Juan Carlos Fangacio Arakaki

Que la ganadora del al mejor libro de cuentos sea una autora debutante es una razón para celebrar. Como impulso a una carrera en ciernes y augurio de nuevos aportes a nuestra literatura. Ese es el caso de Fiorella Moreno (Lima, 1990), quien obtuvo el galardón entregado por El Comercio gracias a su conjunto de relatos “La vida de las marionetas” (Alastor Editores).

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Un libro que, en los pocos meses que lleva de circulación, ha recibido muy buenos comentarios por parte de la crítica y de sus primeros lectores. Y no sin razón, pues los siete relatos que lo componen destacan por su lirismo y la compleja configuración de unos personajes marcados por la turbación y la oscuridad. Sobre ese universo, conversamos con la autora.

—El concepto tradicional de familia es uno de unidad, cariño, fortaleza, pero los vínculos familiares que muestra el libro son más bien un poco siniestros o crueles. ¿Te atrae en particular ese rasgo? ¿Y por qué?

Sí, ese tipo de construcción de una familia en mi caso se remite a la tradición. Pienso en las tragedias, donde está la destrucción de la familia, donde hay un cuestionamiento de los roles. “Edipo rey”, por ejemplo, aunque es un caso extremo. Pero si lo llevamos a un plano actual, a la sociedad contemporánea, efectivamente siempre hay una política, una admiración hacia la familia armónica, donde cada uno cumple un papel o un rol conciliatorio, de diálogo. Pero la realidad suele ser más bien apabullante. Y en el caso de muchas familias latinoamericanas, es muy fuerte la presencia de las familias disfuncionales. La figura del padre ausente es una realidad que no podemos negar. En nuestras familias siempre hay alguna mujer a la que le ha tocado asumir el rol de madre y padre. En este libro siempre hay un rol que debería asumir el padre, pero él no está. Entonces hay una suerte de melancolía ante ese personaje fundamental, pero que está ausente y vuelve en forma hasta de pesadilla o de culpa.

—¿Tiene algo que ver tu historia personal? Te lo pregunto porque has firmado el libro con tu apellido materno.

Sí, hay una cuestión personal que tiene que ver con la muerte de mi padre. Obviamente eso me generó una tristeza que de alguna manera tuve que conciliar a través de la ficción. Pero lo de hacerla una figura maligna ya es una cuestión inventiva o qué se yo. Porque esas cosas turbias o esos lados oscuros suelen ser más atractivos para la literatura o para cualquier arte. Y el hecho de haber asumido el apellido de mi madre como principal es un homenaje, porque a raíz de la muerte de mi padre es ella quien asume totalmente esas dos funciones.

—Quería preguntarte por la razón de que todos los cuentos estén conectados de alguna manera por el personaje de Anna. Incluso me ponía a pensar si en algún momento no concebiste el libro, o el proyecto del libro, como una novela. ¿Por qué creías necesario que estuvieran unificados hasta cierto punto?

Bueno, a mí me gusta mucho el cuento, el formato breve, aunque estos cuentos no son tan cortos, se puede decir que podrían aspirar a desarrollarse mucho más. Pero el punto es que, a medida que los iba construyendo, de pronto me di cuenta de que había un personaje, el de Anna, al que le había construido una biografía completa, con diferentes pasajes, que bien podrían ser capítulos de una novela. Sin embargo, me pareció más atractivo plasmarlos como pasajes en la vida de un personaje. Hay muchos libros de cuentos que trabajan en base a esa organicidad, donde el elemento transversal es un personaje. Pienso, por ejemplo, en el libro de cuentos de Bryce Echenique [”Huerto cerrado”]. Y como a mí me gusta mucho el cuento, quise hacerlo de esa manera.

Fiorella Moreno (Lima, 1990) es la autora de "La vida de las marionetas" (Alastor Editores, 2021), mejor libro de cuentos en los Premios Luces 2021. (Foto: César Campos)
Fiorella Moreno (Lima, 1990) es la autora de "La vida de las marionetas" (Alastor Editores, 2021), mejor libro de cuentos en los Premios Luces 2021. (Foto: César Campos)
/ CESAR CAMPOS

—Deduzco que lo más trabajoso en estos cuentos ha sido el cuidado del lenguaje. Cuéntame de ese proceso. ¿Es una escritura lenta, meticulosa? ¿Es una más bien de tirón, pero que luego se va puliendo en las revisiones?

