Mantenidos por siglos bajo un manto de oscurantismo –posesiones demoníacas, castigos divinos, humores corporales, etc.–, los trastornos mentales recién comenzaron a ser abordados por la ciencia en el tránsito de los siglos XIX y XX. Entonces, conceptos tan antiguos como “alma” o “espíritu” tornaron en palabras nuevas como “psique” o “inconsciente”, las cuales abrieron nuevas formas de comprensión de la conducta humana.
En ese camino lleno de avances, debates y revelaciones, destacaron una serie de psiquiatras, psicoanalistas y psicólogos que con sus investigaciones clínicas sentaron las bases de los tratamientos modernos. Los perfiles de 25 de ellos han sido recogidos en el volumen “Grandes psicólogos y psiquiatras de la historia”, escrito por el psicólogo y profesor universitario Manuel Arboccó de los Heros, quien traza una historia de la psicología y psiquiatría contemporánea, como una especie de guía que puede servir a futuros estudiantes de la especialidad y público interesado.
El libro se inicia con los nombres de tres pioneros: el fisiólogo y filósofo alemán Wilhelm Wundt, el psiquiatra y médico austríaco Sigmund Freud y el psiquiatra suizo Carl Jung. Al primero, le debemos el surgimiento de la psicología experimental como especialidad separada de la fisiología; al segundo, la aparición de la terapia de orientación psicoanalítica y el descubrimiento del inconsciente; y al tercero, nuevos conceptos como “inconsciente colectivo” e “individuación”, además de las tipologías de “introvertido” y “extrovertido” para clasificar el comportamiento humano.
Después de los hallazgos y aportes de Wundt, Freud y Jung, nada sería igual: desde los años treinta, hubo un cambio de perspectiva frente a los trastornos mentales y también al malestar que sentía el ser humano en un mundo dominado por la ciencia. Después, el austríaco Alfred Adler habló del complejo de inferioridad y el suizo Jean Piaget se ocupó del desarrollo cognitivo de los niños. Entonces, la salud mental ya no se redujo solo a curar trastornos psicóticos o esquizofrénicos, sino también a tratar esa “normalidad” del hombre y la mujer modernos marcados por la neurosis o las fobias. “En ese momento comienzan a tambalearse ciertas tradiciones, valores y normas, y el ser humano empieza a llenarse de dudas o de miedo”, dice Arboccó de los Heros.
Médicos y psicoanalistas como Eric Fromm se preguntan en las décadas de 1940 y 1950, en medio de la guerra, cómo llegamos a odiar la vida. ¿Cómo puede quebrantarse en un niño o niña esa fe innata en la bondad, el amor o la justicia? Otros como Viktor Emil Frankl, sobreviviente de los campos de concentración, indagan por el sentido de la existencia a través de descubrimientos como la logoterapia. Para Frankl, un ser humano no está totalmente determinado ni condicionado, sino siempre existe un margen de libertad. Y una de las salidas está en aquello que llama “valores de creación”, que podemos ofrecer a los demás con nuestro trabajo, arte o talento.
Bienestar y consumo
Actualmente, la OMS describe la salud mental como un estado de bienestar que permite a las personas enfrentar los momentos de estrés de la vida y desarrollar todas sus habilidades y contribuir a la mejora de su comunidad. “Hace cuatro décadas –recuerda el autor– probablemente el mundo se dividía entre personas con trastornos mentales y gente cuerda. Hoy esa caracterización es obsoleta. Como dice la propia OMS, la salud mental no debe entenderse solo como una ausencia de patologías, sino más bien como un estado relativamente duradero de bienestar psicológico y físico, con un componente adicional que apunta a la funcionalidad de la persona con su entorno”.
“En la época de nuestros abuelos, la gente era feliz con un televisor nuevo. Hoy tenemos que tener el carro del año, renovar el celular, viajar a Cancún en vacaciones, etcétera. La felicidad se asocia ahora con el adquirir y el lucir. En las redes sociales, lo importante es informar que disfrutamos de la vida y, paradójicamente, con eso conseguimos mayor estrés”
Pero esta funcionalidad se ve hoy cada vez más amenazada por ese vacío interior que genera un mundo mucho más competitivo y consumista. “Actualmente, hablamos de depresiones dispersas. Es decir, la gente no sabe por qué está deprimida. Hay más adicciones y estas son, muchas veces, un refugio al que llegamos para evitar aquello que consideramos intolerable. Hoy despuntan patologías como el TLP (trastorno límite de personalidad), cuyas características son el comportamiento impulsivo, la no aceptación de reglas, el descontrol emocional y problemas de identidad que muchas veces se confunden con características de las nuevas generaciones”, dice.
