Intentaba ese domingo, 28 de julio, ingresar con su esposa al Centro Histórico para conocer la catedral, cuando un agente policial le explica que el ingreso peatonal estaría cerrado lo que durara el discurso de la presidenta. En mutua ingenuidad de turistas, decidieron comer algo cerca y luego retomar el ansiado paseo. A las 4:30 de la tarde, encontraron en la misma calle cerrada al mismo policía, quien les dice que aún la mandataria no había acabado su mensaje a la nación. Frustrados, regresaron a su hotel al otro lado de la ciudad, mientras el escritor español Santiago Posteguillo recordaba la estrategia política de Catón: en la sesión del Senado romano del 1 de enero del año 59 antes de Cristo, ante la propuesta de ley de reforma agraria planteada por Julio César, al saber que no tiene los votos suficientes para bloquearla, decide pronunciar un discurso tan largo que detenga la votación. Catón, tribuno de la plebe, tenía el derecho de entrar al debate sin ser interrumpido. Tardó horas y podría haber pasado días de no haber sido por la furia de César, quien exigió su arresto.
La anécdota histórica la recoge Posteguillo en “Maldita Roma”, la segunda parte de su proyecto de seis novelas dedicadas a la vida del futuro emperador romano. Y si bien el autor valenciano sabe bien las motivaciones de los políticos romanos, no llega a entender las razones de la mandataria local para tal locuacidad. “Supongo que puede haber una multiplicidad de posibilidades”, ensaya. “Justificar su acción de gobierno, querer mostrarse preocupada por los problemas sociales en un atril desde el que sabe que no será interrumpida. Aprovecha un momento en el que nadie puede rebatirle. Pero esa estrategia pierde fuerza en la medida en que es totalmente antioratoria. Mucha gente que llega al poder pierde la perspectiva de las cosas”, reflexiona uno de los autores de novela histórica más populares de la actualidad.
La intriga política
“Maldita Roma”, libro que supuso el reencuentro de Posteguillo con sus lectores en la Feria del Libro limeña, se presenta como una contundente novela histórica que aborda las campañas militares romanas como la la batalla de Bibracte (58 a. C.), primer gran enfrentamiento de la guerra de las Galias, así como la rebelión de los esclavos liderados por Espartaco. Sin embargo, bien podría leerse como un ‘thriller’ político, en el que el joven abogado Julio César, que parte al destierro sin tener ningún poder político ni económico, llega a ser cónsul y uno de los hombres más poderosos de Roma. Una novela en la que las intrigas urdidas en los pasillos del Senado convocan la atención pública como hoy sucede con nuestros debates congresales. Antes eran los optimates y los populares, hoy los partidos de derecha o izquierda. “A nivel emocional y racional no hemos evolucionado nada”, lamenta el escritor. “En nuestra forma de conducirnos en la vida solo aprendemos de dos formas: por experiencia vital o leyendo. Y del primer grupo, es muy triste cuando son gobernantes, pues todos debemos comernos sus errores. Otra gente, menos pero hay, sabe aprender de sus experiencias y de lo que lee del pasado. Así, no necesitan repetir el error en sus propias carnes. Es una minoría, y sustantivamente pequeña dentro de nuestra clase política. Y este es el problema que tenemos hoy día: tenemos una clase política internacional con gran incultura e incapacidad para aprender de lo que se hizo mal en el pasado”, advierte Posteguillo.
Para el autor de “Africanus” y de la “Trilogía de Trajano”, la actual decadencia política se evidencia en las elecciones en Estados Unidos del próximo noviembre, un país que, nuevamente se ve abocado a elegir líderes relativamente incapaces. “¿No resulta triste que lo único que este país tenga que ofrecerle a sus votantes norteamericanos sean una persona juzgada y condenada por distintos delitos y, hasta hace pocos días, un líder con Alzheimer? Ahora los demócratas han puesto a Kamala Harris, una representante del ala más izquierdista del partido, porque no les queda otra solución. ¿Eso es todo lo que pueden ofrecer? ¿Es necesario llevar al votante a elegir entre dos polos tan opuestos? Muchos electores del Partido Demócrata y del Republicano deben sentirse bastante huérfanos. Ese es el mundo en el que estamos viviendo hoy día, y no es bueno”, añade.
La entrevista completa
Julio César ya no es el joven e idealista abogado que en el año 77 a.C. enfrentó al cruel y corrupto senador Dolabela. Tras defender al pueblo de Roma y desafiar el poder de las élites, estamos frente a un político enviado al exilio, que aprendió a enfrentar a sus enemigos con sus mismas trampas. Luego de “Roma soy yo”, la primera parte de esta saga dedicada al patricio, en “Maldita Roma” Julio César es el modelo de político que no desfallece, que sigue en la brecha, persistiendo. Ni siquiera la inquina de poderosos enemigos políticos como Cicerón o Catón, que intentaron obstaculizar su ascenso en cinco elecciones en el Senado, podrán detenerlo.
