José Silva

Una hija recuerda a su padre mientras este parece morir tras sufrir una negligencia médica. Una muerta se resiste a que rescaten su cadáver. Una niña rechaza bailar ballet pese a que este es el gran sueño de su madre.

Estas son algunas de las ideas que dan origen a los cuentos de "Coordenadas temporales", el más reciente libro de la escritora , que será presentado este martes 2 de agosto a las 8 p.m. en la librería La Libre de Barranco.

Publicada por el sello Animal de Invierno, la obra contiene 12 relatos en los que la autora demuestra, una vez más, su capacidad para crear escenarios y personajes complejos, capaces de ser parte de historias que mantienen en vilo al lector.

Conversamos con Claudia Salazar Jiménez, la autora de la celebrada "La sangre de la aurora" sobre esta nueva obra, en la que incluye microrrelatos e incursiona, además, en el género de la ciencia ficción. "

-Este es uno de esos libros de cuentos los que el título del libro no coincide con el de ningún relato.

Es cierto, quise buscar un título que rompiera con esa tradición de que uno de los cuentos da nombre al libro. Pensé en algo que los englobe. El cómo las geografías marcan nuestras experiencias y estas a su vez están marcadas por el tiempo. En esa conjunción de lo geográfico y lo temporal surge lo afectivo, y también la violencia.

-¿Podría decirse entonces que la violencia es la unidad temática de los cuentos de este libro?

Es extraño. Son cuentos que fueron escritos para diversas antologías, con temas muy abiertos y otros algo más específicos. Y para mí eso fue genial, creo que me ayudó mucho a salirme de (mi novela) “La sangre de la aurora”.  Pero en el fondo, sí, en casi todos los cuentos hay una cuestión de la violencia, desde varios puntos de vista, maneras y formas estéticas para abordarla.

-Algunos narradores escriben cuentos mientras tienen un “descanso” en la redacción de una novela. ¿Tú también dedicas solo tus tiempos libres para escribir cuentos?

En mi caso, la noción del tiempo libre se ha borrado un poco (risas). Desde que uno escribe más, y te hablo también de mi trabajo como catedrática que tiene que ver con la literatura, lo del tiempo libre es un concepto que ya no existe. Siempre estoy trabajando o pensando en qué escribir, o quizás escribo mentalmente. Y para mí parte del proceso (creativo) tiene que ver con eso. Así que no diría que (escribo) en momentos de descanso, sino más bien momentos de hacer algo distinto, más allá de los proyectos grandes en los que estuve y en los que estoy ahora. Es más, hay algunos que fueron escritos durante el proceso de redacción de “La sangre de la aurora”.  Escribir cuentos me divierte mucho porque me saca de proyectos mayores, me permite hacer algo distinto y eso me gusta.

-¿Coincides en que el género del cuento está sub valorado con relación al de la novela?

Sí, es cierto (que es sub valorado), pero de ahí a que crea que sea inferior (a la novela), no, para nada. Tenemos tremendos cuentistas en América Latina, empezando con nuestro gran Julio Ramón Ribeyro, que es una de las cumbres del cuento hispanoamericano. Creo que, a partir del Nobel de Alice Munro, hay una revaloración de las formas breves en general. Incluso en Perú existe hoy un pequeño boom de la mini ficción, lo cual es muy saludable. Lo mismo pasa con muchos cuentos de ciencia ficción y de literatura fantástica. Y algo que mencionó Johann Page durante la presentación de “Coordenadas temporales” en la FIL, es que hay una especie de revisión del gótico en América Latina. Él mencionó a Mariana Enríquez y a Samanta Schweblin. Y esta última me parece una cuentista excepcional. El cuento sí es un género subvalorado pero ya es hora de revalorarlo nuevamente. Lo que pasa es que la novela tiene ese estatus superior, y si bien yo como novelista la rescato, lo que me fastidia son las comparaciones.

-Háblame de la estructura del libro porque en “Coordenadas temporales” encontramos relatos grandes, medianos y microrrelatos también…

Estos últimos fueron escritos a propósito de esa manera. Por ejemplo, “Cercadas” forma parte de un proyecto llamado ‘Basta 100 Mujeres Contra la Violencia de Género’, que empezó en Chile pero ya pasó por Perú, Caracas, Buenos Aires y México. La idea fuerza de esa antología era un microrrelato con un tope de 200 palabras. También hay en “Coordenadas temporales” otro microrrelato llamado “El juego de las sábanas”, que es parte de otra antología llamada “69”, en la que su tope era el mismo número de palabras. Me encanta la posibilidad de probar nuevas formas narrativas. Lo que me interesa del cuento es entrar a territorios que quizás una novela no te lo permitiría.