En este punto, inspirado en la psicoanalista alemana Frieda Fromm-Reichmann, Arborccó de los Heros dice que estamos cada vez más inmersos en “una sociedad esquizofrenógena”, en la que prevalece la venta de psicofármacos, ansiolíticos, antidepresivos, antipsicóticos y sedantes convertidos en los nuevos elíxires contemporáneos. “En la época de nuestros abuelos, la gente era feliz con un televisor nuevo. Hoy tenemos que tener el carro del año, renovar el celular, viajar a Cancún en vacaciones, etcétera. La felicidad se asocia ahora con el adquirir y el lucir. En las redes sociales, lo importante es informar que disfrutamos de la vida y, paradójicamente, con eso conseguimos mayor estrés”, comenta el investigador.
Inteligencias múltiples
En 1983, otro descubrimiento importante ocurrió cuando el psicólogo de la Universidad de Harvard Howard Gardner anunció la existencia de múltiples inteligencias humanas y pulverizó un principio aceptado por décadas, que asociaba la inteligencia solo con las habilidades lógico-cognitivas. Para Gardner, existían otras formas de inteligencia que hacían que la gente pudiera conducir mejor su vida, trabajar en equipo, tener automotivación, empatía, etc. Se trata de ocho tipos de inteligencia: la lógico-matemática, la verbal-lingüística, la viso-espacial, la corporal cinestésica, la musical, la intrapersonal, la interpersonal y la naturalista.
Y otra sorpresa importante llegó a mediados de los 90, cuando la psicóloga estadounidense Elizabeth Loftus puso en duda la veracidad de nuestros recuerdos. Según ella, la memoria puede alterarse y existen falsos recuerdos originados por causas psicológicas, bioquímicas o el envejecimiento.
Así, lo mucho o poco que conocemos sobre la psique humana se lo debemos a este grupo de especialistas que muchas veces rompió esquemas para internarse en los intrincados rincones de nuestra mente.
Viktor Emil Frankl. Viena, Austria (1905-1997)
Neurólogo y psiquiatra
Autor de la célebre obra “El hombre en busca de sentido”. Se trata de un psiquiatra vienés creador de una línea de trabajo diferente del psicoanálisis, inclinado hacia lo existencial. Su vida estuvo marcada por su experiencia en un campo de concentración.
Sigmund Freud. Příbor, Chequia (1856) - Londres, Reino Unido (1939)
El padre del psicoanálisis
Médico austríaco, creador de la idea del inconsciente. Famoso por obras tan complejas y propiciadoras de debates como “Estudios sobre la histeria”, “La interpretación de los sueños”, “Tótem y tabú” y “El malestar de la civilización”.
Elizabeth Loftus. Los Ángeles, EE.UU. (1944)
Psicóloga y matemática
Es una de las psicólogas más influyentes de la actualidad, por sus trabajos respecto de la memoria y cómo los recuerdos pueden ser manipulados. Sus estudios causaron impacto, sobre todo en las investigaciones judiciales respecto a crímenes o abusos.
Frieda Fromm-Reichmann. Karlsruhe, Alemania (1889) - Maryland, EE.UU. (1957)
Psiquiatra y psicoanalista
Se la considera una de las pioneras de la psicoterapia de orientación psicoanalítica. Introdujo el concepto de interpersonalidad y sus investigaciones motivaron el término ‘sociedad esquizofrenógena’ para aludir a la ansiedad que causa el mundo actual.
Howard Gardner. Pensilvania, EE.UU. (1943)
Psicólogo e investigador
Creador del concepto de inteligencias múltiples, que devino en toda una revolución respecto a lo que hoy se conoce como inteligencia emocional y el desarrollo de las llamadas habilidades blandas, que tienen que ver con la asertividad y la empatía.
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