Es por ello que la más reciente novela de Santiago Posteguillo (Valencia, 1967) puede leerse, más allá del género de la novela histórica, como un atemporal ‘thriller’ político. Desde su notable capacidad de negociación al ser secuestrado por piratas hasta sus acertadas lecturas del tablero al inicio de la guerra de las Galias. Al final, cuando se habla de Julio César, todo se resume en estrategia. Tanto militar como política.
Como advierte Posteguillo, uno de los más populares invitados de la Feria del Libro de Lima, en el devenir histórico hemos ido disociando ambas cuestiones: “En el mundo actual, por un lado están los políticos y por otro los militares. Cuando el conflicto entre los países termina en guerra, esta diferenciación se confunde. Piensa en la II Guerra Mundial. Al final, un general como Dwight D. Eisenhower saldrá elegido presidente de Estados Unidos”, explica el escritor.
Sin embargo, este solapamiento de lo político y de lo militar es la norma en la antigua Roma. Un prefecto, pretor o cónsul era elegido con un poder político y un mando militar concretos. “El senador romano que asumía el poder político sabía que, en varios momentos de su vida pública, tendría además que ejercer poder militar. Por eso se les formaba militarmente en el Campo de Marte”, comenta Posteguillo. Sin embargo, el autor valenciano advierte que César resulta una excepción de la historia: no solo destacó como gran orador y político, sino también como genio militar. “No es habitual esa confluencia de destrezas”, dice.
— “Maldita Roma” comienza con un César en el exilio y termina con un líder que se consolida como dictador. Sus hombres no saben definir si es la locura o la inteligencia lo que lo define. ¿Cuánto hay de ambas?
Me permito un matiz: lo que es un dictador en la república romana no es lo mismo que un dictador del siglo XXI como Maduro, por ejemplo, que cuando las elecciones no le gustan, las cambia y aniquila físicamente a sus opositores. Recordemos que César gana 5 procesos electorales para alcanzar el poder. Y cuando debe luchar militarmente con sus adversarios, los derrota militarmente y los perdona, reingresándolos en el Senado. Y serán ellos quienes lo rodearán el 15 de marzo del 44 a.C. para matarlo. ¡Eso no lo va a hacer Maduro en Venezuela ni Kim Jong-un en Corea del Norte!
— Sin embargo, hablamos de un hombre cruel también.
Lo que sucede con César es que debe enfrentar la actual corrección política, que nos fuerza a hacer un presentismo falso, a interpretar las acciones de personajes de hace dos mil años según nuestros valores actuales. No estoy diciendo que matar gente sea bueno. Lo que pasa es que en su época no existía la ONU ni la Convención de Ginebra. Si perdías una batalla, tus enemigos iban por ti a crucificarte. Estoy trabajando en la tercera novela, sobre la conquista de la Galia, donde en efecto César empleará la violencia. Y ahí voy a intentar explicar cuándo la emplea y con qué objetivo. Se puede estar de acuerdo o no, pero lo que es importante entender es que nunca hablamos de un empleo de la violencia como la ejercía Pol Pot o Sendero Luminoso, con una lógica imposible de entender. César nunca hará eso. Hubo operaciones de castigo concretas ante rebeliones específicas, pero también un montón de pactos. No se puede interpretar al César del siglo I a.C. con nuestros valores actuales. Pero sí se puede aprender de sus estrategias y de sus tácticas.
— Espartaco es otro de los personajes convocados en esta novela. A veces no recordamos que son personajes contemporáneos...
Eso es muy interesante remarcar. Si simplemente hubieran sido contemporáneos, sin que hubiera tenido la vida de Espartaco ningún tipo de repercusión en la vida de César, igual no le habría dado tanto espacio. Pero como se explica en el libro, la rebelión de Espartaco será lo que origine el regreso de César de su exilio. Al recrear la rebelión de Espartaco, me veía también con la dificultad adicional de no cruzarme con el imaginario del lector, marcado por versiones cinematográficas, algunas de ellas míticas como la magnífica película de Kubrick, con guion de Dalton Trumbo.
— Un filme con cierta lectura marxista...
De hecho, Espartaco fue una figura recuperada por la Unión Soviética como ejemplo de luchador por la libertad. Equipos de fútbol como el F.C. Spartak de Moscú o el Sparta de Praga se llaman así por él. Había monumentos a Espartaco repartidos en todo el mundo soviético. Los han quitado todos, aunque en Budapest tomaron una decisión curiosa: en lugar de cargárselos, los llevaron a un parque a las afueras de la ciudad. El que quiera puede ir allá y verlos.
