Cuando la editorial Alfaguara le confió el proyecto de ordenar y publicar la obra periodística de Mario Vargas Llosa, al colombiano Carlos Granés le tomó semanas inventar un orden que lo ayude a remontar un océano de escritos dispersos en decenas de publicaciones, a lo largo de sesenta años de producción intelectual. Por fin, logró dividir aquella producción en cinco tomos, en función a cinco áreas temáticas: El primero para sus escritos culturales; el segundo, ya en circulación, por entero dedicado al Perú; y el tercero, a publicarse el próximo año, sobre América Latina y otros territorios neurálgicos como Israel, Palestina o Iraq. Dos últimos esperan su turno: uno dedicado al liberalismo y otro de espíritu autobiográfico.
Para este trabajo de selección, contó con la intervención del propio Nobel. Como confiesa Granés, MVLl sugirió cambiar una mínima parte: algún texto que le parecía anacrónico o no recordaba haberlo escrito. Descubrió otros sorprendentemente inéditos, traspapelados en alguna redacción de revista francesa, prólogos de libros que nunca vieron la luz o conferencias canceladas al último momento. “El país de las mil caras” está por entero dedicado al Perú. Recoge 136 artículos sobre cultura peruana, la complejidad de su paisaje y su frustrante experiencia en la política. Esta entrevista encuentra al ensayista bogotano en su casa en Madrid, sometido a 37 grados de calor. Temperatura ideal para reflexionar sobre textos igualmente acalorados.
— Con la neutralidad que te da el no ser peruano, ¿cuál crees que es la imagen del país que ofrece MVLl en “El país de las mil caras”?
A nivel cultural, de sorprendente riqueza. En la plástica, la poesía o la narrativa, es sorprendente la cantidad de nombres relevantes que ha dado. César Vallejo, Blanca Varela, Szyszlo: uno tiende a pensar en ellos de forma aislada y no adviertes que se trata de una selección nacional, llena de cracks. Y, por otro lado, el desastre político. Un autoritarismo que tiende a gozar de apoyo popular. Hay ese contraste: un país de creadores inmensos y políticos mediocres. Si nos sirve de consuelo, no es un mal exclusivamente peruano.
— Una de las primeras experiencias germinales para MVLl tiene que ver con su viaje a la selva de Pucallpa con el Instituto Lingüístico de Verano. Además de material para “La Casa Verde”, ¿este viaje dejó una marca mayor en él?
Vargas Llosa siempre dijo que fue el viaje más productivo de su vida. De ahí salió no solo “La Casa Verde”, sino también todas sus novelas selváticas como “Pantaleón y las visitadoras”, “El hablador” o “El sueño del celta”. Conocer el drama de la selva, una tierra sin leyes donde se cometen todo tipo de tropelías y abusos, le mostró una realidad desconocida que lo marcó profundamente. También lo asoció con muchas lecturas. Con “El corazón de las tinieblas” de Conrad, por ejemplo. Esas imágenes que vio en el año 58, dijo, lo seguían persiguiendo 40 años después.
"[Mario Vargas Llosa] se deshará de toda idea revolucionaria, de cualquier atajo para solucionar problemas, y se decantará por las reformas democráticas, competencia de partidos y la absoluta libertad. En el Perú es clara su decepción con Velasco. Es con la censura a Caretas donde dice 'no más'."
Carlos Granés , escritor.
— En sus crónicas del Perú, Vargas Llosa comparte una mirada nostálgica. Sus textos resultan la constatación de lo ya ido. Y sin embargo, también hay textos que celebran el cambio y el progreso. ¿Es una contradicción?
La novela “Les dedico mi silencio” tiene mucha relación con este volumen. Es una novela peruanísima y claramente nostálgica, en la que rememora un mundo en desaparición. Incluso su artículo sobre la huachafería, “Un champancito, hermanito”, está prácticamente reeditado en esa novela. Es una coincidencia de la que yo no había sido consciente. Esa ambivalencia en sus crónicas, en las que habla del paisaje sentimental que se pierde con el progreso y, por otro lado, su entusiasmo por los cambios, es parte de la ambivalencia que todos tenemos.
— Otros textos muestran su adhesión y posterior distanciamiento con la revolución velasquista. ¿Crees que, como sugiere la carta abierta a Velasco (1974) que recoge el libro, fue la clausura de la revista ‘Caretas’ que supuso su desilusión final del modelo socialista?
