las noticias sobre el 11 de setiembre y es inevitable trazar un paralelo también entre esa tragedia y lo que nos ha tocado vivir en los últimos 18 meses a raíz de la pandemia. Son como hitos que realmente marcan la historia de mi estadía aquí, y que de alguna manera aparecen en mi obra. Todos esos episodios impactan de manera muy fuerte. Cuando la historia golpea, digamos.
Entre la experiencia en Kloaka y la vida académica en Nueva York, ¿son demasiadas las diferencias? ¿Cómo se ha reflejado eso en tu voz poética?
Te voy a decir una cosa: en Kloaka todos nosotros éramos estudiantes universitarios, así que lo académico siempre fue parte de mi vida. Lo que pasa es que nos volvimos subterráneos, pero teníamos una formación académica rigurosa y yo siempre fui buena estudiante [risas]. En general, creo que la intensidad en todas las etapas de mi poesía siempre ha sido muy alta. Lo que sí pasó en Estados Unidos es que hubo una búsqueda de diversas formas, lenguajes, tonos; la exploración de un tono dramático, en el sentido teatral. Siempre me ha interesado la construcción de esas voces diversas, monólogos imaginados de figuras con las que yo dialogo, que a veces provienen del Renacimiento, con giros medievales, arcaísmos, etc. Todo eso sería como el reverso del lenguaje coloquial de mis primeros poemas. Pero, curiosamente, a partir de mis últimos libros empieza una suerte de regreso a ese primer universo, pero ya con la experiencia de las formas. Comienza un diálogo con la primera juventud, la etapa de la bohemia, de la búsqueda. Así es como empiezo a escribir “La edad ligera”, el libro que aún tengo inédito.
Sabía de ese libro. ¿Va a seguir inédito un tiempo más?
El libro surgió como una suerte de crónica poética de lo que fue el movimiento Kloaka. Son poemas-testimonios, la reconstrucción de esa experiencia juvenil que para mí fue también un laboratorio de lenguaje compartido de manera colectiva. Leerse y escribir. El 26 de agosto le puse punto final a lo que sería el primera manuscrito. Pero lo tengo que trabajar. Me gustaría publicarlo en el 2022 porque se cumplen 40 años de la fundación de Kloaka y 100 de “Trilce”, así que sería un bonito homenaje a Vallejo también.
Quería hablar sobre la traducción también. Hay quienes la asumen con intensidad creativa propia, otros más bien como una pugna contra lo que parece intraducible. ¿Tú cómo la abordas? ¿Es más disfrute o lucha?
Creo que ambas cosas. Cuando enseño los talleres de traducción literaria, en primer lugar es trabajo: producción en grupo de textos que por lo menos lleguen a formar un mínimo corpus. Pero también vemos teoría, y entre los clásicos está ese texto de Ortega y Gasset, “Miseria y esplendor de la traducción”. Antes se hablaba de la traducción más fiel versus aquella versión que es mucho más libre. Y, la verdad sea dicha, los grandes poetas son los que alcanzan esas versiones maravillosas donde hay un equilibrio entre la voz original, que están llevando de una lengua a otra, y la propia voz de ese poeta. Pienso en Octavio Paz, que tradujo de tantas lenguas (a veces con un intermediario, porque incluso tradujo al japonés del chino), o lo que hizo Toño Cisneros en sus traducciones de la lengua inglesa. Creo que allí hay un negociar, una cierta dialéctica. Ahora se habla, en vez de versiones, de “transcreaciones”, pues también hay como un ‘input’ del propio autor. Pero en realidad es la voz que tú traduces la que debe verse a final de cuentas.
Una última pregunta, y tiene que ver con la perturbación, que es un rasgo que considero muy importante en tu obra. ¿No sientes que cada día que pasa vivimos en un mundo más difícil de perturbar? ¿Un mundo impávido, quizá incluso cínico? ¿O no eres tan pesimista?
[Piensa] Mmm no del todo. Justamente el otro día, en un conversatorio, Carlos López Degregori decía que esto que vivimos es un prólogo al apocalipsis. Yo pienso que son tiempos duros, que nos estamos individualizando cada vez más, y que es más difícil pensar en proyectos colectivos si el planeta está al borde del desastre. Pero pienso que la poesía ocupa de todas maneras un lugar necesario. Y es interesante ver la empatía que uno tiene en general con la voz poética. Entonces creo que hay formas alternativas que nos pueden mantener a flote. Y también pienso, hablando de la mística, que también es un momento de recogimiento sin olvidarnos de los demás. Tenemos que pararnos a pensar y desear lo mejor posible. Es muy difícil no ser escéptico, pero al final esta es la única vida que tenemos.
Sepa más
- El III Encuentro de Escritoras Peruanas del Icpna se celebrará desde hoy, 13 de setiembre, hasta el próximo viernes 24. Toda la información en https://bit.ly/3AahBLt
- El homenaje a Mariela Dreyfus se realizará este jueves 16 de setiembre, a las 7 p.m. Participan Margarita Saona, Rossella Di Paolo y Rocío Silva Santisteban.
- El libro “Arúspice Rascacielos”, antología de Dreyfus, se presentará el sábado 18, a las 6 p.m., en la librería La Rebelde (Jr. Batalla de Junín 260, Barranco). Aforo limitado.
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