Desde hace algunos meses se han instalado numerosas discusiones en las calles del país. En las vitrinas frente a las tiendas, en los kioskos, buses, paraderos o chifas se debaten con fervor temas étnicos, sociales, idiomáticos, lingüísticos, lamentablemente, mucho más para alimentar la polarización política que para el aprendizaje y la concientización reales. La polémica está en el aire y muchos la decodifican de acuerdo a los sesgos que impone el medio del que prefieran informarse. A pesar de no vivir en el Perú, Luis F. Paredes no ha sido ajeno a estas discusiones. Por el contrario, las encuentra como un escenario idóneo para que un libro como el suyo pueda entenderse mejor y aportar a una charla constructiva.
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Después de todo, fue Perú Negro una de las entidades que con más convicción puso sobre la mesa la reflexión sobre el aporte de las minorías en la construcción del país. Sin el trabajo realizado por ellos, y por otros como Victoria o Nicomedes Santa Cruz, no tendríamos una noción clara de la participación de los afrodescendientes en la formación y desarrollo de nuestra nación. “Cuando queremos, narramos un país mestizo, indígena, con pasado milenario, pero a la vez somos racistas contra estos ‘seres’ que vienen del ande. Nos gusta tenerlos como artefactos de museo, pero no como personajes cotidianos. Quise integrar ese racismo silencioso, esta doble moral que existe en el país”, nos dice Paredes desde Estados Unidos, recogiendo con lucidez muchos de los mensajes que se oyen en la calle y se leen en redes sociales, incluyendo ciertas frases radicalizadas tras una campaña presidencial eminentemente tóxica, pero que, sin embargo, deja abierta la posibilidad a ciertos aprendizajes.
Paredes vive en Estados Unidos desde 1997. Llegó allí tras una infancia de aprendizaje en La Pascana, Comas, influenciado por las historias de una abuela afrodescendiente. Curiosamente, ese viaje a los Estados Unidos, el país en el que estudió sus carreras y maestrías, fue el que lo acercó de una manera más personal a las tradiciones y la cultura viva del Perú. “Vengo de una familia jaranera. En las fiestas no nos faltaba el criollismo, el festejo. Mi abuela vivió en un callejón en el Rímac, en Francisco Pizarro, Ella era negra. Por ahí encontré parte de la inspiración para este trabajo”, nos cuenta. Casi 10 años después de instalado en Albany, Nueva York, en marzo del 2006, se enteró de que Perú Negro llegaría a presentarse a esa localidad. Allí, en la Universidad Estatal de Nueva York, Paredes estudiaba Historia. Asistió al espectáculo con natural curiosidad, pero salió de allí con lo que llama aún “una nostalgia que me entristece y que no puedo explicar”. A pesar de que su primera intención era elaborar una tesis sobre lo andino, la experiencia con la agrupación de danza marcó su vida. Ese mismo año volvió al Perú dispuesto a contactar a Ronny Campos, entonces ya líder de la agrupación tras el fallecimiento, el 2001, de su padre Ronaldo. El yo-niño de Luis Paredes que recordaba las jaranas morenas de su abuelita rimense se encontró con su yo-adulto tocándole la puerta de la casa a la familia Campos en junio del mismo 2006.
Para aquel momento, la etnomusicóloga norteamericana Heidi Carolyn Feldman había publicado ya en inglés su investigación “Ritmos negros del Perú: reconstruyendo la herencia musical africana”, que Paredes tomó como referencia. Fue gracias a ella y a Juan Murillo, entonces manager del grupo, que pudo contactar a la familia e iniciar no solo un contacto académico o de estudio, sino una estrecha relación amical y familiar que conserva hasta hoy.
Cómo cantan, cómo bailan los negros
“Para nosotros, como integrantes del conjunto, este libro nos da una gran satisfacción, ya que se trata de un bagaje de vivencias y tradiciones referentes a la cultura afroperuana”, ha dicho sobre “Perú Negro, bailando muchas memorias” Lalo Izquierdo, uno de sus integrantes más recordados. Percusionista, danzarín, zapateador e investigador, Izquierdo forjó junto a Ronaldo Campos de la Colina la primera promoción de una agrupación que trascendería los límites del arte, para entrar decididamente en lo histórico y lo social desde que fundaran Perú Negro en febrero de 1969, con Víctor Padilla y Rodolfo Arteaga. Aquella primera formación la integrarían también otros nombres que destacarían con luz propia: Caitro Soto, Lucila Campos, Eusebio “Pititi” Sirio, Julio “Chocolate” Algendones o Manuel Donayre.