Es posible. Yo creo que a partir de ahí hubo un cambio en su pensamiento. El caso Padilla supuso una ruptura con la revolución cubana, pero no con su ideario de izquierda. Experimentaba un sentimiento de orfandad, de haberse quedado sin un faro hacia el cual mirar a toda América Latina. Sí Cuba ya no funciona, ¿qué funciona? Así empieza un proceso de búsqueda ideológica. Es cuando descubre Israel y ahí ve la posibilidad de una utopía distinta. Descubrió un país modernísimo y libérrimo, donde las ideas socialistas se encarnaban en instituciones concretas. Es ahí donde busca las ideas que fomentan un socialismo democrático que, poco a poco, irán rasgando las fibras del liberalismo. Finalmente se deshará de toda idea revolucionaria, de cualquier atajo para solucionar problemas, y se decantará por las reformas democráticas, competencia de partidos y la absoluta libertad. En el Perú es clara su decepción con Velasco. Es con la censura a “Caretas” donde dice “no más”.
— Estos cambios ideológicos en la política corren de forma paralela a su lectura de Arguedas.
El admiró muchísimo a Arguedas. Pensó y escribió siempre sobre él. En un primer momento, le sirvió para mostrar que podía haber una literatura de tema nacional con calidad estética, pues él y su generación fueron muy críticos con el arte de reivindicación social, indigenista, con más propósitos morales que estéticos. Esto lo aborreció él, todo el ‘Boom’ y toda la Generación del 50. Arguedas, a pesar de estar muy ligado al indigenismo, parecía ser una excepción. Mostraba que un escritor podía nutrirse de la realidad social para hacer literatura. Pero es verdad que el choque entre indigenismo e hispanismo es un debate prolongado, que aparece y desaparece. Y eso, inevitablemente, puso a Vargas Llosa a lo largo de los años frente al espejo de Arguedas.
— Una gran parte del libro aborda los años del terror en los 80. ¿Qué huella dejó en MVLl su participación en la comisión investigadora tras la masacre de periodistas en Uchuraccay?
A nivel político es claro: es la primera vez que adquiere un perfil público oficial. El encargo presidencial para liderar una comisión de investigación es su primer cargo público. De alguna forma, eso anticipa su futuro inmediato al final de la década con la campaña presidencial. Pero temáticamente también es fundamental: le permitió conocer el país de las mil caras que desconocía. No se trataba de ciudades andinas, sino de la sierra profunda, de comuneros quechuahablantes, con un sistema de creencias desconocido para un limeño. Descubrió, de pronto, que convivimos con otra temporalidad, otros códigos, otra cultura, otra lengua. Y que había una incomunicación brutal entre unos y otros. Tanto así, que el resultado del encuentro entre comuneros y periodistas resultó en una masacre. Sin esa investigación, Vargas Llosa no habría escrito “Lituma en los Andes”, no habría transportado a un personaje selvático a un escenario tan ajeno a lo que conocía. Fue su forma de replicar lo que le pasó a él.
— “Regreso a la barbarie” es un texto central entre sus artículos que advertían de las consecuencias nefastas del fujimorismo. Y, sin embargo, MVLl terminó endosando su imagen a la candidatura de Keiko Fujimori. ¿Por qué crees que tomó esa decisión?
Porque le parecía más grave traicionarse a sí mismo que equivocarse. Para él era inevitable elegir, jugársela, sabiendo que las opciones eran malas. No hacerlo era, de alguna forma, traicionar su forma de actuar en la vida pública, esa lección sarteana grabada a fuego en su juventud, según la cual siempre había que decidirse, mojarse, elegir.
“El país de las mil caras. Escritos sobre el Perú”
Autor: Mario Vargas Llosa
Editorial: Alfaguara
Año: 2024
Páginas: 830
Los 136 artículos recogidos se organizan alrededor de distintos tópicos: crónicas del Perú, literatura y arte, legado prehispánico, la masacre de Uchuraccay, la campaña presidencial, cultura popular y escritos autobiográficos.
Colocados a lo largo del libro según orden cronológico se enlazan sus textos políticos: tiempo de revolución (1962-1968), las dictaduras de Velasco y Morales Bermúdez (1968-1980), el regreso a la democracia (1980.1990), el fujimorato (1990-2000), la frágil democracia (2000-2016) y los años de inestabilidad y de futuro incierto (2016-2023). a saber.