Que Mario Vargas Llosa sea inmortal, es decir, que haya sido incorporado como miembro de la Academia Francesa, supuso un cambio revolucionario dentro de la propia institución. En efecto, la decisión exigió dos excepciones a sus normas habituales: la primera, pasar por alto que el autor de “La Casa Verde” no escriba en francés. Segundo, el escritor peruano tiene 85 años cumplidos, cuando la norma pide no incorporar a nadie mayor de 75. Tómese en cuenta que entre los cuarenta miembros elegidos por sus iguales, se encuentran autores del Líbano, de Haití o de Viet-Nam, además de los países tradicionalmente francófonos, lo que habla bien de que la institución cuidado mucho la cuestión de la diversidad. Esta dimensión cosmopolita del francés tiene mucho sentido. Se trata de la lengua oficial de 32 países, hablada por 200 millones de personas, siendo el único idioma presente en cinco continentes. La paradoja es que hay dos premios Nobel franceses vivos, Patrick Modiano y Jean Marie Le Clezio, no están en la Academia. El Nobel peruano sí.
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Se les llama “inmortales” a causa de la idea fundacional del cardenal Richelieu al fundar la institución, señalando que lo inmortal es la lengua. Y quienes la defienden, usan espada y hábito. O para ser más exactos, un traje verde con laureles bordados con hilos dorados. Así deberá vestir el autor arequipeño, tras ser elegido en 2021 y formalizada su incorporación el próximo 8 de febrero. El jueves pasado, a puerta cerrada, sin prensa y solo frente a los académicos, Vargas Llosa pasó por el rito de la instalación. A la 1:30 p.m., hora de París, ingresó al patio de honor de la Academia, donde un comité de recepción lo condujo hasta la sala Jacqueline de Romilly, donde leyó su discurso ante los otros miembros. Se dice que el acto incluye cánticos y maneras de ceremonia litúrgica, la cual puede llegar a ser extravagante o inquietante. Hablamos de una liturgia atada al rigor de la normativa lingüística. Acogida por el neoclásico Instituto de Francia, el espacio muestra un visible carácter de templo para la sacralización de la lengua, toda esta ceremonia refuerza su espíritu de comunidad de notables, en la que cual Vargas Llosa, que a fines de febrero publicará en España “Un bárbaro en París”, volumen que recoge sus textos sobre cultura francesa, ocupa el sillón número 18.
Un reconocimiento especial
Por supuesto, aquellas rancias tradiciones francesas no nos son ajenas. Como advierte el autor de “La hora azul”, la vida peruana, su cultura y costumbres, se vieron especialmente influenciadas por estas desde fines del siglo XIX. “Teníamos arquitectura a la francesa en plazas y calles como La Colmena, el Palacio de Justicia se inspira en los planos de su modelo construido en Bruselas, mientras que buena parte del contenido del Código Penal están inspirados en el Derecho Napoleónico. La gente de la clase alta limeña, hasta la época del presidente Leguía, usaba en sus banquetes vajilla francesa. La Lima en la que creció Vargas Llosa tiene mucho de esto”, recuerda.
Así, desde que empezó a estudiar francés en la Alianza Francesa de Lima con su recordada profesora Madame del Solar, nace una relación muy estrecha entre el futuro escritor y la cultura gala. Cueto añade la influencia temprana motivada por la presencia del poeta César Moro como profesor en el Colegio Militar Leoncio Prado, más tarde transformado en el profesor Fontana de su novela “La ciudad y los perros”. Moro le entrega a Vargas Llosa el libro de Arthur Rimbaud, “Un corazón bajo la sotana”, para que lo traduzca. A partir de allí, advertimos la relación que hay entre el personaje de Rimbaud, rebelde e incandescente, y los temas que a Vargas Llosa también le interesan, y que él plasmará más tarde en “Los jefes” y en “Los Cachorros”.
Cueto detalla desde entonces una seguidilla de influencias que marcarían la vocacion literaria del futuro Nobel. “Después de Rimbaud viene Flaubert, que le aporta el aspecto sacerdotal al oficio literario, el sacrificio personal y la búsqueda de la palabra justa. Luego Victor Hugo le aporta una dimensión más panorámica y fundamental: la idea del escritor como conciencia moral de una sociedad. Allí Vargas Llosa entiende que el escritor debe tener una presencia en la vida pública, cosa que a Flaubert no le interesaba nada”, explica.
