Un padre alcohólico que abandona a su familia, una infancia vivida en un orfanato, severas monjas que le enseñan a coser. La biografía de Gabrielle Bonheur Chanel (1883 -1971), más conocida como Coco Chanel, lleva el mismo corte del mítico camino del héroe (o la heroína): nacer pobre, criarse en las más duras condiciones, salir a la aventura e imponer sus condiciones al mundo.
Como señala Lisseth Ramis, historiadora de la PUCP, Chanel nació en medio de una Francia atravesada por conflictos políticos y transformaciones sociales. La guerra franco- prusiana había empobrecido a la población, mientras que el rol de la mujer estaba enfocado solo en la maternidad y lo doméstico. “Aprender costura era algo sustancial para toda niña que aspiraba a un futuro diferente. Las monjas le enseñaron a hacer sombreros y a planchar la ropa prolijamente”, explica.
Como lo hizo con su nombre, Chanel replanteó su propia historia. A los 17 años, la inquieta Gabrielle salió al mundo que se ocultaba tras los muros del hospicio, y poco tiempo después, respondía al nombre de Coco, como la llamaban en los cabarets donde cantaba, gracias a uno de sus temas más aplaudidos: “¿Quién ha visto a Coco en el Trocadero?”, compuesto por Édouard Deransart. A decir de Lisseth Ramis, en los tiempos de la ‘belle époque’, la bohemia y la vida alegre hacían despegar la industria de la moda. Y Coco, que combinaba el canto en clubes nocturnos con un empleo diurno en una lavandería, decidió empezar por su cuenta con una tienda de sombreros. Lo consiguió con la garantía económica de su primer amante, Étienne Balsan, un joven aristócrata, hijo de una dinastía textil y cliente asiduo al cabaret de Coco, quien por entonces era musa de Toulouse Lautrec y Renoir, y más tarde amiga de surrealistas como Duchamp, Bretón, Dalí o Man Ray. Se sabe que a Jean Cocteau le pagó varias curas de desintoxicación de opio.
Los amargos tiempos del orfanato parecen haber influido en su éxito como diseñadora: la tendencia a crear ropa de líneas puras, apelando al blanco y al negro, recuerda la estricta estética de los hábitos de sus maestras. Para el reconocido diseñador José Miguel Valdivia, la austeridad del internado le enseñó a Chanel el minimalismo antes de tiempo. Diseños clásicos como el “vestidito negro”, los pantalones para mujeres o los trajes sueltos de tweed tienen que ver con esta simpleza. “La escasez la obligó a improvisar creativamente, como se observa en sus innovaciones con los sombreros, o el uso de telas de ropa de playa o ropa interior para sus trajes de calle”, advierte.
La expansión de un imperio
En 1910, Chanel abrió su primera tienda, ubicada en el 31 de la Rue Cambon, donde se concentraban los más destacados comercios de la moda en París. En 1913, inauguró su segundo local, y tres años después, su empresa ya empleaba a 300 costureras. Para 1927, según contabiliza la historiadora Ramis, Chanel tenía cinco propiedades en la misma calle. “Chanel moldeó la imagen de la mujer moderna. Se dio cuenta del cambio que se operaba en la mentalidad de la época. La silueta femenina cambió drásticamente y con ella, su capacidad para ser productiva”, dice.
Para José Miguel Valdivia, si bien podemos reconocer en Chanel un lado contestatario, jugando con las prendas masculinas, atreviéndose a cambios de diseño y materiales, la célebre modista era, en el fondo, parte de la vieja escuela, que criticaba a las mujeres que llevaran las faldas por encima de la rodilla. “Fue muy liberal y transgresora en su época, pero a medida que cambiaron los tiempos, mantuvo ciertas convenciones que los tiempos modernos empezaban a desechar, explica.
En mayo de 1970, el suplemento El Dominical publica una entrevista, sin crédito, a Coco Chanel, entonces de 86 años. El artículo destaca su salud perfecta, su viva inteligencia, el entusiasmo por su trabajo. El admirado redactor no encuentra sombras en su retrato: le interesa solo la luminosa leyenda de una modista que, a lo largo de medio siglo, dominaba la escena de la alta costura francesa. Las imágenes la presentan altiva y orgullosa, posando en el salón de su suite, en el hotel Ritz de París. Luce solitaria, pero el cronista no lo advierte. Solo describe las valiosas obras de arte que abundan en el departamento.
La entrevista destaca su hiperactividad, pero minimiza su mal carácter (pocos se atrevían entonces a ventilar el mal trato que sufrían sus empleadas, a las que humillaba). Se presenta a Chanel como una mujer que trabaja 12 horas al día, siempre de pie, escogiendo telas, controlando el corte, la confección y la costura de cada modelo. “Solo este año Chanel ha sentido la necesidad de que la ayuden y escogió a los dos mejores asistentes de la casa Balenciaga, que ha cerrado hace unos meses”, se informa.
