José Silva

En "CIA Perú 1985 - Una novela de espías",  el agente austríaco Malko Linge llega a nuestro país con la misión de ingresar al círculo íntimo del máximo cabecilla terrorista Abimael Guzmán Reynoso. De la mano de un joven e inexperto diplomático, el espía avanza en su objetivo llevándose por delante todo lo que se le cruzó, incluyendo el corazón de la mujer del mandamás de Sendero Luminoso.

Aquella historia ganó el IV Premio de Novela Breve de la Cámara Peruana del Libro en el año 2012. Tres años después, su autor, Alejandro Neyra, ha publicado la secuela.

Esta vez, “CÍA Perú 1985- El espía sentimental” cuenta cómo Malko Linge debe volver a un país excitado por la aparición de un joven y brillante Alan García. ¿Su nueva misión? Evitar que la exótica nación sudamericana se vaya de los cauces del sistema internacional. De esta forma, los apagones, las risas, los planes del líder aprista y las exuberantes vedettes del momento son parte de un ambiente en el que la realidad y la ficción se confunden fácilmente.

Aquí nuestra charla con el autor de esta novela.

-¿Quién es más mentiroso, un espía o un novelista?
Quizás un diplomático (risas). Mi novela juega con el hecho de que entre la ficción y la realidad hay unos cruces que la gente muchas veces confunde. Algunos creen que lo que aparece en un libro de ficción, por tener personajes ‘de carne y hueso’ se convierte inmediatamente en realidad.

-Pero tú lo aclaras varias veces que las cosas no son necesariamente así. ¿Te preocupa esa especie de polémica que se genera?
No, para nada. Es como un juego que implica decirle al lector ‘esto es ficción’ pero a la vez (hay que) decirle que más allá existe algo real y (que) debe descubrirlo. Entonces creas dudas para los lectores interesados y curiosos. Me he encontrado ya con algún lector que me dijo haber encontrado en Internet que los nombres de varios de mis personajes efectivamente existen. Es un juego que a mí siempre me gustó.

-Eso de generar intriga en torno a qué tanto de realidad y qué tanta mentira hay en un texto es muy propio del escritor francés Gerard de Villiers, creador del agente Malko Linge, ¿no?
Totalmente. En mi caso, al ser diplomático, puedo contar lo que ocurre en el poder tras bambalinas. Nosotros tenemos esa suerte que es participar a veces como personajes secundarios en algunos hechos trascendentales de la historia. En la novela aparece Alan García dando un discurso en Naciones Unidas, lo que efectivamente ocurrió y yo pude verlo de cerca. Esa es la información que tuve. Creo que un factor a destacar en De Villiers es que fue un tipo muy informado y que investigaba muy bien antes de escribir una novela. Estaba muy bien conectado no solo con la inteligencia francesa, sino también con la de Medio Oriente. Entonces, muchas de sus últimas novelas estaban mejor sustentadas que algunos textos académicos.

-Llevaste un curso de Inteligencia en Estados Unidos. ¿Usaste algo de eso en la novela?
Sí, más que todo los métodos, probablemente la forma de estar atento a todo lo que ocurre. Por ejemplo cuando se capturó a Abimael Guzmán se siguió las pistas que arrojó el hecho de que, al estar enfermo,  necesitaba medicamentos. Entonces había que ver cómo le llegaban. Siguiendo esa pista se le atrapó. Y en esta segunda novela se da también otra enseñanza (de inteligencia) que dice que más que fijarse en los personajes principales hay que ver a los secundarios. Quizás funcionarios de cuarta o burócratas, no sé. Es hacia ellos que apunta la inteligencia. Y, por último, también está el usar métodos absurdos, como el del lenguaje BASIC en la computadora, que aparece en mi obra.

Alejandro Neyra en "El Virrey" de Miraflores, Lima.

-Gerard de Villiers dijo una vez que no era una ‘máquina del sexo’ pero sí una ‘máquina para escribir’. Él escribía cuatro o cinco novelas por año. Sé que tú no tienes mucho tiempo por tu trabajo pero ¿cómo es tu régimen como escritor?
Considero fundamental que me divierto mucho escribiendo, es casi como un hobby. Para mí, investigar, leer muchos periódicos o revistas de la época, fue algo que me divirtió mucho. Fue una época que viví como niño. También recuerdo detalles cotidianos como bañarse con un tarrito y un balde con agua, poner las velas cuando había apagones. Esos detalles son vivenciales. Y sobre el régimen, trato de encontrarme siempre un tiempo para redactar. De alguna manera, hice una rutina de escribir por las noches tres o cuatro horas y por la mañana tomaba otras más para revisar lo escrito el día anterior. Finalmente esto exige una disciplina si no hay el riesgo de no avanzar.