Perú Negro se convirtió en el más reconocido conjunto de danza y música afroperuana tras obtener el primer lugar en el Primer Festival Iberoamericano de la danza y la canción, que tuvo lugar en el Luna Park de Buenos Aires en octubre de 1969. “Desde sus comienzos, Perú Negro, como producto del criollismo, desafió la idea dominante del mestizaje blanco-indio y buscó incluir la presencia negra en la narrativa nacional peruana. La negritud es la tercera raíz de la amalgama cultural peruana y fuente con la que Perú Negro formó gran parte de la identidad de los afroperuanos”, dice Luis F. Paredes en su libro.
En sus años iniciales, el conjunto no estuvo solo. Contó con la colaboración de personajes como Chabuca Granda, Victoria y Nicomedes Santa Cruz, César Calvo, Guillermo Thorndike, El Chino Domínguez, el magnate Luis Banchero o el mismo Juan Velasco Alvarado, para quien el mensaje reivindicador de Perú Negro sintonizaba con la política nacionalista de su gobierno. “Velasco realzó cierto nacionalismo interno y reivindicó ciertos elementos culturales. Gracias a Velasco es que Perú Negro puede mantenerse –cuenta Paredes-. Reciben ayuda del gobierno para mantener su vestuario, su casa de ensayos, recibían un sueldo del Estado que duró hasta 1975 o 1976, más o menos. Eso coincidió con su época de mayor producción. Se nacionalizan, comienzan a utilizar colores blanco y rojo para los vestuarios. Perú Negro representaba al país en sus giras el extranjero y hay una comunicación muy exclusiva con Cuba, isla que visitan en los 70, y de la que asimilan ciertas experiencias comunes”.
¿Qué es hoy Perú Negro para el autor? “No quiero decir o repetir solo que es la escuela máxima, pero Perú Negro crea un lenguaje propio, establece una pedagogía estándar de cómo se maneja el pulido del cuerpo afroperuano. Por su misma producción artística, prolongada por ya más de 50 años, Perú Negro logró convertirse en epicentro de la coreografía afroperuana”, afirma Paredes.
Son de los diablos
“Para serte sincero, otro impulso que me llevó a realizar esta investigación tiene que ver con cómo se trata a estas agrupaciones desde el ‘entorno espectáculo’. Sirven como una plataforma de espectáculo y se retienen en ese margen. No pueden salir ni ubicarse en otras posiciones sociales, ya que solo se han construido o mistificado como tales. El cuerpo afroperuano, la comunidad, se ha quedado estancada en estas narrativas bastante románticas y a la vez también retrógradas”, afirma Paredes. Hoy, convertido en doctor en Estudios Culturales, Historiador y magíster en Literatura Latinoamericana y Estudios Afrodiaspóricos, dedicó casi 15 años de su vida a involucrarse –porque sobre su trabajo no puede decirse solo “estudiar” o “investigar”- con la historia de Perú Negro, así como con sus efectos posteriores, las consecuencias e influencias de su trabajo y su legado. Desde que llegó por primera vez a la casa de la familia Campos el 2006, entre horas infinitas de entrevistas y conversaciones, con jaranas, trasnochadas y convivencia incluidas –llegó a tener su propia habitación en la casa de Ronny para alojarse en cada nueva visita a Lima y a Bertha, la mamá del heredero Campos, fallecida el 2017, la llama aún “tía”- Luis F. Paredes también se dedicó a un trabajo fundamental: ordenar y “curar” el archivo de Perú Negro, entre cuyos tesoros halló papeles, composiciones y videos que, lamentablemente, ni el más diestro restaurador pudo salvar.
“Es triste, pero nos hemos vuelto muy tradicionalistas cuando nos conviene. Celebramos la identidad cultural, la producción nostálgica, pero, como dijo la misma Chabuca, el peruano es así. Siempre quiere mantenerse en un momento histórico, quedarse en ese trance. Hay compositores nuevos, hay nuevas canciones que no se apoyan porque regresamos siempre al ‘Mal paso’, y a otras que han marcado un antes y un después. En mi libro critico el estancamiento del folklore, porque nos deja quietos en un cierto momento y no nos deja movernos hacia adelante”, asegura Paredes. “La política, lo social, lo cultural del afroperuano ha ido también cambiando con el tiempo, incluso desde que se fundó Perú Negro. Sin embargo, Perú Negro se estancó en la idea de negritud que trabajó desde el principio y que tan buenos resultados le dio. Al estancarse, sin querer, termina reproduciendo estereotipos”, continúa. “¿Quién va a los teatros en el Perú? ¿Quién va al Gran Teatro Nacional a ver estos espectáculos como el que hizo Perú Negro por sus 50 años? No es gente que viene desde Chincha, desde Zaña, desde El Carmen a ver una producción sobre su cultura. Los que están consumiendo este arte exótico son personas de una cierta posición económica. Perú Negro sabe lo que el público quiere y el público tiene una expectativa de lo que va a ser Perú Negro. Termina siendo un encuentro entre clases sociales en la que una vende y la otra consume”, sostiene Paredes, con visión crítica.