A las preguntas amables, Chanel responde ofuscada: “Siempre he sido copiada” o “Encuentro que la minifalda es un modo de vestir feo y sin pudor” o “¿Por qué mostrar las rodillas que rara vez son bellas?”. Dice que una mujer “no es bella si no es pudorosa”, y que si se viste como un hombre y se comporta como tal, está “arruinada”.
Asimismo, la diseñadora desdeña en la entrevista el rol de los sindicatos en la industria de la moda, detesta el bikini y la minifalda, y afirma que los modistos son pretenciosos y que piensan más en ellos mismos que en sus clientas. “La moda actual no satisface a las mujeres. La mayoría está vestida por hombres y casi ninguno de ellos ama a la mujer. Para mí, el oficio de modisto debe ser hecho únicamente por mujeres”, dice categórica.
Coco Chanel falleció un año después, el 10 de enero de 1971, rodeada solo por sus obras de arte en su suite del Ritz. Su última colección, presentada póstumamente, resultó un éxito notable, aunque su casa experimentó una deriva de una década, hasta que en 1983 Karl Lagerfeld asumió como asesor artístico y relanzó la maison con un estilo más juvenil y audaz. Tras la muerte de Lagerfeld, en el 2019, es Virginie Viard, su mano derecha, quien continúa el legado.
La espía elegante
En los años ochenta, coincidiendo con los intentos de Lagerfeld de reencauzar la marca Chanel, información desclasificada del histórico juicio de Nuremberg empezaba a erosionar su leyenda histórica. Hasta entonces, se sabía que su romance con el diplomático alemán Hans von Dincklage, en tiempos de la II Guerra Mundial, supuso un enorme costo personal para la diseñadora, quien en 1944 fue detenida acusada de colaboración con el nazismo. Liberada poco después, decidió exiliarse en Suiza, donde la encontraría más tarde Von Dincklage, quien saldría del proceso con una condena leve. En 1954, Chanel decidió volver a París, y con 71 años intentar una gran ‘rentrée’. Sin embargo, su primer desfile tras el exilio fue un desastre: la crítica la consideró pasada de moda, y solo salvó del fracaso gracias a los compradores norteamericanos. Empero, con tesón, Coco remontó la corriente y volvió a ocupar su trono.
Como explica la historiadora Lisseth Ramis, los testimonios recogidos en el juicio de Nuremberg, mantenidos en secreto durante 40 años, revelaron la identidad de figuras poderosas próximas al régimen nazi, Chanel entre ellas. “Su prolongada estancia en el hotel Ritz, refugio de los militares alemanes, ayuda a sostener esta afirmación. En la ocupación vivía cómodamente instalada en uno de los hoteles más lujosos sin mayores carencias”, afirma.
El juicio de la historia
El antisemitismo de Chanel era conocido desde sus años en Londres, cuando sostuvo un idilio de diez años con Hugh Richard Arthur Grosvenor, segundo duque de Westminster. Pero sería recién con los documentos del juicio que Chanel sería identificada como miembro de la inteligencia militar alemana. Descrita como “couturier” y “perfumista”, su seudónimo era “Westminster” y su número de agente era F 7124.
Chanel participó como mensajero en operaciones de inteligencia en el extranjero, como la denominada Operación Modellhut (Sombrero modelo), y viajó en 1943 a Madrid con la misión de convencer al embajador británico en España, sir Samuel Hoare, sobre la posibilidad de una rendición alemana en caso de una victoria aliada. “Muchos franceses evitan mencionar la traición de Chanel. El imaginario colectivo lo olvidó rápidamente, pues consideraba que su obra trascendía a sus acciones”, explica la historiadora.
Según señala el diseñador José Miguel Valdivia, como muchos ‘couturiers’ y empresarios durante la invasión nazi, en su negocio Chanel tuvo que recibir a una nueva clientela, muchas veces por presión y por supervivencia. “Yo creo que ella se acomodó a la situación, como lo hicieron otros. Pero cuánto se acercó o se relacionó con los oficiales nazis es difícil de saber. Muchas de las afirmaciones sobre ella no tienen sustento real. Si fue espía seguirá siendo una incógnita”, señala.
A veces, el castigo de la historia por nuestras acciones suele ser sutil. Para la historiadora Ramis, resulta sugerente que, por ejemplo, los restos de Chanel se encuentren enterrados en el Cementerio de Lausanne, en Suiza y no en París, la ciudad donde construyó su imperio. “Hasta hoy su cuerpo no ha sido reclamado por los parisinos”, añade.
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