Frase de la columna de Marco Aurelio Denegri. (Foto: El Comercio)
Frase de la columna de Marco Aurelio Denegri. (Foto: El Comercio)
Marco Aurelio Denegri

Una de las creencias prevalecientes en los pueblos primitivos y que así mismo tuvo vigencia en muchas de las grandes culturas de la antigüedad, es la de que el proferir ciertas palabras puede acarrear funestas consecuencias. Recae por eso sobre ellas un estricto tabú. Pero como de todas maneras es menester referirse a lo que las voces proscritas nombran, se recurre a otras que disfrazadamente dicen lo que aquéllas. Tal el origen del eufemismo en el contexto mágico-religioso. El eufemismo es precisamente el evitamiento, mediante circunloquios y modos de decir, de aquellas voces inauspiciosas cuyo empleo traería consigo mil y una calamidades. Carnoy menciona cinco causas del eufemismo:

1) Deseo de adaptarse a una circunstancia en la que resultaría demasiado plebeya o trivial la palabra propia; esto mueve a usar cabello por pelo, y seno por pecho;

2) ennoblecimiento de la propia personalidad; así, un músico se hace llamar profesor, y una comadrona, profesora de partos;

3) respeto cortés hacia aquel a quien se habla; así, se pregunta a alguien por su señora y no por su mujer;

4) necesidad de atenuar una evocación penosa; llamamos invidentes a los ciegos, baldados, lisiados o tullidos, a los paralíticos, y últimamente, con híbrido latino-español, inestricto y vago, minusválidos a los pacientes de sordomudez, cretinismo, poliomielitis, hebefrenia y cien enfermedades más; incluso, según me informa el doctor Artidoro Cáceres, se considera minusválidos a los homosexuales, prostitutas y mendigos;

5) tabú social, religioso, moral, etcétera; ello induce, por ejemplo, a llamar embriagado al borracho, a jugar con interjecciones como pardiez o diantre; un tabú supersticioso movió a los griegos a llamar euménides o benévolas a las furias; and so forth.

En su , Camilo José Cela sigue a Carnoy, aunque no al pie de la letra. Dice Cela que si bien pueden ser diversas las causas del eufemismo, su motivación es única, a saber: la asepsia de la expresión que alude a concepto considerado séptico. Punto de vista que yo francamente no comparto, por ser inaplicable, verbigracia, al tabú religioso del nombre, además de no convenir al ejemplo que el propio Cela ofrece, llamar a Dios el Altísimo, pues no creo que haya querido decir que Dios es un concepto séptico.

Ahora bien, en el dominio sexual aún seguimos siendo tributarios de la magia. Baste decir, para evidenciarlo, que en el vocabulario sexual, la función semántica de la palabra no ha reemplazado todavía a la función mágica que desde tiempo inmemorial se le atribuye. Lamentabilísima situación que nos acerca peligrosamente a la prehistoria.

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