Su familia es como un juego de ajedrez, nos dice Octavio Santa Cruz. Está Victoria, la reina indiscutible. Pero también se despliegan en las casillas del tablero familiar alfiles, caballos y sólidas torres. Son los propios Santa Cruz que, de un tiempo a esta parte, están realizando un trabajo de rescate, recordando no solo la generación de 10 hermanos en que destacaron Victoria y Nicomedes, sino también a miembros del clan, tanto mayores como más jóvenes, que también conocieron la gloria.
MIRA: El ritmo eterno de Victoria Santa Cruz
Personalidades de la Lima antigua, los hermanos Santa Cruz nacieron en las primeras décadas del siglo XX, en La Victoria (Victoria nacería en 1922). Luego se mudaron a su famosa casa de Breña, en el 651 de la calle Pastaza. De sus puertas salió el torero Rafael Santa Cruz, llamado “la maravilla negra”, a torear a la Plaza de Acho en 1948. De allí salieron en 1957 los integrantes del conjunto Cumanana, liderado por Victoria y Nicomedes, el famoso decimista y poeta. Y también se formarían allí una década después los integrantes del grupo Teatro y Danzas Negras del Perú. Más que una casa, es un emblema de la cultura afroperuana en el distrito.
Pero hablemos de la dama del tablero: “Ritmo: el eterno organizador” es el único libro que se conoce de Victoria Santa Cruz, notable compositora, coreógrafa y diseñadora afroperuana. Lo publicó son el fondo editorial de Petroperú en 2004, y ahora lo recupera Penguin Random House en sintonía con la repercusión internacional que, póstumemante, va ganando su nombre en el mundo. Se trata de un ensayo de breve extensión pero profundo en reflexiones, que vinculan sus experiencias de vida con los conceptos musicales del ritmo y la armonía. “Lejos de caer en el olvido, a Victoria Santa Cruz se le conoce mucho más ahora”, afirma su sobrino mayor.
En la portada, Victoria aparece mirando el río Sena, en París, a mediados de los años sesenta. Para Octavio Santa Cruz, responsable de uno de los prólogos en la actual edición del libro (junto con Nelson Manrique, Edgar Valcárcel y Jorge Chiarella), su llegada a Francia significó para ella un salto profesional, el primer intento de probar otros espacios. “Sin embargo, fue muy difícil hacer carrera como autora y directora de un elenco, necesitaba un fuerte capital”, señala él.
Cuando apareció “Ritmo, el eterno organizador”, el único libro de Victoria Santa Cruz, muchos esperaban encontrar una especie de manual sobre danzas peruanas. Sin embargo, lo que buscan estos ensayos es a provocar el asombro, estimular el cuestionamiento, inducir la iluminación vinculada al ritmo”, ¿cómo sitúas su origen?
Este libro recoge la experiencia personal de Victoria. Parte de lo que ella describe como investigación es su propia vivencia. Como ella decía: “este es un trabajo de investigación y yo he sido mi propio conejillo de indias”. Se convierte en libro después de muchos años de haber realizado una serie de prácticas, tanto personales como compartidas con su grupo de teatro y de danza. Recordemos que el primer conjunto que tuvo Victoria fue Cumanana en 1957, con su hermano Nicomedes, en que se dedicaron a hacer música. En 1960 estrena sus propias obras de teatro y luego fundó el grupo Teatro y Danzas Negras del Perú, el Conjunto Nacional de Folclore para luego partir a Estados Unidos a trabajar como profesora en la Universidad Carnegie Mellon, en Pensilvania. A su vuelta, en el 2000, ella trae este libro sobre el descubrimiento y desarrollo del ritmo interior, que sintetiza décadas de trabajo. Finalmente se convierte en un método de enseñanza, aunque a Victoria no le gustaba la palabra “método”, porque la consideraba en extremo rígida y encasilladora. Podríamos decir que el libro formaliza su práctica en los años de la universidad.
Como lector, uno puede advertir un diálogo tácito entre el libro de Victoria Santa Cruz y el clásico “el espacio vacío”, del director Peter Brook, quizás el director más influyente de la escena mundial, donde ofrece también una visión intensa del mundo, dentro y fuera del ámbito teatral. ¿Encuentras cierta influencia de Brook en el libro de Santa Cruz?
