Un 7 de octubre de 2010, la buena nueva que todo periodista peruano esperó años publicar despertó muy temprano a todo el país: el escritor Mario Vargas Llosa había recibido la llamada de la Academia Sueca informándole que había sido elegido para recibir el premio de la Fundación Nobel. Una sorpresa nacional, pues durante años nos habíamos convencido de que el autor de “La Casa Verde” no conseguiría jamás el voto unánime de la Academia Sueca. Desde 1990, cuando fue elegido el Mexicano Octavio Paz, Latinoamérica había visto pasar el premio durante 20 años.
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La noticia fue difundida por Peter Englund, a las 11 de la mañana, hora sueca. Es una responsabilidad que el Secretario de la Academia Sueca cumple con rigurosa puntualidad cada año, enfrentando siempre a un pelotón de reporteros. Informó el veredicto en varios idiomas y finalizó en castellano. Las razones de la Academia caben en dos líneas para definir el valor de la obra del peruano Mario Vargas Llosa: "Por su cartografía de las estructuras del poder y sus mordaces imágenes de la resistencia individual, la revuelta y la derrota". Destaquemos que el término "cartografía" considera tanto el rigor del estudio como el arte de trazar mapas. En gran medida esa es la labor del novelista: registrar los límites, las honduras y las mudanzas del comportamiento humano.
Vargas Llosa había ganado el Nobel a pesar de que no se dejó embaucar por la corrección política de la Academia, cuyo premio siempre tiene un lado político, un capricho relacionados con el ambiente social. En este caso, la excelencia de su obra estaba unida a su honrosa conducta cívica.
-Recuerdos de una llamada-
La noticia sorprendió a Mario Vargas Llosa muy temprano, mientras releía "El reino de este mundo" de Alejo Carpentier. Entonces el escritor se encontraba en Manhattan, trabajando de profesor invitado ese trimestre final en la Universidad de Princeton, donde dictaba un curso sobre Jorge Luis Borges dentro del Programa de Estudios Latinoamericanos. Semanas antes, había terminado el manuscrito de "El sueño del celta", su última novela basada en Roger Casement (1864-1916), funcionario británico que investigó las brutales políticas del Gobierno de Leopoldo II de Bélgica durante la colonización del Congo, así como la explotación inhumana de los nativos a manos de empresarios caucheros en el Amazonas.
Patricia Llosa, entonces su esposa, irrumpió en el estudio: "Te llama un señor en inglés", le dijo. Vargas Llosa tomó el articular y solo entendió algunas palabras antes de que la comunicación se interrumpiera. Entre ellas: "Swedish Academy". El teléfono volvió a sonar cinco minutos después. "Usted ha ganado el Nobel", le dijo la voz. "En 14 minutos anunciaremos oficialmente el premio", le dijo el secretario de la Academia Sueca. Después de la breve conversación, el sobrio académico Englund le confesaría a los periodistas reunidos en Estocolmo: "Vargas Llosa estaba sencillamente muy feliz. Denotaba mucho temperamento latino".
¿Qué sucedió en esos 14 minutos que separaban aquella llamada del posterior acoso mediático? Pensó en salir a tomar aire fresco caminando por Central Park. Sin embargo, prefirió quedarse en casa y llamar a sus hijos Álvaro, Gonzalo y Morgana, cada uno establecido en un país diferente. La madrugadora llamada le dio un buen susto a la joven fotógrafa. "Papá me comunicó la noticia, pero advirtiéndome que quizá se podía tratar de una broma pesada. Y en ese momento escuché a mi mamá en el fondo diciendo: ‘Mario, es verdad, te han dado el Nobel, lo están anunciando por Internet’", nos dijo.
En ese momento, en Fráncfort, la noticia revolucionaba la feria del libro más influyente del mundo. El stand de la Agencia Carmen Balcells, representante de los derechos del escritor, y de su editor en español, Alfaguara, se vio inundado de visitantes. Las agentes y socias Gloria Gutiérrez y Karina Pons, con ojos vidriosos, intentaban ubicar por teléfono a su jefa, Carmen Balcells, que había recibido minutos antes la noticia directamente desde la Academia. Ni fotos, ni champán ni nada, la agencia, cogida por sorpresa, no tenía nada con qué celebrar. En efecto, nadie imaginaba que Vargas Llosa obtendría el galardón, eran demasiados los años en que su nombre constaba como candidato en la lista de apuestas. En el stand, sobre una fotografía gigante del escritor arequipeño, alguien con un grueso rotulador rojo había escrito "Premio Nobel".
Horas después, por deseo expreso del escritor, la primera rueda de prensa tuvo lugar en el Instituto Cervantes, a pocas calles de su residencia neoyorquina. Allí, más de doscientos periodistas de todo el mundo aguardaban su llegada. Ante el pelotón, Vargas Llosa repitió lo que venía diciendo desde temprano a los medios: Que esperaba que la Academia Sueca lo premie por su obra literaria y no por sus opiniones políticas, y que, a sus entonces 74 años, el Nobel no cambiaría su vida, ni su estilo, ni sus temas. "Voy a seguir escribiendo hasta el último día de mi vida", aseguró. "Lo que sí va a cambiar es mi vida diaria y espero que solo temporalmente. Hoy no esperaba estar rodeado de tantos periodistas, pero voy a tratar de sobrevivir", bromeó.
"La literatura es lo que organiza mi vida, y lo que le da un sentido y una orientación", dijo. El nuevo Nobel respondía a los periodistas en español, y a veces en inglés y francés. "Este premio es también un reconocimiento a la literatura latinoamericana, que ha ido adquiriendo una cierta ciudadanía en el mundo". "El Perú soy yo aunque a algunos no les guste [...] lo que yo escribo es el Perú también", subrayó en ese día en que todo su país celebró.
-A la espera de dos Nobel-
En noviembre del 2017, la Academia Sueca conoció una de sus peores crisis. El artista francés Jean-Claude Arnault, muy vinculado a la institución, fue acusado por partida doble: abusos sexuales y denuncias por filtraciones. El escándalo determinó la caída de la secretaria permanente, Sara Danius, de la académica Katarina Frostensson, (esposa de Arnault), y de otros académicos.
Cancelada la entrega del premio en su edición del 2018, la Fundación Nobel autorizó, tras un largo proceso de reformas y renovación de los miembros en la Academia que se anuncien dos galardones este jueves 10 de octubre, lo que no había hecho desde 1950, cuando reconoció a William Faulkner y Bertrand Russell.
Entre los candidatos de esta edición doble, resuenan desde hace varios años la canadiense Margaret Atwood, el japonés Haruki Murakami y el rumano Mircea Cartarescu. A la lista se suman el argentino César Aira; la canadiense Anne Carson, a la polaca Olga Tokarczuk, a la estadounidense Joyce Carol Oates, a la novelista china Can Xue y a la narradora rusa Lyudmila Ulitskaya.