Ningún escritor contemporáneo en lengua española ha sido objeto de tantos libros como Gabriel García Márquez. Quien inició esa vertiente fue su gran amigo Plinio Apuleyo Mendoza, primero con una extensa entrevista (“El olor de la guayaba”, 1982) y después por medio de un largo perfil íntimo compilado en “La llama y el hielo” (1984). De ahí en adelante han brotado multitud de títulos, algunos serios y novedosos, otros frívolos y oportunistas. Hay también testimonios cuestionadores de este tótem; por ejemplo, el que inscribe Héctor Abad Faciolince en “Lo que fue presente”: allí es un narcisista atendido a cuerpo de rey en La Habana mientras los cubanos se morían de hambre en pleno periodo especial. ¿Qué no se ha dicho ya acerca de aquella personalidad exuberante, de su aprendizaje periodístico y de su consagración literaria, de sus manías, de sus contradicciones, de su impresionante capacidad fabulatoria y de hacer frases que se instalan en la memoria para siempre?
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Rodrigo García, el hijo mayor del nobel colombiano, ha escrito una breve, contenida y bellísima semblanza, “Gabo y Mercedes: una despedida”, que consigue lo que no había logrado -al menos no con tanta emotividad y hondura- ninguno de los libros dedicados a la vida de García Márquez: presentarlo como un ser humano común y corriente, compuesto por dudas y temores obsesivos, de acentos graves, sin los afeites de la celebridad ni los lugares comunes que lo idealizan. El volumen se centra en sus últimos meses, ya aquejado por la demencia senil, transformado en un ser distinto y desorientado cuya pérdida de memoria lo ha vuelto inmune a la conciencia de la mortalidad. Sin dejarse llevar nunca por el sentimentalismo, con una serenidad en sí misma conmovedora, Rodrigo García desgrana la cálida y compleja relación que mantuvo con sus padres para saldar así algunas cuentas consigo y redimir un pasado repleto de episodios irresueltos que la sola tristeza no alcanza a zanjar.
“Si puedes vivir sin escribir, no escribas”, le había aconsejado García Márquez a su hijo. Él es consciente de que no puede asumir su orfandad sin reconocer públicamente ciertas culpas -como la de sentirse intelectualmente superior a su padre durante esa etapa postrera-, o aceptar lo difícil que fue emprender su labor de cineasta, procurando distanciarse de la sombra de su progenitor, ubicua en cada paso que daba. Incluso la elaboración de este libro está supeditada a un mandamiento paterno: “no hay nada mejor que algo bien escrito”. Rodrigo García sabe que “cualquier cosa que escriba sobre mi padre puede llegar a publicarse fácilmente”, pero que a la vez tiene un privilegio, imposible de asumir con ligereza: “mi padre se quejaba de que una de las cosas que más odiaba de la muerte era el hecho de que sería la única faceta de su vida sobre la que no podría escribir”. Hay un mandato implícito en esas palabras que el vástago cumple con suma prestancia.
Este libro posee un mérito extraño: la literatura goza de un peso importante en lo contado -por ejemplo, en las primeras páginas García Márquez le confiesa que se siente viejo y se lamenta que ya no puede “escribir una extensa obra de ficción”- y sin embargo, nunca sentimos que el personaje de Gabo interfiera con el del escritor solitario y familiar que transita por su relato. De pronto recordamos que ese padre es también un autor famoso cuando, a la hora de cremarlo, los empleados de la funeraria aplauden a modo de despedida. A tal grado llega la mirada entrañable de Rodrigo García, que rescata a ese hombre a veces infantil, profundamente antiintelectual, ajeno a las directrices en contra de la “generación del espectáculo”: era fanático de las baladas pop, además de admirador espontáneo de Elton John, y podía conjugar sin resquemores a Béla Bartók con Richard Clayderman.
“La ausencia nos vuelve más cariñosos y más comprensivos”, anota Rodrigo García en el tramo final de estas memorias. Cierto. Agregaría que, en algunos casos, también puede hacernos más lúcidos y nobles ante una soledad desconocida. Esa es la esencia de este libro inolvidable.
La ficha
Autor: Rodrigo García.
Título: “Gabo y Mercedes: una despedida.”
Editorial: Literatura Random House
Año: 2021
Páginas: 104 páginas
Valoración
★★★★☆
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