Se trata de un libro que resulta de difícil acceso si uno entra a él con prejuicio, esperando encontrar algo conocido. ¡Muchos creyeron que se trataba de un manual para bailar marinera! Puede ser que haya puntos de coincidencia o paralelismos con los planteamientos de Peter Brook, aunque no sé si Victoria lo leyó. En todo caso, sí coincidieron.
¿Cómo así se dio el encuentro?
Ella ya estaba trabajando en Carnegie Mellon, a mediados de los ochenta, cuando recibió la invitación de Peter Brook para participar de un proyecto que reunía a músicos de diferentes países. Yo se lo he escuchado relatarlo: ella llegó al encuentro y se encontró con músicos de todo tipo, unos llevaban tambores tan enormes que había que tocarlos echados, otros tenían instrumentos de más de 40 cuerdas. Cosas rarísimas. Y ella entró con su percusionista, Rafael Santa Cruz Castillo, quien se sienta sobre una caja de madera. Cuando saluda a todos, Brook les pide si podría traer su instrumento para mostrarlo. “Estoy sentado encima de él”, dijo Rafael. La gente no entendía. Y cuando tocó, recién el público se dio cuenta que era la caja la que sonaba. Fue la presentación del cajón en un medio donde no se le conocía todavía. Allí se conocieron Victoria con Brook. Si hay coincidencias de conceptos entre sus libros, no lo sé.
Cuando hablamos de ritmo, ¿cómo lo define ella?
Te diré que a ella no le interesaban las definiciones. “Toda definición mata”, decía.
¿Qué crees que cambió en la vida de Victoria su salida del Perú?
Yo le hice esa pregunta cuando volvió de Francia, en diciembre de 1966. Por entonces ya había tenido su compañía de teatro, había compuesto canciones, había dirigido obras de teatro con sus propios libretos, tenía una experiencia previa. Cuando yo le pregunte por su aprendizaje en la escuela de Teatro de Francia, me dijo que lo que descubrió fue “que lo que ella estaba haciendo, estaba bien”.
Le sirvió para reafirmarse, para sentirse que estaba en la dirección correcta...
Así es. Yo la he visto partir en el 82 a Estados Unidos y la he recibido en el 2000. Y pude atestiguar cómo para ella se va asentando el ejercicio del ritmo, para ella su práctica era un ejercicio constante. Para ella, era un ejercicio diario, permanente, que se hacía más fino y sutil. Ella iba ganando serenidad y tranquilidad. Y deseos de compartir lo que conocía.
¿Sientes que la contribución de Victoria ha fructificado en las generaciones siguientes? ¿Cómo ves su herencia?
Gracias a Victoria Santa Cruz hoy día hoy los afroperuanos podemos expresarnos con música y baile. Cuando ella tituló su último concierto antes de partir a Carnegie Mellon como “Adiós al Perú”, yo lo entendí como una despedida no de su familia o de un país al que ella no quería volver, sino de una burocracia que le impidió trabajar. Era la época en que Patricio Ricketts Rey de Castro, entonces ministro de Educación, dijo “el Estado no canta ni baila”, cuando se le preguntó porqué se le había cortado los fondos a la Sinfónica, al conjunto de folclore, al ballet, a todos. No había dinero entonces, estábamos en los 80. Fue en ese momento en que ella decidió que no podía seguir más. Ya varias veces le habían ofrecido irse a trabajar a otro país, y esa vez aceptó. En una entrevista hecha por su hermano Nicomedes para la revista Oiga, en 1969, él escribe: “Hay seres que han nacido para cumplir grandes tareas, sacando fuerzas de los más recónditos atavismos. Recreando perdidas voces ancestrales, escenificando nuestros movimientos y, por sobre todo, superando los más grandes obstáculos, naturales, accidentales, e “intencionales”. Tal es el caso de Victoria Santa Cruz. Pasado, presente y futuro del folclor peruano”. Eso nos da idea de su trascendencia.
Presentación del libro
“Ritmo: el eterno organizador” el libro de Victoria Santa Cruz, se presentará virtualmente el jueves 18 de febrero, a las 7:30 pm. vía el Facebook Live de Penguin Perú y la librería El Virrey.
Participarán la intérprete Susana Baca, el músico Manongo Mujica, y los investigadores Luis Rodríguez Pastor y Octavio Santa Cruz.
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