-¿Cómo lograste ‘regresar’ al Perú de los ochenta para plasmarlo en tu novela?
Cuando iba a escribir ponía música de la época. Salsa, rock. Buscaba los ránkings musicales de aquellos tiempos y me ponía a escucharlos. Además vi varios viejos capítulos de “Risas y salsa”, “Trampolín a la fama”, entre otros. Eso me ayudó a recordar mis vivencias en el Callao. Un detalle que ayudó es que fui un niño criado entre grandes y los escuchaba mucho hablando de política. Terminé interesado en temas como la elección de Alan García (en 1985), lo que pasaba con Sendero Luminoso. Además, al padre de uno de mis amigos, que era policía, lo mataron en Ayacucho. También estaba entonces (y permanece hoy) el debate a si deben preocuparnos los derechos humanos de unos tipos que asesinan gente (terroristas).

-Coincidentemente, dudas como esta última están en los personajes de tu novela…
Claro, y son dudas que en muchos de los casos la gente no ha llegado a resolver. Pienso que primero la gente se debe entretener la novela para luego cuestionarse. Que lean el libro, que se diviertan, pero que luego de un rato piensen que muchas de estas cosas ocurrieron. Cosas muy trágicas como lo ocurrido en Accomarca [ejecuciones extrajudiciales de 62 comuneros a manos de una patrulla del Ejército liderada por Telmo Hurtado].

-Teniendo en cuenta a “los 30 o 40 bibliófilos” que, según tú, leyeron la primera parte de “CIA Perú 1985”, ¿por qué escribiste esta segunda entrega y, además, por qué podría haber una tercera?
Primero, porque las novelas de espías no acaban nunca. Segundo, porque me divierto escribiendo, y creo que esos 30 o 40 bibliófilos que leyeron la primera parte me comentaron que se divirtieron también. Les pareció una mirada muy simpática y extraña de lo que pasó. Y por último, porque los peruanos nos reímos de todo, incluso de cosas trágicas. En la medida en que me siga divirtiendo escribiendo sobre estos personajes quijotescos, sentimentales y disparatados, y que muchos políticos de la época sigan vigentes, pues vendrá otra parte.

-En una parte de la historia aparece un ex presidente montado sobre una motocicleta, paseando por las calles, como si fuera ‘El caballero de la noche’. También están Amparo Brambila, Gisela Valcárcel y Analí Cabrera bailando en ‘La máquina del sabor’. Teniendo en cuenta estas leyendas urbanas, ¿tuviste algún límite al momento de escribir la novela?
No, más allá de lo disparatada que pueda ser la imaginación de uno al pensar en estas cosas. Hay muchos mitos que aparecen. Por ejemplo el de Alan García, que decían se escapaba por las noches (de Palacio) en una motocicleta. También está la parte de las famosas vedettes. Más allá de lo absurdo o divertido de las anécdotas, mi idea era reflejar la sociedad del momento. Esa es quizás la reflexión del espía, que viniendo de afuera ve raro cómo la gente vive su cotidianeidad a pesar de sufrir apagones o no tener agua, no sé. La vida continuaba a pesar de lo que pasaba en Perú.

-¿Te parece que esta ‘negación’ hacia la realidad persiste? Algunos dicen que el país se va al diablo pero 7 de cada 10 peruanos se sientan frente al televisor para ver los partidos de la selección de fútbol.
Por suerte no estamos en una época como la de los ochenta. Creo que hay cosas que no se pueden negar. Los chicos de ahora viven en una sociedad mejor que la que me tocó a mí. Hay algo que finalmente busca la novela, que es invitar al lector a reflexionar si es normal seguir su vida cotidiana pese  a lo que ocurre en Perú. Yo que lo he vivido, no me gustaría que mis hijos vivan algo similar a lo que nosotros afrontamos en la época del terrorismo.

-¿Qué proyectos tienes en mente?
Tengo listo un libro de cuentos que asumo saldrá el próximo año. El año pasado publiqué “Peruanos de ficción” y he seguido investigando más casos. Además, varios escritores me ‘datearon’ de novelas escritas afuera en las que aparecen personajes peruanos. Un amigo me mandó una novela coreana donde aparece Vallejo, no el escritor sino un dibujante peruano de seres mitológicos. Finalmente, podría haber una nueva entrega de “CIA Perú” en la que se cuente qué le pasó al espía sentimental tras su destierro al África. Las novelas de espías son, finalmente, sagas. Esto es parte de jugar con la imagen de los espías y los diplomáticos que son, para muchos, dos caras de la misma moneda.

Contenido sugerido

Contenido GEC