— Una estrategia que podría calmar los recientes ataques a esculturas históricas justamente por el exceso de corrección política...
En una universidad en Italia se prohibió leer a Dostoievski porque Putin había invadido Ucrania. ¡Qué me estás contando! ¿Qué tiene que ver Dostoievski con Putin?
— ¿Qué crees que está pasando?
Creo que gran parte de los seres humanos necesita algún tipo de religión. Es muy duro enfrentarte a tu existencia pensando que es azarosa y sin un sentido claro. Al restringir el papel de la religión en Occidente, la gente busca otras respuestas. Y lo políticamente correcto surge como la necesidad de reconocer a toda minoría, nos enseña que todos tenemos los mismos derechos. Pero no se puede transformar un ideario en religión. Caes en el mismo fanatismo de la Inquisición. ¡Y hoy día vivimos en la Inquisición de lo políticamente correcto! Hay muchas cosas que no me atrevo a decir en público para no ser cancelado.
— En el próximo libro de la saga escribirás sobre una Cleopatra adulta y sobre la guerra de las Galias. ¿Hasta qué punto manejas las expectativas de tus lectores? ¿El reto de continuar la saga se pone cuesta arriba?
Sí, sí. Conforme nos vamos adentrando en cuestiones más conocidas de César parece resultar más difícil. Sin embargo, sigue habiendo mucho que la gente no conoce. Cuando hablas de la guerra de las Galias, se cree que César simplemente llegó y conquistó la actual Francia. Nada que ver.
— Estamos los que creemos en Ásterix y su aldea, resistiendo siempre...
Estoy valorando si hacerle un guiño a Astérix y Obélix a manera de homenaje. Que aparezca algún guerrero grueso con un compañero pequeñito y que se crucen con César. Soy muy apasionado de Astérix y Obélix, sobre todo de la época de Goscinny como guionista. Pero lo que la gente no suele conocer es que la guerra de las Galias fueron seis campañas distintas, que supuso en gran medida la forja de Occidente. César se hace del control de la actual Francia, Bélgica, Luxemburgo, Países Bajos, el sur de Alemania, Suiza y Britania. Forjó Occidente en esos siete años. Cada una de esas campañas tiene sus estrategias contra enemigos distintos.
— ¿Cuánto más como escritor te acercas a Shakespeare que a los libros de historia?
Los libros históricos son fundamentales, porque son la base documental. Pero Shakespeare es el ejemplo literario, es la épica que engrandece. Y hay varios momentos shakespearianos en la vida de César, de lealtades y traiciones.
— Que podrían ser recitados por Marlon Brando...
¡Eso ya sería perfecto! ¿Sabes toda la controversia que se generó en Reino Unido cuando seleccionaron a Brando para hacer de Marco Antonio en el filme de Mankiewicz? Venía de hacer “Un tranvía llamado deseo”, la cinta de Kazan basada en la obra de Tennessee Williams. Había interpretado a una persona vulgar, un estibador del puerto. Y decían: “¡Cómo este hombre va a hacer Shakespeare!”. Y el suyo es el mejor Marco Antonio en la historia del cine. Y mira que ha habido intentos, Charlton Heston, por ejemplo. Pero lo de Brando es de una retórica magnífica.
— ¿Y quién resulta el mejor intérprete para César?
No lo hay. ¿Rex Harrison en “Cleopatra”? Un buen intento. Pero todavía no ha habido un gran César en el cine. Y con todo respeto, el actor de la serie “Roma” de HBO tampoco me convence.
— ¿Y Liz Taylor como Cleopatra?
Liz Taylor es una magnífica actriz, pero ya era un poco mayor para el papel de Cleopatra. Recordemos que César tenía 52 años cuando la conoce, y Cleopatra tenía 21. ¿Qué edad tenía Elizabeth Taylor? Seguía siendo una mujer exuberante y atractiva, una magnífica actriz, pero estaba por cumplir 30 años. Desde mi perspectiva, me falta eso. Probablemente sea de las mejores aproximaciones, pero todavía nos falta que Hollywood nos presente una actriz de veintipocos años que nos deslumbre en ese papel.
“Maldita Roma”
Autor: Santiago Posteguillo
Editorial: B
Año: 2023
Páginas: 896
Tras “Roma soy yo”, la primera entrega sobre la juventud del futuro general, cónsul y dictador romano Julio César, aparece “Maldita Roma”, segunda parte de una saga que incluye seis novelas.
Este segundo volumen aborda desde el secuestro del entonces joven político exiliado hasta el inicio de la guerra de las Galias, campaña militar librada por el procónsul romano Julio César y las tribus galas entre el año 58 a. C. y 51 a.C.