Este es un hecho absolutamente inédito, porque ningún escritor que hubiera escrito en un idioma distinto al francés había entrado antes a la academia francesa. Como periodista en París, escucharía fascinado los discursos de André Malraux, entonces ministro de Asuntos Culturales de la V República, en tiempos de De Gaulle. Vendrá también su militante adhesión a Sartre, filósofo y escritor a quien luego rechazará para asumir un verdadero compromiso con los postulados de Camus, plasmados en su ensayo “Albert Camus y la moral de los límites” (1976). Mientras Sartre ocultaba los crímenes del poder soviético por razones políticas y partidarias, el peruano se alinea con el autor de “El extranjero” y plantea una postura moral que no obedece a consignas partidarias sino códigos éticos fundamentales. “Francia le dio toda una diversidad de influencias y de modelos de escritor. Es la tradición francesa la que postula al escritor como participante de la vida pública, algo que no está en otras tradiciones europeas. Eso explica en algo la afinidad entre Francia, la academia y Vargas Llosa”, señala Cueto.
Un hecho histórico
Pero más allá de explicar la afinidad entre la cultura de país y el escritor arequipeño, para Alonso Cueto lo sustantivo radica en considerar este nombramiento de la Academia Francesa como un hecho histórico. En efecto, nunca nadie fuera del mundo francoparlante había ocupado una silla dentro del salón que reúne a los académicos en el Instituto de Francia. “Es increíble para la Academia Francesa y también increíble para el escritor”, afirma su colega y amigo. Y es que, si un premio como el Nobel fue algo que Vargas Llosa, seguramente esperó sin confesarlo nunca, ser uno de los “inmortales” era algo que nunca pasó por su cabeza. Algo imposible por sus estatutos. Pero, a veces, lo extraordinario sucede. “Más que esperar reconocimientos, Vargas Llosa está abocado a escribir y a corregir. Su mente está metida siempre en los libros. Los premios dependen de muchos factores, mientras que los libros dependen de uno mismo. Y él, con sus novelas y sus ensayos, ha estado comprometido en ello”, explica.
“Pensemos en todo lo que se ha escrito sobre Flaubert. Tomemos los cinco mejores libros y uno de ellos será “La orgía perpetua”, escrito por un peruano. Y aunque tardaron, los mismos académicos franceses lo reconocieron. El libro ya forma parte del canon de estudios flaubertianos. Recordemos su ensayo sobre Víctor Hugo, o sobre Bataille. Nadie en América Latina como Vargas Llosa ha hecho más por difundir autores y obras francesas. Y eso tiene que ver con la decisión de la Academia”, dice Cueto.
Fundada en 1635 por el célebre cardenal Richelieu, casi un siglo antes de la Academia hispana, además de velar por el buen uso de la lengua la Academia Francesa encarna buena parte del poder simbólico de la cultura francesa. “Puedo estar equivocado, pero yo veo que el país en el mundo que más defiende y promueve a sus escritores es Francia”, afirma Cueto. En efecto, difícil encontrar un pueblo que tenga tan clara la idea de que personas como Víctor Hugo, Balzac, Camus o Marguerite Yourcenar puedan encarnar el alma nacional. “La importancia que se da en Francia a las casas de sus escritores, las plazas bautizadas con sus nombres, las ediciones de los clásicos franceses, La Biblioteca de la Pléiade. La idea de la canonización de la palabra literaria en Francia no la tiene ningún otro país”, afirma.
La institución otorga más de sesenta premios literarios, siendo el principal el Gran Premio de Literatura de la Academia Francesa. Tiene además un gran premio a la francofonía para quienes expanden la lengua francesa en el mundo. En tiempos en que la Academia Francesa se abre al mundo, no resulta un accidente que Vargas Llosa se sume a su selecta logia. Es más bien un estimulante inicio de un nuevo tiempo. “Con la elección de Vargas Llosa como miembro, la Academia está demostrando su apertura internacional. “Desde Madame Bovary hasta Jean Valjean en “Los Miserables”, en la cultura y la literatura francesa es muy importante la rebeldía. Y eso es fundamento también de la obra de Vargas Llosa”, añade Alonso Cueto.
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