Allí tienen que ver mucho las circunstancias, el azar. En el caso del cuento “El silencio”, digamos, lo escribí de un tirón. Sin embargo, a veces sientes la necesidad de dejarlo reposar para, con el tiempo, volver con otros ojos y darle una mirada más crítica. Eso sucedió con ese relato. Pasaba el tiempo y lo iba corrigiendo. Pero hay otros casos, como el de “Zenda”, que fue una escritura más lenta, más demorada. Soy muy meticulosa en la revisión del estilo, porque trabajo mucho con el oído. Escribo y luego tengo que leer lo que he escrito para ver si me convence o no. En ese sentido fue un trabajo lento, gradual, y conforme pasa el tiempo una se va profesionalizando a la hora de corregir sus propios textos. Porque puedes corregir, pero llega un momento en que tienes que parar porque incluso puedes deformar lo escrito. Se pierden y se cambian tantas cosas que resulta siendo otro el producto. Eso es lo que yo trataba de evitar. Que la trama se conserve tal como la pensé. Lo único que podía variar era el lenguaje con el que narraba.

—Hablando de posibles influencias, ¿qué libros, autores o autoras crees que puedan flotar –consciente o inconscientemente– sobre estos cuentos?

Es un libro que responde a lecturas pasadas. A Faulkner, que ya he mencionado en otras ocasiones. A Virginia Woolf, a Carson McCullers, las escritoras del sur. A Onetti también. Escritoras y escritores que también trabajan mucho con el tema del lenguaje, del tono un poco sombrío. Si hay algo a lo que supongo que este libro le debe son estos autores que me gusta mucho leer. Ese tono y la mirada que se tenga de la realidad. Eso creo que de alguna manera lo interioricé y podría decir que es una herencia. ¡Y Lispector! No me puedo olvidar de ella tampoco.

—¿Qué opinas de la nueva generación de narradores surgidos en el Perú? ¿Los lees? Y por otro lado, se habla de un ‘boom’ de mujeres escritoras también. ¿Crees que es un fenómeno real y reconocible?

Cada cierto tiempo la crítica busca agrupar a nuevos escritores. La nueva generación de poetas, la nueva generación de narradores… Y en algunos casos hay generaciones más auténticas o que aportan más. Yo la verdad es que leo poca literatura peruana contemporánea. Sí hay algunas voces, como la de Miluska Benavides. Me gusta su trabajo, lo que propone. Joe Maldonado, también es interesante su propuesta. Katya Adaui, aunque ella ya tiene más libros publicados. Y en el plano latinoamericano, que es la literatura que más leo, sí hay muchas voces muy interesantes: Samanta Schweblin, Mariana Enríquez, que tienen propuestas cautivantes. Mónica Ojeda, con un trabajo con el lenguaje muy rico, muy significativo. Margarita García Robayo, que también me gusta. Creo que sí hay bastante interés por las mujeres. Es cierto que también responde a un fenómeno comercial, apoyado por los movimientos feministas, pero eso no quiere decir que no se corresponda con una calidad literaria, porque sí la hay. Son escritoras que nos entregan nuevas maneras de narrar, es una verdadera renovación para la literatura latinoamericana contemporánea.

—Quizá sea muy pronto preguntártelo, pero me interesa saber qué es lo que viene después. ¿El estilo y los universos de este libro son algo con lo que te sientes cómoda? ¿O preferirías virar y explorar otros horizontes?

Lo que tengo claro es que seguiré escribiendo. Estoy en dos nuevos proyectos. Pero no quiero volverme monotemática tampoco. Es decir, tener una misma historia y repetirlos en una serie de libros sería limitante, hablaría de una muy corta imaginación y no quisiera que eso sucediera conmigo. Sí me gustaría seguir trabajando con el estilo del lenguaje, con los géneros dentro de la narrativa, trabajar eso aún más, explorar algunas cosas que apenas he intentado. Y la idea de construir un universo, una galería de personajes, que puedan estar distribuidos en los libros que puedan venir. Y aunque voy a seguir escribiendo, también soy muy cautelosa. No quiero apurarme a lanzar algo que no me vaya a satisfacer a mí, como escritora o lectora. Y tampoco a los lectores, por supuesto. No me gustaría que se sientan estafados.

Fiorella Moreno (Lima, 1990) es la autora de "La vida de las marionetas" (Alastor Editores, 2021), mejor libro de cuentos en los Premios Luces 2021. (Foto: César Campos)
Fiorella Moreno (Lima, 1990) es la autora de "La vida de las marionetas" (Alastor Editores, 2021), mejor libro de cuentos en los Premios Luces 2021. (Foto: César Campos)

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