-Además es un libro caracterizado por la variedad de sus relatos. Por ejemplo,  está “En paz”, en donde una muerta habla con los que la hallan en su casa, pero a la vez tenemos a “El ballet”,  un relato súper realista, en el que una niña simplemente no quiere practicar ballet como se lo pide su mamá…

Los cuentos son para mí una cuestión muy lúdica. Y todo esto por culpa quizás de Salvador Raggio, que fue uno de los que me invitó a hacer, por ejemplo, el cuento de Kafka (“Carta a Salvador”), [originalmente parte de la antología “Kafkaville. Un tributo a Franz Kafka”]. Ocurre que cuando me piden cuentos no sé qué escribir. Y cuando Salvador me pidió el cuento de Kafka yo estaba casi cerca a la fecha límite y él me dijo ‘Oye mientras se relacione con Kafka, estará bien. Lo importante es que te diviertas’. A veces uno puede pensar eso, pero no es usual que el antologador te lo ponga de esa manera. Y el cuento salió así. En el caso de “En paz” [relato en el que una muerta habla consigo misma mientras la policía la descubre al interior de una casa y busca rescatar su cadáver], la idea la saqué de las noticias. A veces me atrae un titular, leo la noticia y sale la historia. La idea de este cuento es algo muy recurrente en Estados Unidos y tiene que ver con la gente que muere en sus casas y las encuentran varios años después. Eso me chocó porque me pregunto qué nivel de soledad puede tener una persona para que nadie reclame por su cuerpo durante varios años. O sea, ¿en qué tipo de sociedad vivimos?

-Aunque el cuento tiene su toque de humor…

Claro, aunque suene algo contradictorio, ese cuento tiene un punto de humor. Entiendo que es un tema muy doloroso pero creo que si eres delicado, el humor te abre otros cuestionamientos. Ponerte muy solemne con un cuento como ese podría convertirlo en simplemente uno más. Quise darle un giro humorístico y algo fantástico también. Y sobre esto último, algo que me hicieron notar en el libro es que hay muchos muertos hablando, muchos ‘zombies’ (risas).

-Has puesto primero en tu libro “Aquellas olas”, un relato muy potente sobre la relación padre/hija. ¿Fue una decisión absolutamente intencional con el objetivo de golpear desde el inicio al lector?

El orden de los cuentos fue conversado con el editor del libro, Leonardo Dolores. Inicialmente pensé seguir una secuencia cronológica de publicación. Tocaba “Pantalla en blanco”, que fue el primer cuento que he publicado en mi vida. Pero él me propuso poner primero “Aquellas olas” y como a mí me gusta mucho ese cuento, acepté. Junto a “En paz” son mis favoritos. El de Kafka (“Carta a Salvador”) y “Cyber-proletaria” también me gustan mucho. Este último es como que mis primeros pasos en la ciencia ficción.

-Pero uno debe tener mucho cuidado al escribir ciencia ficción porque hay mucha gente que simplemente no lee lo que no cree o lo que no ve. ¿Qué cuidados tienes al escribir relatos de esta temática?

Ninguno. Te soy sincera. Uno como escritor no puede controlar lo que el lector quiera creer o no. Lo que sí me preocupa es mi escritura. El trabajo de todo escritor está en mejorar, en explorar dentro de su propia obra. Cómo sea recibido y qué es lo que puedan esperar otros de ti, son expectativas que no están en nuestras manos.

-En  “Carta a Salvador” el autor de una nota le escribe a su editor casi llorando porque no llega a la fecha límite para entregar su texto. ¿Tiene algo de realidad este cuento?

Publicado ese cuento en “Coordenadas temporales” quizás no tiene el mismo efecto que cuando salió en la antología “Kafkaville. Un tributo a Franz Kafka”, porque ahí el editor se llamaba Salvador. Pero sí, había un poco de la desesperación del ‘qué escribo’. Pero creo que el tema de ese cuento, más que la escritura, es la migración. Más allá de la desesperación inicial, el resto –por suerte—no es mi experiencia migratoria. Pero sí conozco gente que ha vivido eso. Y entonces, ¿por qué no puede haber un escritor reconocido que sea migrante? ¿Qué efecto y qué cosa distinta produce? El cuento me parece que va por ese lado.

-¿Cuál es tu proyecto literario más próximo?

Va a salir una novela nueva histórica juvenil, pero no sé por qué se está demorando la editorial. Espero salga para este mes o quizás en setiembre.

-¿Tienes tiempo para escribir más cuentos?

Si me da tiempo los hago. Me la paso bien haciendo cuentos pero tampoco es algo tan rápido. Me interesa también hacer más cosas de no ficción, quizá cuestiones de viajes. Pero está en proyecto mi siguiente novela, de la que no daré más detalles.

-Finalmente, ¿cómo viste la Feria Internacional del Libro de Lima 2016?

Si hacemos una comparación hacia arriba, poniendo la valla más alta, pensando en ferias como la de Bogotá, Guadalajara y Buenos Aires, que son muchísimo más grandes a nivel de espacio, debemos tener en cuenta que existe (allá) una base lectora mucho más grande, que los gobiernos respectivos ayudan a formar. Ni siquiera te hablo de ayuda en feria, que también la tienen, y eso es algo que aquí no hay porque este es un esfuerzo de privados, un negocio -- sin demonizar el término – donde se busca tener la mayor rentabilidad posible. Ahora, en cuestiones de organización, vi esta feria mucho más grande. Los auditorios están bien cerrados. El precio de las entradas debería evaluarse tras ver los números finales. Creo que el negocio no es tanto que compren entradas sino libros. Y hay un último tema. Cando vine en 2014, justo cuando entró Germán Coronado a la directiva, se llevó a escritores a colegios de la periferia de Lima. A mí me invitaron junto a un autor chileno. Fuimos a un colegio de Villa El Salvador y fue genial. Los chicos estaban súper emocionados de ver escritores ‘vivos’, de carne y hueso. Hicieron preguntas súper interesantes. Quisiera saber qué pasó con esta actividad. Me gustaría que la retomen porque ayuda a cumplir dos objetivos: no solo atraes más gente a la feria, sino que además permites que los escritores estén súper contentos por tener lectores mucho más jóvenes.

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