Perú Negro, mirando al mañana
Para el estudioso, en su momento, Perú Negro cumplió su rol al insertar la negritud de otra forma muy distinta a lo que habían hecho antes José Durand y su conjunto Estampas de Pancho Fierro o Victoria y Nicomedes Santa Cruz. Ellos marcaron un antes y un después en la construcción de una nueva visión de la influencia y cultura negras. Para Paredes, siempre va a permanecer como la agrupación que vislumbró estas experiencias desde la esclavitud hasta la Colonia. “Si hablamos de tiempos modernos, ahora estamos criticando más lo que es la identidad, la gente se está desatando de encajes sociales, encontrándose más con otras identidades y cuestionando más el rol del negro en la sociedad”, asegura.
Para él, que ha estudiado más que nadie el origen, nacimiento, historia y presente de Perú Negro, las posibilidades para construir un futuro sólido para la agrupación están en renovar música y coreografías, combinando tradición y vanguardia, con puntos de partida propios de la actualidad. Menciona como ejemplo el trabajo del célebre coreógrafo Alvin Ayley y su espectáculo Revelaciones, sobre el arte negro y sus consecuencias. Aunque estrenado en 1960, sigue vigente aún hoy. Para Paredes, se puede ser tradicionalista o histórico y seguir evolucionando.
Para él, al hablar de Perú Negro se habla de una familia qué pasó y defendió sus tradiciones de generación en generación y que, básicamente, creó su propia escuela de pedagogía, de encarnación, de cómo pulir el cuerpo afroperuano. Por eso, todo lo que se ve hoy en ese sentido es inspiración que se origina en ellos. “Sus raíces están dispersas por todo el ámbito artístico, danzario, que tenga que ver con lo criollo o lo negro en el Perú”, asegura Paredes. Un dato que no se puede negar y que de alguna manera confirma el título de su libro, “Bailando muchas memorias”. Por eso, para él, “la filosofía de Perú Negro se centra en lazos de familia, de sangre y a través de ellos se protege, se libera, y se construye un discurso que valora e inserta la presencia negra en el país. Se hace arte para conservar, pero también para liberar esta presencia”.
Si algo ha demostrado la agrupación es su capacidad para sobrevivir a diversas tempestades. En los 80, aunque decae la producción artística en medio de la crisis que vivía el país por la decadencia económica, la corrupción o la violencia terrorista, convierten las peñas en su sitio preferencial y siguen adelante. En los 90, a pesar de las limitaciones, celebran los 25 años de su fundación con una gran reunión conocida como Perú Negro Másters, que convoca en un momentáneo regreso a personalidades como Lucila Campos o Caitro Soto. Surgen nuevamente, retoman las giras internacionales y, a pesar de la muerte del patriarca Ronaldo, Perú Negro conoce días de éxito internacional, con presentaciones ante miles de personas en más de 50 ciudades norteamericanas y varias nominaciones a los Grammy que confirman que se han ganado el respeto aquí y en el extranjero.
Curiosamente, las nuevas discusiones políticas y sociales que vienen teniendo lugar en el Perú de hoy pueden ser el combustible de Perú Negro en el futuro. “Tienen una oportunidad muy grande, y por tener el legado que tienen, creo que hay un deber de seguir escribiendo estas otras historias, estos nuevos saberes, estas nuevas posibilidades hacia un futuro más inclusivo, pero también interseccional, porque no podemos hablar solo de la opresión o de la experiencia de una etnia o una cultura si no hablamos de otras. Perú Negro podría tener una nueva agenda artística. Todo depende cómo vea la negritud del futuro”, acota el autor.
¿Qué nuevas sorpresas en su evolución le traerá al público una agrupación que siempre estuvo a la vanguardia? Solo el tiempo lo dirá.
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